La odalisca del Banco Central
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Por Horacio Verbitsky Ni el derrumbe del Yen, ni los riesgos de devaluación del Yuan, ni el colapso de la bolsa de Moscú conmueven al Banco Central, que con una administración eficiente ha logrado desmentir los vaticinios de Roque Fernández sobre la duración de la crisis y ratificar la afirmación del presidente Carlos Menem: la Argentina ya está entre los mejores países del mundo. El directorio del Banco, con su presidente Pedro Pou a la cabeza, despidió a uno de sus miembros, renunciante al ser mencionado su nombre en una causa judicial, con una comida en un encantador restaurante árabe, el preferido de Amira Yoma. No se trata de un desembolso excepcional: por el arreglo del minúsculo jardín contiguo al despacho del presidente del Banco Central, se pagaron 80 mil dólares y con los fondos públicos también se costean becas a los graduados de la Universidad San Andrés y del CEMA, el instituto académico y de lobby de Roque Fernández y de su ex segundo, Carlos Rodríguez, para que viajen a especializarse a Estados Unidos, acompañados por sus esposas, porque si no extrañan. Además de la factura por la comida y la bebida para 21 personas, el Banco Central pagó también las propinas de los mozos y los honorarios de las bailarinas que entretuvieron a los comensales, con tanta generosidad que hasta desató un conflicto entre el dueño del restaurant y una de las odaliscas. Este diario tratará de describir el lugar y sus delicias, para que sus lectores al menos estén enterados acerca de cómo se gastan los fondos públicos, recaudados con los impuestos que se pagan con cada compra de un litro de leche o un kilo de pan. ¿Quién dijo que el Estado de Bienestar ha muerto?
"Elegancia"
El contador Daniel Peralta era un hombre de confianza del ex secretario general de la presidencia, Eduardo Bauzá. Mientras trabajaba con él en la Casa Rosada cumplió algunas misiones confidenciales, como trasladar a México correspondencia del presidente Carlos Menem para su colega Carlos Salinas de Gortari, abogando en favor de empresas argentinas que intentaban allí algunos negocios dudosos que terminaron muy mal. Cuando el íntimo de Bauzá, Pedro Pou, dispuso de un lugar en el directorio del Banco Central, quien lo ocupó fue el contador Peralta. Con Marcos Saúl y Manuel Domper formaron el trío de confianza menemista aun durante los años de la hegemonía de Domingo Cavallo, hasta que el azar golpeó a Peralta. El juez federal Claudio Bonadío, que investigaba la quiebra del Banco Integrado Departamental ordenó la intervención de los teléfonos de Marcelo Bragagnolo, asesor financiero del ex presidente del BID Roberto Cataldi. Descubrió de este modo que, además de elaborar la ingeniería financiera con la que Cataldi puso a salvo del alcance de la Justicia algunos activos del BID en el Caribe, Bragagnolo también asesoraba a los fiscales de la causa, Jorge Di Lello y Jorge Alvarez Berlanda, por orden del superior jerárquico de ambos, el fiscal de la Cámara de Casación Juan Romero Victorica. Bragagnolo fue intermediario de un préstamo de 20.000 dólares, del investigado Cataldi al investigador Alvarez Berlanda. A raíz de ello, el Procurador General de la Nación Nicolás Becerra ordenó un sumario a Romero Victorica y Alvarez Berlanda, y también se inició una causa penal en la que ambos son investigados. En una de las cintas grabadas por orden de Bonadío, se escucha dialogar a Bragagnolo con el abogado defensor del ex presidente de Fabricaciones Militares durante la gestión de Erman González, el también riojano Luis Sarlenga, a quien le transmite un mensaje de Romero Victorica sobre la situación de su cliente. "Me dice Juan que cuando leas el requerimiento legal vas a ver con qué elegancia quedaste afuera", le adelanta Bragagnolo al defensor de Sarlenga, Alberto McMullen: Sarlenga fue procesado por el tráfico de armas a Croacia y a Ecuador pero no se le dictó la prisión preventiva, de modo que conservó la libertad y, con ella, la discreción. Pero además de defensor de Sarlenga, McMullen era asesor de Peralta en el Banco Central, y el diálogo con Bragagnolo continúa con una invitación para almorzar en el Círculo de la Fuerza Aérea. Comensales: Romero Victorica, Daniel Peralta, el abogado de Sarlenga y el brigadier Evergisto Gómez. Cuando esta historia fue narrada en estas páginas, el 6 y el 19 de abril, y ante el carácter virósico de ambas investigaciones, Peralta vació sus cajones. El 4 de junio Menem y Roque Fernández firmaron el decreto 642/98, en el que sin explicación alguna decidieron aceptar "la renuncia presentada por el director del Banco Central de la República Argentina doctor Daniel Peralta, CI, Nº 7.322.422".
