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Por S.A.V. Los precandidatos presidenciales de la Alianza, Fernando de la Rúa y Graciela Fernández Meijide, se dedicaron anoche, durante lo que fue anunciado como un debate de ideas, a ponerle voz a la Carta a los Argentinos. Se mostraron serios y respetuosos hacia el otro, mientras repasaban los postulados del documento programático que la coalición presentó la semana pasada. El tratamiento del tema de la corrupción aportó las frases tal vez más sentidas por ambos. "Estoy demostrando con hechos cómo combatimos este flagelo. Los casos actuales tienen que ser investigados a fondo para que no haya lugar para la impunidad", dijo el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. "Los corruptos no tendrán protección política. Cuando hablamos de investigar hacia atrás, no lo hacemos con sentido de venganza, sino que estamos dando un mensaje hacia el futuro, para que todos sepan que se terminó la impunidad", señaló la diputada. Cada uno dispuso de tres minutos para explicar lo que hará en materia de desempleo, gobernabilidad, educación y corrupción si accede a la Presidencia. No hubo diferencias notables entre ambos discursos. Así, a lo que De la Rúa llamaba "batalla educativa", Fernández Meijide lo denominaba "revolución educativa". En lo dos minutos adicionales que se les concedía, agregaban a lo dicho parte del discurso del adversario. Así, abundaron los "como dijo Graciela" o "como dijo Fernando". Una moneda revoleada al aire estableció que fuera De la Rúa quien comenzara. Entre las medidas fundamentales para combatir el desempleo, citó los créditos que posibiliten el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas y el desarrollo de las economías regionales, así como la creación de nuevas ofertas de trabajo. En este último aspecto se refirió especialmente al turismo, la atención de mayores y la defensa del medio ambiente. Meijide afirmó que la gente se siente humillada porque "en todos estos años no hubo una política que buscara una solución a este problema", y puso especial énfasis en la creación de empleo juvenil. Para ella, la salida de la difícil situación actual pasa también por el crecimiento de la economía y las exportaciones, pero, sobre todo, por una búsqueda conjunta del gobierno con los empresarios, los obreros y las organizaciones no gubernamentales. "Bienvenidos los grandes inversores, pero también los pequeños empresarios", dijo, para luego ratificar el compromiso aliancista de bajar el índice de desocupación del 13 por ciento actual al 6 por ciento, a un ritmo de 1,5 por ciento al año. La frepasista, que acertaba con los tiempos y se permitía cederle segundos al radical, abrió el tema de la gobernabilidad. "En 1999 la Alianza será seguramente gobierno y el traspaso del poder se realizará sin drama alguno. Habrá problemas serios, pero construiremos políticas de gran consenso para que los sucesivos gobiernos futuros respeten los grandes lineamientos. Vamos a seguir construyendo sobre los logros, a partir de la elección de los funcionarios más capaces y más honestos. Y no creo en la tesis que dice que el PJ va a hacer una oposición destructiva, porque está claro que no es lo que quiere la gente", fue, en síntesis, su exposición. El radical se pronunció en favor de "un nuevo Estado, que cumpla con los roles que hoy no cumple", y aseguró que la convergencia opositora de hoy hará un gobierno "previsible y transparente, que venga a construir y no a destruir", en el marco de "un funcionamiento correcto de las instituciones". Sobre la educación, De la Rúa expresó que era partidario de "mejorar los contenidos, adaptándolos a los grandes desafíos que hoy se plantean en un mundo globalizado". También habló de la necesidad de "articular el sistema educativo nacional, tomando en cuenta las realidades de cada lugar, porque si en la ciudad de Buenos Aires la deserción se produce generalmente en el tercer año de la secundaria, en las provincias se da ya en la primaria". A todo su ideario lo encuadró en