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La apropiación de menores, el delito más horroroso

El documental "Por esos ojos" plantea la situación contranatura de una hija de desaparecidos que terminó amando a los asesinos de sus padres.

Mariana Zaffaroni Islas fue condenada a una demoledora tortura psíquica para toda la vida.
Cuando fue ubicada por sus abuelos tenía 16 años y no quiso regresar con su familia de sangre.

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Por Luis Bruschtein

t.gif (67 bytes) "En todos mis años como juez, éste es el peor delito que tuve que juzgar, es peor que el homicidio... es más profundo..." dice el juez Roberto Marquevich en el documental franco-uruguayo Por esos ojos, que se estrenó el jueves en el cine Cosmos. Es el mismo juez que acaba de procesar al ex general Jorge Videla por el delito de apropiación de menores y sustracción de sus identidades.

En el documental se refiere justamente a ese delito, en relación con el caso de Mariana Zaffaroni Islas. El horror del juez tiene una explicación:

en estos casos una persona asesina a otra por razones políticas; además se apropia de sus hijos. Y finalmente se aprovecha de esa situación desigual para los niños con el objeto de conseguir que el hijo justifique el asesinato de sus padres.

El agente de la SIDE Miguel Angel Furci explicó que la madre de Mariana le entregó a la beba, en ese entonces de 18 meses, cuando la subían al avión desde donde se la arrojaría drogada al Río de la Plata. "Cuidámela bien", dice que le dijo la víctima al entregarle su hija. Furci, que se desempeñaba en el campo clandestino Automotores Orletti como parte de la banda de Aníbal Gordon, donde fue detenida y torturada la madre de Mariana, está orgulloso de haber cumplido su palabra. Cuidó tan bien a la niña, que cambió su nombre y la ocultó de su verdadera familia; se la apropió igual que un soldado hace con los bienes del enemigo derrotado. Cuando Mariana fue ubicada por sus abuelos uruguayos, tenía 16 años y no quiso regresar con su familia de sangre. "Ustedes no pensaron en mí" le dijo a la abuela que la estuvo buscando desde el mismo momento de su desaparición. Furci cumplió tres años de prisión y luego Mariana regresó a vivir con él. "Mis padres eran jóvenes idealistas que luchaban para cambiar la sociedad y Furci luchaba del otro lado", justificó Mariana el calvario de su madre sanguínea.

Amar a los asesinos de sus padres transgrede las leyes más elementales de la condición humana, es un pecado tan antinatural que es casi imposible de aceptar para muchos de los chicos que fueron víctimas del delito de apropiación de menores durante la dictadura. Eran chicos y han sido criados por ellos, en muchos casos no pueden dejar de amarlos y entonces prefieren negar la realidad. Pero la realidad se filtra siempre de una manera u otra. Furci primero asistió a la tortura y el asesinato de la madre y luego condenó a la beba a esta demoledora tortura psíquica para toda la vida.

Obligado por una legislación internacional, el Gobierno argentino estableció una indemnización para familiares de desaparecidos. Es una forma de reconocer que el Estado cometió un delito y así como debe repararlo en el plano penal, también se le requiere una reparación civil. Pero Mariana justifica lo hecho por su padre apropiador a sus padres sanguíneos y por lo tanto considera que no hubo delito.

Sin embargo, se presentó a la subsecretaría de Derechos Humanos para cobrar la indemnización por sus padres desaparecidos, de los cuales reniega. Mariana tiene ahora 26 años, estudia derecho y es responsable de sus actos. Una actitud tan contradictoria puede ser el resultado del cinismo, de la inconsciencia o de la necesidad de Furci, pero en todo caso, es producto de esa situación brutal y contranatura a la que fue sometida por su apropiador. A esto se refiere el juez Marquevich cuando dice que es el peor delito que puede cometerse: "peor que el homicidio... más profundo..." Y por este delito, el más terrible de todos, tienen que ser condenados ahora Videla, Massera y los demás responsables.

 

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