"Lo más disolvente es la desocupación. Por vez primera se detecta miedo a perder el empleo, el antípoda del puesto-para-toda-la-vida. Las empresas ya no contratan a mayores de 35 años. Todo es rápido, también la velocidad del ajuste laboral: en el decenio 1984-1994 una reestructuración tardaba cuatro años; ahora, 2,7. Reducidas las horas extras, los maridos vuelven antes a casa, un incordio socialmente mal visto: ¿es que no tienen nada que hacer?." (La descripción de El País de Madrid no corresponde a la Argentina, aunque podría, sino, por una vez, a Japón)
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