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OPINION
CANTAR LAS CUARENTA
Por Carlos Polimeni

Las 40 velitas que ayer sopló Madonna no configuran de por sí una noticia. Sin embargo, el festejo tiene un carácter simbólico ineludible. Madonna, con Prince y Michael Jackson, que también cumplen 40 durante este año, son signos de un tiempo que lentamente comienza a ser ido, signado por las contradicciones, las fragmentaciones, las cirugías, el sexo no tradicional, la falta de certezas y el exceso de preguntas, la frivolidad convertida en bella arte de descarte, la imagen ante todo, la desconfianza, la falta de solidaridad. De un capítulo de la evolución humana transmitido por televisión, como anoche la investigación desde el fondo del oceáno donde duerme sus secretos el Titanic. Nacidos a la luz de la fama con los 80, artistas de la era MTV --en los tres casos luego de infancias cortadas por abusos sexuales--, esta italonorteamericana, este negro jugando a ser blanco y aquel negro parado sobre tacos de mujer le han dado imágenes y fantasías desde el corazón del imperio a millones de personas de todo el mundo. Vistos desde Argentina --donde los que tienen 40 vivieron 14 de sus primeros 25 años bajo dictaduras militares--, estos artistas parecen de otro planeta, y posiblemente lo sean: hay muchos mundos en este mundo, se sabe. A la mayoría de la gente que cumple 40 en la Argentina le hubiese gustado llegar tarde a donde nunca pasa nada y, en cambio, llegó casi siempre temprano a un lugar donde nunca dejan de pasar cosas. Sus pocos ídolos parecen muy menores al lado de los de sus mayores, y mucho más frágiles que los de sus hijos. Es gente reconciliada ya con sus padres, educada por el Estado y reeducada por sus hijos. Algunos se emocionan pensando en un Geloso que nunca tuvieron, en un Winco que un día se perdió, en los libros de la colección Robin Hood. Otros repiten de memoria los parlamentos de Charly en la noche de "Adiós Sui Generis", y se sienten como Gabriela Mistral cuando pensó estas cinco palabras: "Todas íbamos a ser reinas". Gente de Torinos y sea monkeys, de Forest Hills '77 y Nicolino ante Paul Fuji, de Pasolini y Bergman, de Bernao, Rojitas y Willington, gente que aún tiene respingos ante un Falcon verde, que camina por los shoppings pensando que alguna vez incendió algo, que suele tener culpa con su tarjeta de crédito, que ya no se acuerda cuándo fue la primera vez que le dolió subir la escalera, que a veces se descubre dejándose la panza, como alguna vez el bigote o el pelo sin planchar. Gente que suele sentirse el jamón de un sandwich que nadie comió, que sale con documentos a la calle, que está un poco cínica, que no soporta las sirenas ni los discursos, pero llora en el cine. Gente que se pregunta cómo fue que llegó hasta aquí, sintiendo que todo pasó demasiado rápido.

 

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