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LOS FAMILIARES DE LAS VICTIMAS DEL AVION DE AUSTRAL RECLAMAN EN URUGUAY

Una travesía hacia la verdad

Ayer tomaron juntos un barco para ir hasta Montevideo y entrevistarse con el titular de Aviación Civil, a quien le reclamaron los resultados de la investigación. Unidos por la pérdida, forman un grupo que se reúne cada semana, se acompañan ante una operación o simplemente se ayudan con un dobladillo.

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Se juntaron temprano en el puerto para tomar un barco que los llevó hasta Montevideo

Por Mariana Carabajal
Desde Montevideo

Página/12

en Uruguay


t.gif (67 bytes)  Diez meses atrás ninguno se conocía. Pero la tragedia del vuelo 2553 de Austral les estrujó el corazón con la misma intensidad y los puso cara a cara. Primero los ligó el dolor por la muerte cercana. Hoy, los familiares de las 74 víctimas del accidente del avión que se estrelló en suelo uruguayo conforman un grupo unido por el mismo reclamo de justicia: a casi un año de la caída todavía no han podido conocer las causas del desastre aéreo. En su peregrinar en busca de la verdad, ayer viajaron a Montevideo y se reunieron con el director general de Aviación Civil de Uruguay, coronel Félix Tornoni, quien a pesar de tener desde la semana pasada el informe de la junta investigadora en sus manos se negó a adelantarles los detalles del paper amparándose en el secreto impuesto por el juez de la causa. "¿Sabés por qué vamos a vencer? Por el grupo", afirma, convencida, María Inés Espósito, cuyo esposo falleció en el accidente del 10 del octubre.

Con Tornoni se entrevistaron 13 familiares, entre ellos María Blanco de Cécere, viuda del comandante Jorge Cécere, que piloteaba el fatídico DC 9, que había despegado del aeropuerto de Posadas a las 21.18 con destino a la ciudad de Buenos Aires. En medio de un fuerte temporal, el avión se despedazó en un campo cercano a la ciudad uruguaya de Fray Bentos y no hubo sobrevivientes.

"No nos vamos conformes porque entre Tornoni y el juez (Silvestre) Barrera, de Fray Bentos, se siguen pasando la papa caliente y en el medio estamos nosotros. Estamos reclamando hace meses que nuestros peritos puedan acceder a la evidencia del accidente para poder iniciar la demanda civil con mayor sustento. Pero Tornoni dice que el juez no lo autoriza y Barreda le echa la culpa al coronel", se quejó Mirta Badano (48), al salir del despacho del director general de Aviación Civil del Uruguay, en el edificio de Yi 1444, pleno centro de Montevideo. Tornoni prohibió expresamente a la prensa el ingreso a la reunión con los familiares (ver aparte).

 

 

Un desahogo

Otra vez la impotencia, la bronca y cierta desazón envolvió al grupo, que embarcó anoche en Buquebús rumbo a Buenos Aires. Pero no se dan por vencidos. Sentirse unidos les multiplica la energía y la fuerza. "Es inédito un grupo con estas características", observa Mirta Badano, designada, por su locuacidad, encargada de la relación con los periodistas. Desde que cayó el avión, los familiares de las víctimas se reúnen una vez por semana. Primero fue los miércoles, en la sede de la Asociación de Aeronavegantes, para resolver cuestiones burocráticas como la entrega de pertenencias y documentos. Pero poco a poco los trámites fueron quedando a un lado. Ahora se ven todos los viernes en el Centro de Graduados de la Universidad de Belgrano. "Es una especie de desahogo", describe Nora Ridríguez de Cassinelli (46). "Te sentís contenida. Con tus familiares tratás de no hablar del tema para no tirarles tus tristezas. Pero entre nosotros, sabés que el de al lado está sintiendo lo mismo", acota Graciela Irene Barrios (48). "Eso te une y te identifica", dice Graciela Rey (42). Las tres tienen hijos y han perdido a sus esposos en la noche del 10 de octubre, en la mayor tragedia de la aviación civil argentina.

Pero los encuentros van más allá del viernes. El grupo más cohesionado está conformado por unos treinta, que a veces se junta para cenar o se prestan una mano ante cualquier adversidad. Desde una operación quirúrgica hasta coser un ruedo de un pantalón.

El 15 de junio fueron en patota a la clínica Mater Dei a acompañar a María Inés Espósito, viuda de Guillermo Carranza Conte, comandante de Aerolíneas Argentinas que viajaba como pasajero en el vuelo de Austral. "Me tenía que sacar un nódulo que estaba comprometiendo la glándula tiroides y estuvieron todos allí para acompañarme. Sentí, como nunca en mi vida, un pánico atroz de morirme. Y el grupo me bancó", recuerda María Inés, quien perdió en los últimos dos años a su marido, a su hermano (falleció de una hepatitis), a su madre y a su suegra.

 

Un cuerito por un ruedo

Cada no tiene una tarea asignada. Así como Mirta Badano se encarga de la prensa, Norberto Caputo (perdió a su cuñada), que es abogado, se ocupa de los aspectos legales y Silvio Illi (su esposa murió en el accidente), que es ingeniero, entiende en las cuestiones técnicas.

"El grupo se ha convertido en un gran sostén, en una nueva familia", cuenta Mirta Badano (48), también viuda. Con sus dos hijos, había organizado para el día siguiente al accidente una fiesta sorpresa para festejar el cumpleaños de su marido, el ingeniero químico Andrés Badano, que nunca se enteró.