En familia
De la organización de la despedida al compañero tocado se encargó Marcos Saúl, uno de los sobrevivientes en el directorio del Banco desde que Menem asumió la presidencia. La noche del 30 de junio el directorio del Banco encabezado por Pou agasajó a Peralta en "Al Bashir", un restaurante árabe de Palermo. Es un lugar familiar, tanto por sus propietarios como por su clientela. Funciona desde hace tres décadas en una vieja casa de familia reciclada, en Niceto Vega al 4600. En sus tres ventanas a la calle, lucen fotos de odaliscas y cantantes. Al ingresar, una esfera espejada oculta y descubre en cada giro partes del salón oscuro. Una bandera argentina adorna el centro del escenario. Las odaliscas que atenúan su argentinidad con los nombres artísticos de Thiara y Musra danzan acompañadas por un teclado, una pandereta, un laud y un derbake, cuyo parche va marcando el ritmo con el que se acercan a las mesas para estimular la participación de los comensales. Las propinas depositadas en una bandeja ubicada en el escenario se reparten en partes iguales entre todos los artistas: los músicos, las bailarinas, el cantante sirio Nashib Mariam, la cantante libanesa Dalal Elbaba y hasta Fadi, el hijo del dueño, que a los 10 años da cátedra sobre cómo electrizar a las bailarinas con la música. Pero cuando las chicas se estacionan para brindar una parte de su número frente a cada mesa hay que tener el corazón muy duro o una acompañante muy biliosa para no echar mano al bolsillo y colocar un billete enrollado sobre los blancos vientres femeninos, a las puertas del paraíso. Las paredes están empapeladas con cuadros de faraones egipcios y fotos de los grandes artistas del género. Laud en mano, preside el escenario el retrato de Munir Bashir, el concertista iraquí de quien el propietario del local, Nourallah Nehmé, aprendió a amar la música de sus mayores. El año pasado el discípulo preparaba un gran homenaje al maestro, que su sentida muerte frustró. En el fondo del salón, Nourallah pita la boquilla de un narguile cargado con tabaco, miel y manzana, envueltos sobre las brasas en papel de aluminio. "Se aspira, no se traga", explica entre bocanada y bocanada de humo aromático, que emite cada diez segundos, y al mover la mano muestra un anillo de brillantes y un rotundo reloj dorado. Nourallah nació hace 43 años en El Líbano, hijo de un profesor de literatura francesa que hablaba ocho idiomas. Su nombre artístico es Anuar. Dejó Beirut en 1978 para escapar de la guerra. Tocando el violín o dirigiendo la orquesta consiguió mantenerse y ayudar a su familia que permaneció en El Líbano. En 1980 lo siguió su hermano Jairo, para quien la flexibilidad laboral rige sin reparos. A primera hora es chef, luego anima el show y por último muestra sus dotes de músico y cantante. El hermano mayor, Nehne, vive en Colombia desde hace diez años. "Hizo una excelente carrera política y es el futuro cónsul", explica Anuar. Después señala la foto de un muchacho sonriente en plena danza y agrega que "se ganó la vida bailando". En Beirut quedó la hermana mayor. Hace un año y medio, Nourallah pudo comprar el restaurant en el que trabajaba. "Odio dos cosas: la política y la religión. Me sacan las ganas de seguir hablando", dice. Sin embargo, entre los visitantes ilustres de "Al Bashir" nombra a Carlos Menem. "Venía desde la época de La Rioja. Lo conocimos personalmente", explica el polifuncional Jairo. También dejaron gratos recuerdos otros miembros de la familia presidencial. "Esta ya es nuestra casa. Gracias" se lee en el libro de honor, sobre la firma de Amira Yoma y Chacho Marcheti. La última vez que la recibieron fue hace un mes y medio, cuando cenó con sus amigas Moria Casán y Susana Giménez, dicen los hermanos. Otra firma que destacan en el libro es la de Yalal Nachracht, el hijo de Delia Yoma y primo de Zulema Menem que preside la misteriosa empresa oriental Eltham Trading, principal accionista de la curtiembre de Nonogasta. También constan las visitas de los embajadores de Siria, Marruecos, Arabia Saudita y Estados Unidos y de una delegación de militares norteamericanos, árabes y europeos que dejaron como recuerdo medallas de la Guerra del Golfo. "A mí no me importa lo que hacen afuera, sino cómo se portan aquí", dice Nourallah, orgulloso de sus visitantes.
