KOSOVO Y EL VESTIDO INCORRUPTO DE MONICA LEWINSKY
Han pasado ya varios meses desde que alguien los persuadiera para que hostigaran a las fuerzas armadas serbias y dieran origen a una nueva guerra de independencia. Mientras tanto se ha creado un mercado de armas en la zona y los señores de la guerra han ejercido a sus anchas ante la pasividad previsible de Europa, América, Africa, Asia y Oceanía, realidades continentales no superadas por más superestructuras supranacionales que les echen. Los teóricos de las guerras civiles posmodernas en el marco de la aldea global ya anunciaron que conflictos de este tipos serán frecuentes en las próximas décadas porque tienen un origen artesanal y un mal intervenir ya que es poco el beneficio que van a obtener las potencias en disposición de hacerlo o esas superestructuras formales llamadas UE, ONU o NATO. Sólo en el caso de que Estados Unidos vaya a sacar algún provecho con la intervención, cualquier conflicto tendrá un final previsible dos, tres años después de haber estallado y de haber rendido pingües beneficios en los mercados negros de carne humana y armas. Los albaneses son pocos y muy poco rentable cualquier cosa que se haga por ellos. Un ex embajador en Cuba, Wayne Smith, partidario de terminar con el bloqueo norteamericano, me lo explicó en La Habana con toda claridad: los cubanos tienen la mala suerte de ser pocos, once millones. Si fueran cien, al menos, o cincuenta millones, el bloqueo se habría terminado hace tiempo. Y es que no es lo mismo un mercado de once millones de cubanos que uno de cientos de millones de chinos y por lo tanto no es lo mismo el visible incumplimiento del respeto a los derechos humanos por parte de los gobernantes de La Habana que el invisible por parte de los de Pekín. ¿Qué pueden esperar los habitantes de Kosovo? Sólo puede beneficiarles su propio sentido común y rechazar el militarismo nacionalista que los ha metido en una guerra cínicamente inducida frente a un enemigo al que sólo pueden, hoy día, desgastar e irritar, pero a un precio desaforado. También pueden rogar a sus dioses mayores o menores que el análisis del vestido incorrupto de Monica Lewinsky demuestre que los restos biológicos del presidente Clinton no proceden de un forúnculo o de un vómito de hamburguesa McDonald's con ketchup. De comprobarse que esos restos proceden del hijo predilecto adosado que todo hombre ha visto crecer alguna vez en su vida, es muy probable que Estados Unidos envíe al séptimo de caballería a Kosovo y el vestido de la Lewinsky pase a la sección de objetos perdidos. |