una "batalla educativa". Para Meijide, lo necesario es una "revolución educativa" que no tome en cuenta solamente los contenidos, sino también "la forma en la que se les transmiten los conocimientos a los alumnos". Como De la Rúa, opinó que los salarios docentes deben ser mejorados, a cambio de una mayor capacitación del agente. En materia de corrupción, el primer turno correspondió a la candidata del Frente. "Este fenómeno afecta la eficiencia de la gestión, que es lo que hoy más necesitamos. Los corruptos no tendrán protección política. Cuando hablamos de investigar hacia atrás, no lo hacemos con sentido de venganza, sino que estamos dando un mensaje de futuro, para que todos sepan que se terminó la impunidad", puntualizó. Luego habló de la necesidad de que el Congreso apruebe una ley de financiamiento de los partidos políticos y otra de ética pública, que obligue a los funcionarios, "incluido el Presidente", a mostrar su declaración de bienes. El candidato de la UCR afirmó, a su turno, que "el corrupto es un ladrón que roba plata y se roba también la ilusión de la gente". Enseguida apuntó que "estoy demostrando con hechos cómo combatimos este flagelo", en alusión directa a los últimos casos ocurridos en la Comuna y en la Legislatura porteñas. Luego hubo un espacio para las conclusiones finales, en el que ambos impostaron todavía más la voz e hicieron de sus gestos los gestos de un auténtico presidenciable, para repetir las ideas-fuerza que defienden. En el mismo estudio recibieron los abrazos de los suyos y afuera, en la calle, unos treinta vecinos de dos barrios, les pidieron audiencia para plantearles sus necesidades.
UN PRIMO DE DE LA RUA FUE SU "ASESOR
GESTUAL" La trastienda del debate entre los precandidatos se caracterizó por su calma y su silencio: todo eran susurros, comentarios en voz baja. La gran fuente de ruido fue Aníbal Ibarra, que sobresaltó a los presentes hacia el final del primer bloque cuando sonó su Movicom. Es que Ibarra había llegado unos minutos tarde al estudio y se había perdido la severa advertencia del jefe de piso de apagar radios, teléfonos y beepers. Nadie lo culpó, pero hubo sonrisas cuando, minutos después, fue su beeper el que comenzó a sonar. Los dos protagonistas llegaron temprano y rodeados de asesores y familiares. Fernando De la Rúa llegó en un Peugeot 406 gris junto a su esposa y a uno de sus hijos, Antonio. Los asesores llegaron en un Mercedes Benz que conducía el secretario de Gobierno de la ciudad, Enrique Mathov. Graciela Fernández Meijide llegó en un Renault 19 y en familia, su esposo Enrique, su hijo Martín. Vestía un serio tailleur crema, con una apenas perceptible blusa rosa y zapatos marrones. El jefe del Gobierno porteño lucía uno de sus sobrios, siempre sobrios trajes azules, con corbata también azul a pintas blancas y camisa a rayas. Una vez en el estudio, los candidatos se familiarizaron con la sencilla utilería que incluía una mesita con té y vasos de agua. Los acompañantes se distribuyeron por el estudio, buscando un monitor por el que ver cómo sus respectivos punteros lucían ante el público. El único gesto remotamente hostil entre los grupos partidarios, que después de todo son aliados, fue que hicieron rancho aparte y no se mezclaron. De la Rúa y Meijide cambiaron apenas unas breves frases antes de tomar posición. Después de cada bloque, los asesores se acercaron a aportar ideas para el tema siguiente. No se podía escuchar qué decían, porque seguían todos contagiados de la atmósfera casi eclesial del encuentro. Tal vez el único en distenderse fue Antonio De la Rúa: el monitor que le tocó en suerte estaba en medio de la escenografía de "Duro de acostar", el irreverente y nada silencioso programa que conduce Roberto Pettinato. Otro De la Rúa, Eduardo, asesoró a su primo jefe de Gobierno en lo gestual: como lo notó "rígido" se le acercó en el corte entre el segundo y el tercer bloque para aconsejarle cómo relajarse. Eduardo es un hombre de teatro de Córdoba.
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