Veinte botellas
Aunque no hay firmas en el libro de honor, nadie ha olvidado la fiesta del Banco Central. "Despedían a un señor Peralta que se iba afuera. Vino Pou, el presidente, y el gordo Saúl, con muchos secretarios. Ocuparon cuatro mesas paralelas, habría unas 40 personas", recuerda uno de los mozos que los atendió. Según la documentación del Banco Central eran la mitad, que contrataron el Menú 1 Especial. Consta de cuatro platos: primero una picada árabe, a elección entre 20 variedades de la casa; luego platos calientes, a elegir entre kebbe frito o al horno y brochetes. De postre el dulcísimo baklawa, deditos, mamul o helado y luego café árabe. Tanto la comida como el show son excelentes. Además del menú convenido, los 21 invitados bajaron once botellas de vino tinto Valmont, dos de vino blanco Castel Chandon y, para brindar por el venturoso futuro que todos desearon a Peralta, siete de champagne Chandon extra brut. En total, veinte botellas para veintiún comensales. Al día siguiente, el subgerente de Relaciones Públicas y Prensa, Luis Vaccarezza y sus colaboradores Raúl Terreniy Carlos Oziel solicitaron a la Contaduría General un cheque por 1.688 pesos "con motivo de un agasajo protocolar dispuesto por la superioridad". Ya antes habían retirado un adelanto de 300 pesos para dejar como seña. El propietario de "Al Bashir" firmó un recibo por el importe de la factura cancelada. El 13 de julio, Vaccarezza, Terreni y Oziel dirigieron un nuevo informe a la Contaduría, notificando que había habido otros gastos. Con pulcritud que les augura larga vida burocrática, consignaron que "en virtud de haberse efectuado una cena protocolar, como despedida del señor director doctor Daniel Peralta, en la que participaron los miembros del H[onorable] Directorio e invitados especiales y teniendo la conformidad por parte de la superioridad de los gastos emergentes de la misma, se acompañan a la presente sendos recibos originales complementarios". Uno de ellos, por 500 pesos, con la misma firma que el anterior, pagó "derecho de espectáculo y gastos de cortesía". El otro, por 300 pesos, remuneró los "honorarios de actuación" de la odalisca Claudia Córdoba. Hasta los 100 pesos de propina que recibieron los mozos que sirvieron la mesa fueron pagados por el Banco Central, contra sus correspondientes recibos. Esos 2.100 pesos son una suma absolutamente despreciable en la contabilidad del Banco Central, pero reveladora de la consideración que el Honorable Directorio dispensaba al compañero en desgracia. Son el equivalente a diez jubilaciones mínimas. Con ese dinero, que no se pasa por debajo de la mesa sino que se gastó con todos los sellos y recibos legales, los comedores de Caritas podrían servir mil almuerzos a desocupados. La plata del Banco Central es tan dulce que hasta dio lugar a un pequeño escándalo entre los miembros de la gran familia de "Al Bashir". Los 500 pesos del derecho de espectáculo se repartieron como es costumbre entre todos. Pero Anuar discutió con la odalisca Claudia cuando supo que ella había recibido además otros 300 pesos, pagados por el subgerente Luis Vaccarezza, y al día siguiente la despidió. Ella niega cualquier incorrección: "Es lo que cobro siempre por mi actuación y ellos son clientes míos desde hace años".
