Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


LA EMPRESA BRIDAS QUIERE HACER UN GASODUCTO Y CORTEJA A LOS SUNITAS A LAS PUERTAS DE LA EX URSS

Argentina detrás de los talibanes

La petrolera argentina Bridas es una de las empresas que está detrás de los talibanes afganos, que esta semana llegaron a las puertas del ex imperio soviético y que albergan en su territorio al desterrado multimillonario saudita Osama bin Laden, señalado como autor intelectual del doble atentado en Kenia y Tanzania.

na28fo01.jpg (11775 bytes)

Un soldado talibán repara su ametralladora en la base aérea Bagram, en la línea de fuego

Por Eduardo Febbro
Desde París

Página/12

en Francia


t.gif (67 bytes)  Los "estudiantes de teología" llegaron este fin de semana a las fronteras del ex imperio soviético. Desconocidos hace apenas cuatro años, los talibanes afganos, austeros radicales oriundos de los campos del sur de Afganistán y pertenecientes a las tribus pachtunas, controlan hoy las tres cuartas partes de las 30 provincias del país. Diseminada por los talibanes, la oposición --una alianza de chiitas, de tadyicos y uzbekos--, perdió esta semana uno de sus bastiones geográficos más importantes en el norte de Afganistán: la ciudad de Mazar-i-Sharif. Con esa derrota se dio vuelta un conflicto que encierra una de las pugnas geopolíticas más importantes de la segunda mitad del siglo y en cuyas raíces se combinan tres elementos determinantes: la influencia política y militar de Pakistán, los intereses directos de EE.UU. y Arabia Saudita en su voluntad de aislar a Irán, y la genial idea de una empresa argentina de hidrocarburos, Bridas, que en 1991, con intenciones ajenas a lo que ocurriría más tarde, proyectó la construcción de un gasoducto que, años después, se convertiría en el pilar central de la guerra que protagonizan los talibanes.

Gas, petróleo, el Corán, Kalachnikov, rivalidad entre sunitas y chiitas y la concesión por el gasoducto que debe atravesar Asia Central se aúnan en una historia en la que el último elemento es uno de los factores que provocó la caída de la ex primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto. El surgimiento de un movimiento como el de los talibanes afganos se explica por motivos "interiores" de la sociedad afgana. El primero de ellos, más allá de preeminencia talibana en la vida política del país y su posterior "desaparición" durante la guerra contra la invasión soviética --1978/1988--, es la pérdida de influencia del gobierno de los comandantes que tomó el poder luego de la "resistencia" contra los soviéticos. Sin embargo, los analistas de la región destacan que la fulgurante expansión de los talibanes y su principal éxito militar, la caída de Kabul en setiembre de 1996, no es ajena al apoyo directo --militar, político y económico-- de Pakistán. Este país, con el acuerdo de EE.UU. y Arabia Saudita, sustentó el ascenso de los talibanes con un objetivo compartido por las otras dos potencias: la exportación de hidrocarburos de Asia Central a través de Afganistán y Pakistán en detrimento de Rusia e Irán.

El papel jugado por Pakistán es el más determinante. Los servicios del ministro de Interior paquistaní, el general Nasserullah Babar, entregaron a los talibanes todas las infraestructuras de la guerra. La razón estratégica de este apoyo abarca tres direcciones: contar en Kabul con un aliado regional bajo influencia --muchos oficiales paquistaníes son de origen pachtuna--; obtener un avance estratégico frente a la India; y abrir un corredor en dirección de Asia Central para garantizarse el suministro de energía y, al mismo tiempo, el visto bueno de la administración norteamericana. La religión viene a sumarse a esta alianza protalibana con la intervención de otro protagonista, Arabia Saudita, empeñado en frenar a Irán tanto en la posesión de la "legitimidad religiosa" como en su posición de fuerza regional en la explotación de los hidrocarburos de Asia Central.