Hace unos meses Mirta recibió un llamado de uno de los varones del grupo --prefiere mantenerse en el anonimato-- que quedó viudo, con una hija de 4 años. "¿Tenés algún cuerito roto o una bombita para cambiar?", le preguntó misterioso. Y ante la respuesta negativa de su nueva amiga, el hombre se despachó: "Es que tengo un pantalón que hay que hacerle el ruedo y no sé qué hacer, ¿No me harías el favor?". Mirta no sólo le cosió el ruedo: cuando lo ve deprimido saca a pasear a su pequeña hija. La última vez la llevó al zoológico.

María Esther de Agostino tiene 63 años. Es una de las más grandes del grupo y se la nota abatida. En el DC-9 viajaba su hermano menor, Mario, de 45 años --"al que quería como a un hijo"--, su esposa Ana María Sampino, de 50, y el bebé que acababan de adoptar en Posadas. "Se retrasaron 3 días de la fecha que pensaban regresar porque donde tenían al bebé le habían dado leche en mal estado y tuvo una descompostura. Por eso se quedaron hasta ese viernes", dice, y el recuerdo le empaña la vista. "Este accidente nos marcó mucho. La vida ya no es igual sin ellos", cuenta, sin disimular su tristeza. María Esther es de las que no falta a la cita de los viernes en la Universidad de Belgrano, ni a la del día 10 de cada mes en el Aeroparque Jorge Newbery. "Nos reconfortamos mutuamente", dice, con un esbozo de sonrisa.

 


Un plazo para los juicios



Por M.C.
Desde Montevideo

t.gif (862 bytes) El director general de Aviación Civil de Uruguay, coronel Félix Tornoni, prometió ayer, a los familiares de las víctimas del accidente del avión de Austral, que esta semana entregará al juez Silvestre Barreda el informe que acaba de recibir de la comisión de expertos de este país que analizaron las causas de la tragedia.

Trece familiares viajaron a esta ciudad para presionar al funcionario. "El 30 de junio nos prometió que el 14 de julio iba a estar listo el informe de la junta de investigación. Pero ya se venció el plazo y todavía no cumplió", señaló Norberto Caputo, abogado y familiar de una de las víctimas. El apuro radica en que el 10 de octubre, al cumplirse el primer aniversario del desastre aéreo, vence el plazo para iniciar el reclamo indemnizatorio en la Justicia para los familiares de las víctimas que no formaban parte de la tripulación del avión. "Todavía no han dejado a nuestros peritos acceder a las pruebas del accidente. Sin ellas y sin el informe se nos dificulta presentar una demanda: es difícil armarla sólo con presunciones", agregó Caputo. "Tenemos la sospecha de que el informe de la junta va a tratar de culpar al piloto y a los aspectos meteorológicos para sacarles la responsabilidad tanto a las empresas Austral como a la Douglas de Estados Unidos que fabricó el avión", añadió. Tornoni debe enviar una copia del informe al juez, y otras dos a la autoridad aeronáutica argentina y a la estadounidense. Estas dos partes, a su vez, tienen 60 días para señalar objeciones. Y recién después surgirá el paper definitivo.



LAS HIPOTESIS PARA EXPLICAR EL ACCIDENTE

Fallas técnicas, mal tiempo o error


t.gif (862 bytes) Desde la caída del DC9 de Austral, se barajaron al menos diez hipótesis sobre las causas del accidente. La primera de todas mencionaba la tormenta, un inusual frente de cumulonimbus que "habría partido en dos la nave". Diez meses después, cuando aún la Junta de Investigaciones de Accidentes Aéreos de Uruguay no dio a conocer su informe preliminar, quedó completamente descartado que la nave se hubiera partido, y se estableció una conjunción de elementos que explicarían el accidente: el error humano, la falla del velocímetro sin alarma y las condiciones climáticas. También se barajó una hipótesis que responsabiliza a los pilotos de una mala lectura del instrumental, lo cual fue rechazado por los gremios aeronáuticos.

Entre las primeras hipótesis se trabajó sobre la posible fractura de la nave, sometida a vientos ascendentes y descendentes de una fuerza brutal. Pero rápidamente los peritos determinaron que la nave cayó entera a tierra. En un primer momento, en base a testimonios de lugareños que mencionaban haber visto una "bola de fuego", también se pensó en un incendio o un estallido, pero los restos demostraron que no hubo fuego a bordo. Una de las primeras versiones sostenía que minutos antes de la caída se encendió una alarma, y los pilotos revisaron el instrumental dos veces, sin detectar la falla pero desatendiendo el frente de tormenta. También se denunció la falla del sistema de comunicaciones con tierra, y que el piloto Jorge Cécere partió con mala información meteorológica. Ambas hipótesis fueron desmentidas por la Fuerza Aérea. Por su parte, voceros de Austral sostuvieron que se trataba de un error humano, y que el piloto fue quien tomó la decisión de partir con mal tiempo.

Del lado de los gremios aeronáuticos, la hipótesis es otra: fallas en el velocímetro. La velocidad de los DC9 se mide con los tubos Pitot, ubicados en el fuselaje. Están expuestos a muy bajas temperaturas, por lo que cuentan con un sistema de calefacción. Desde hace años el fabricante recomendó instalar alarmas que indicaran si falla la calefacción. Austral agregó el dispositivo en sus DC9, pero después del accidente. Según esta hipótesis, falló la calefacción y los pilotos creyeron que perdían velocidad. Abrieron los híper sustentadores tratando de recuperarla, pero en realidad habrían estado muy por encima de la velocidad permitida para abrirlos, lo que provocó la pérdida total del control de la aeronave.


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