Desde el jardín
La atención que los miembros del directorio del Banco Central se brindan a sí mismos tiene otras manifestaciones llamativas. A pocos metros del despacho de Pou hay un jardín pequeño, de no más de cuatro metros cuadrados. Esa grata mancha verde permite descansar la vista del soso paisaje bancario. Un informe sobre las contrataciones de la Gerencia de Servicios Generales del Banco Central en el primer trimestre de este año indica que el Banco Central pagó 78.000 dólares por el servicio de jardinería para ese oasis. La planilla firmada por el gerente de contrataciones Horacio Rodríguez no permite conocer el detalle de ese gasto. Indica que la contratación correspondiente a la partida 39399, de acuerdo con el expediente 1.0431.536, de 1997, se realizó el 1º de noviembre de ese año. La sigla CP sugiere que se convocó a un Concurso de Precios, mientras LP corresponde a Licitación Pública y CD a Contratación Directa. La fecha del 23 de marzo de 1998 no corresponde a la finalización del contrato, sino a su publicación. Esta prodigalidad también se extiende hacia otros niveles jerárquicos. Desde 1994, cuando el actual ministro de Economía Roque Fernández era su presidente, el Banco Central posee un programa de becas para la realización de estudios de posgrado en el exterior. Esta ejemplar política de capacitación de recursos humanos, indicadora de una esclarecida conciencia sobre los desafíos propios de la era del conocimiento, ha servido para financiar con fondos públicos cursos de especialización de egresados de universidades e institutos privados, como la Universidad San Andrés o el Centro de Estudios Monetarios (CEMA). A los beneficiarios del programa no se les reclama ni siquiera el compromiso de transmitir a su regreso los conocimientos adquiridos a estudiantes de la universidad pública. Un caso reciente ayudará a entender los mecanismos que se siguen para su adjudicación. Máximo Silberberg, Legajo 4605 del Banco Central, egresó como Contador y Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Católica de Buenos Aires. Luego cursó una maestría en finanzas en el CEMA. Cuando postuló para una beca que le permitiera cursar la maestría en administración de empresas con orientación en finanzas en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, la Gerencia de Recursos Humanos estimó el gasto en 46.736 dólares, discriminados de esta manera: matrícula, programa, alojamiento y seguro médico, 21.230 dólares por año, cuatro pasajes, 1.069 dólares cada uno. Pero una vez aprobada la solicitud, por resolución 256/98 del Directorio, el mecanismo volvió a ponerse en marcha: Silberberg había omitido informar que viajaría con su esposa. Además, la información sobre los cursos de la Universidad de Columbia no estaba actualizada: el costo indicado no era por año, sino por semestre. De modo que se autorizaron gastos adicionales de 500 dólares mensuales para la señora de Silberberg, y un seguro de salud también para ella por 3.200 dólares. Considerando todos los rubros, la beca no costaría 46.736 dólares sino 113.732, dos veces y media más. Además de ese programa para personal del Banco, se otorgan otras seis becas, de hasta 45.000 dólares cada, una para que graduados universitarios realicen cursos de postgrado en universidades extranjeras. Son seleccionados sin concurso, ni exámenes, ni control de promedios en la carrera, con el solo requisito de que no sean empleados del Banco Central. El único compromiso que asumen es el de prestar al volver dos años de servicios en el