Washington, Riad e Islamabad trabajaron unidos para contrarrestar la influencia estratégica de Irán en Medio Oriente favoreciendo la implantación de los talibanes. Con ellos en el poder, el gasoducto que debe unir Turkmenistán con Pakistán pasando por el oeste de Pakistán era un negocio norteamericano cuya obtención servía a los tres intereses simultáneos: el energético, el geopolítico y el religioso --hasta 1996 el fundamentalismo sunita de los talibanes era considerado sin proyecto político claro frente al islamismo radical y político de los iraníes--. En octubre de 1994, sin que su gobierno lo autorizara, el embajador norteamericano en Pakistán, John C. Monjo, visitó las zonas del oeste de Afganistán controladas por los talibanes. En 1996, cuando Kabul cayó en manos de los talibanes, el Departamento de Estado de EE.UU. emitió un comunicado en el que juzgó "positiva" la victoria de los que entonces eran considerados como "sanos estudiantes de teología con actitud prooccidental". El comunicado estadounidense respondía a los intereses directos de la compañía petrolera norteamericana Unocal, que le sacó a la argentina Bridas el negocio de las manos. Unocal, junto con la firma saudita Delta Oil, desplazó a Bridas gracias a intensas presiones ejercidas contra el presidente de Turkmenistán. El proyecto de gasoducto, de un costo de 2000 millones de dólares, contaba además con un segundo programa para la construcción de un oleoducto. Ambos obedecían a los dos imperativos estratégicos de Washington: tener un "vehículo directo" para extraer los hidrocarburos de Asia Central y del mar Caspio y dejar fuera a Irán, "candidato natural" para la construcción de una obra semejante gracias a su ubicación geográfica y a las infraestructuras existentes. Las dos compañías que le hurtaron el proyecto a Bridas, Unocal y Delta Oil, jugaron un papel preponderante en el entorno talibán. El consejero político de Unocal, el norteamericano Charles Santos, conocía muy bien el terreno ya que había sido en el pasado consejero de Mahmud Mestiri, el enviado especial de la ONU a Afganistán. Si alguna duda quedaba sobre ese apoyo mal disimulado, el vicepresidente de Unocal, Chris Taggart, consideró en su momento que las conquistas de los talibanes equivalían "a un desarrollo positivo" ya que esos acontecimientos "podían favorecer el proyecto de gasoducto". Este se ha reforzado hoy con la introducción de otras compañías agrupadas en un consorcio llamado Centgas. Además de Unocal y Delta Oil están el gobierno de Turkmenistán, el grupo paquistaní Crescent, el surcoreano Hyundai, más dos empresas japonesas. Centgas ofrece la instalación de 1500 kilómetros de tubos --743 en Afganistán-- capaces de transportar cada año 20 millones de metros cúbicos de gas. Bridas, que según varias fuentes occidentales apoyó tempranamente a los talibanes a cambio de la construcción del conducto, no está totalmente fuera de juego. Tras muchos intentos, Página/12 pudo recibir la confirmación --por fax-- del viceministro de información talibán, Abdurrahman Hotaki, quien, en un escueto mensaje, afirma que "nunca hemos perdido el contacto con Bridas. Estamos interesados".

Las cartas políticas se dieron vuelta en los últimos meses con la actitud "antioccidental" asumida por los talibanes. A esta transformación se la suman dos cambios más: el surgimiento de un fundamentalismo político por parte de los sunitas y el tibio acercamiento entre Irán y EE.UU. motivado por la influencia del ala moderada iraní, a la cual pertenece el actual presidente Jatami. El sueño del "pipeline" empezó en una empresa argentina que se instaló en Turkmenistán en 1991 cuando nadie había pensado en ello y se prolongó en una pesadilla que dio forma a una guerra interna cuyos actores y raíces son el petróleo, el fundamentalismo, el tribalismo, la caída de un imperio, la desmedida influencia de otro y los insalvables antagonismos del mundo árabe.


HABLA OLIVIER ROY, GRAN ESPECIALISTA FRANCES EN ASIA CENTRAL

"Era una amistad de Bulgheroni"

El principal francés en Asia Central contó a Página/12 la trama secreta de la participación de Bridas en la guerra afgana y las relaciones de la empresa argentina con Turkmenistán y Pakistán, países clave en el Gran Juego.

na29fo20.jpg (12677 bytes)

Boris Yeltsin, desesperado entre la crisis y el avnace talibán

Por E. F.
Desde París

t.gif (862 bytes) Olivier Roy es el gran especialista francés en Asia Central. Autor de varios libros --El fracaso del Islam político, Genealogía del Islam radical y La nueva Asia Central--, Roy sintetiza en esta entrevista con Página/12 la guerra de los talibanes y la otra guerra, más secreta, por el gasoducto. También hace hincapié en la transformación fundamental que se está operando en el Islam y sus consecuencias futuras.

--¿Qué papel viene a jugar Bridas en este gran conflicto tripartito por el control de un gasoducto?