Banco por cada año de beca en el exterior. Los que completen su tesis doctoral en Economía "tendrán adicionalmente la posibilidad de prestar servicios con dedicación exclusiva a la enseñanza y la investigación en cualquier institución universitaria argentina". Si quieren, y donde quieran. Simultáneamente el médico del Banco, Luis Bottinelli (legajo 2901) solicitó dos años de licencia, con goce de haberes, para realizar el Master en Salud Pública de la Universidad de Sidney, Australia en Medicina Laboral Preventiva. La licencia fue concedida, pero sin goce de haberes. Ambas resoluciones llevan la firma del Gerente de Personal, Mario Troiani, un hombre de confianza de Roque Fernández, con experiencia previa en dos sociedades quebradas, el Banco Comercial del Norte y Del Cruz SA.
Primero el hombre
Dentro del trato privilegiado que el Banco Central otorga a algunos elegidos, el diputado socialista Jorge Rivas eligió uno para preparar una denuncia penal. Se trata de la contratación de un consultor para conseguirle un nuevo trabajo al ex agente de la Superintendencia de Entidades Financieras y Cambiarias Gabriel Mayor. El Superintendente y miembro del directorio Miguel Angel Ortíz invocó "estrictas razones de especificidad técnica así como la urgencia del caso" para contratar en forma directa al estudio Bruno Matarazzo y Asociados, que se presenta como "una nueva consultora con toda la experiencia". Su papelería informa que el servicio de Outplacement "tiene por finalidad lograr la reubicación laboral del individuo en las mejores condiciones anímicas y en el menor tiempo posible". Está "pensado como un sostén y una guía práctica para quien está sorpresivamente transitando un periodo de desempleo" y procura evitar "la sensación de orfandad habitual y el desconcierto que se genera en quien enfrenta esta situación de crisis". Ortíz dispuso que se contratara el "programa individual ejecutivo", el más caro del menú y único "sin límites de duración". Entre otros beneficios "posibilita el libre uso de nuestras instalaciones, incluyendo el uso de despachos privados, franqueo, papelería, fotocopias, teléfono y fax". Autorizada la contratación directa, se pidieron también presupuestos a Executives SA y a Cristina Mejías pero como seguramente la propuesta del Superintendente era la mejor, se adjudicó a Bruno Matarazzo y Asociados por un total de 21.000 dólares. El 12 de enero de este año se autorizó la contratación. Como en el caso de la beca de Silberberg, al mes siguiente, el 17 de febrero, el gerente de personal Mario Troiani descubrió que en la orden de pago "se omitió reflejar el impacto que sobre esa cifra opera el Impuesto al Valor Agregado. Por lo tanto, la factura será por valor de 24.000". Así da gusto ganar concursos de precios. El 20 de febrero el gerente de servicios generales Julio Leguiza firmó la orden por los 24.000. Mayor no era un antiguo funcionario del Banco Central: sólo había trabajado allí un año, de enero de 1997 a enero de 1998, y su desvinculación laboral se produjo de mutuo acuerdo. Aunque el diputado Rivas pretenda que se trata de una estafa, la fugacidad del vínculo laboral hace aún más encomiable la actitud humanista del Directorio, que ojalá se extendiera a otros sectores del Estado y de la empresa privada, que no tienen la misma consideración con cada uno de los trabajadores que de un día para el otro se enfrentan con la imprevista sensación de "orfandad y desconcierto".
(Informe "Al Bashir": Diego Martínez)
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