--Mire, en primer lugar no pienso que Bridas tenga mucho que ver con la caída de Benazir Bhutto, como dicen muchos analistas. El problema de Bridas es que la empresa no tiene un peso político enorme, carece de las influencias que tiene la gente de Unocal. Bridas nunca tuvo una antena política en la región. La empresa funciona mucho por relaciones personales del presidente de la compañía, que era un gran amigo del presidente de Turkmenistán. Claro, después se enojaron en 1996. Pero, en suma, creo que el mayor problema de Bridas es que la empresa es utilizada por los demás, los talibanes, los paquistaníes y los turkmenos, para hacer subir los precios. Me parece que el verdadero actor de todo esto es Unocal pero, al mismo tiempo, pienso que los actores locales, por ejemplo los talibanes, no quieren depender exclusivamente de Unocal y, por consiguiente, siguen alentando a Bridas para que la empresa siga en la pista de despegue. Lo paradójico de la historia es que, según sé, las relaciones entre Bridas y el comandante Massud no eran malas. Por eso no creo que, como se dice, Bridas haya apoyado a los talibanes. Eso superaba sus propias capacidades.

--Los talibanes recalcaron no obstante que Bridas seguía como operador potencial.

--A mí también me lo confirmó la gente de Unocal: Bridas no está eliminada. Pero repito: en mi opinión, se trata de una maniobra para mantener la competencia. Hay que destacar que Bridas tuvo primero que nadie la idea de construir el gasoducto. Ellos lanzaron la empresa hasta que Unocal llegó detrás y ... bueno. Creo que los paquistaníes siempre estuvieron a favor de Unocal con la meta de implicar a los norteamericanos en el conjunto del problema.

--¿Cómo explicar entonces la presencia de Bridas en un terreno donde, como usted lo señala, carece de elementos de presión?

--Creo que ése es su único campo posible: ir a donde las otras empresas no van. Y después bueno, cuando en 1991 alguien llegaba a Turkmenistán con un millón de dólares era el bienvenido. Ahora hacen falta 100 millones.

--El problema actual es que ahora aquello en lo que nadie se interesaba se convirtió en un problema geopolítico mayor.

--Dentro del conflicto afgano la historia del gasoducto juega un papel importante pero no enorme. Los talibanes no necesitan de eso: tienen dinero y sus propias fuentes de financiación, en particular el dinero que sacan con el tráfico de droga. El gasoducto juega un papel considerable en las motivaciones de los paquistaníes, de los sauditas y de los norteamericanos. El gasoducto es esencial para los paquistaníes. Les hace falta el gas y, en segundo lugar, si el gasoducto funciona, Pakistán se convierte inmediatamente en el núcleo de Asia Central. Eso, en el plano geoestratégico, es considerable. A los norteamericanos también les interesó porque así podían descentralizar la región evitando pasar por Irán. Pero ahora las cartas de la región han cambiado considerablemente. Hasta 1997, los norteamericanos estaban a favor de los talibanes. Ahora ya no. Las relaciones entre Teherán y Washington mejoran cada día y al mismo tiempo que se degradan las relaciones entre EE.UU. y los talibanes. Es muy importante seguir de cerca la investigación de los atentados de Kenia y Tanzania. Si se llega a probar que hay una responsabilidad, incluso indirecta, del saudita Osama bin Laden en esos atentados, Estados Unidos va a tener que reaccionar y cambiar radicalmente sus relaciones con los talibanes, que lo protegen.

 

--Los talibanes protagonizaron un curioso cambio. Hoy su discurso empieza a asemejarse al del Irán de Jomeini.

--Sí, pero al principio no era así. Son fundamentalistas conservadores, sin proyecto político, un poco como los sauditas. Pero ahora se están radicalizando en el plano político. Se trata de una radicalización semejante a la que vemos en Arabia Saudita y Pakistán: los medios fundamentalistas conservadores se vuelven antinorteamericanos. Esto es una consecuencia del fracaso del proceso de paz de Medio Oriente y también una consecuencia de la radicalización de los sunitas. Ahora que el peligro soviético no existe más, y que Irán se está a su vez normalizando, nos encontramos ante un fundamentalismo sunita que se radicaliza. En mi opinión esto se produce con la guerra del Golfo, donde vimos a grupos ayudados por EE.UU. pasar del lado de Saddam Hussein. El segundo acto de esta transformación es el atentado contra el Trade World Center, perpetrado por círculos apoyados por EE.UU.



PRINCIPAL