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Dos mujeres, dos mundos, dos generaciones unidas

Marta Bianchi y Lydia Lamaison se lucen en "Gracia y Gloria", una comedia que une las historias de una anciana desahuciada y de una solidaria mujer combativa, que intenta alegrar sus últimos días.

Lydia Lamaison y Marta Bianchi, mujeres en una encrucijada.
La adaptación respeta puntillosamente el original estadounidense.

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GRACIA Y GLORIA

de Tom Ziegler puntos 7
(Traducción: Iris Morenza y Elena Antonietto)
Intérpretes: Lydia Lamaison y Marta Bianchi.
Escenografía: María Julia Bertotto.
Iluminación: Baccaro-Bertotto-Daniel Gómez.
Musicalización: Alberto Berbara.
Dirección: Julio Baccaro.
Lugar: Teatro del Globo, M. T. de Alvear 1155, jueves y viernes a las 21, sábado 21.30 y domingo a las 19.30.

Por Hilda Cabrera

t.gif (67 bytes) En la línea de las obras que toman a dos personajes de sensibilidad y pensamiento diferentes, y los colocan en una misma situación para contrapuntear ideas y sentimientos, esta Gracia ... del estadounidense Tom Ziegler explora en tono de comedia los mecanismos de la solidaridad, incluyendo como forma de ésta la asistencia a enfermos terminales. La que va a morir es Gracia, una granjera de 90 años, todavía increíblemente lúcida y vivaracha, que reivindica desde su cama (que por momentos abandona) el derecho a una arisca soledad. Esa es su convicción, pero también su miedo. De ahí que cuando Gloria irrumpe en su habitación, presentándose como integrante de una organización que ayuda a gente como ella, la echa, pero acepta que le alcance una sopera de porcelana para utilizarla a manera de chata.

Gloria se muestra eficiente, creativa, dinámica. La asociación a la que pertenece ayuda a bien morir, pero ella va más allá. No sólo dispone de la medicación necesaria para aliviar los dolores de la anciana, sino también de una filmadora con la que se apresta a registrar los pasos y pensamientos de la mujer, otorgando autenticidad al testamento que ante la cámara recitará la enferma, convenientemente maquillada para la ocasión. Por estos y otros elementos, la obra --traducida y fluidamente adaptada a un lenguaje neutro por Iris Morenza y Elena Antonietto-- no admite traslaciones de tiempo y espacio.

De manera que los personajes subidos al escenario del recientemente restaurado Teatro del Globo siguen siendo estadounidenses: Gracia --testimonio de una vida atada al ritmo de la granja (aquí del estado de Virginia)-- es presentada pudorosamente como analfabeta y creyente, y Gloria --una moderna samaritana desgarrada por un sentimiento de culpa--, como atea, escéptica y diplomada en Harvard. Componiendo a una y otra, Lydia Lamaison y Marta Bianchi, dos intérpretes especialmente dúctiles para la comedia, restituyen a las acciones y a las entonaciones de la voz el poder de expresar cabalmente los vuelcos internos de sus personajes. Ellas son quienes, bajo la minuciosa conducción de Julio Baccaro, redondean una historia hecha de pérdidas y superaciones cotidianas. En este punto, la obra pone en primer plano la fortaleza de la anciana --dueña de una chacra que a su muerte será convertida en moderna urbanización-- y el arrebato de una Gloria que aprovechó las bocanadas de libertad de las mujeres de la década del 60.

Respecto de las oposiciones, éstas quedan prontamente desbaratadas por las mismas mujeres. Conscientes de hallarse en una encrucijada, superan las contradicciones propias y logran entablar un diálogo transparente y ágil, a pesar de algunas reiteradas frases de tono pedagógico. Autor atento a la problemática de las relaciones personales, Ziegler --creador entre otras piezas de Pequeños sacrificios e Hijastros-- apunta a través de la historia de Gracia y Gloria a la "buena conciencia" de la sociedad. Pero lo hace sin indagar demasiado. No intenta, por ejemplo, meterse en el resbaladizo terreno de la hipocresía travestida de solidaridad. De ahí que, aun sin limitarse a pintar un caso, la propuesta sea antes que ayudar a bien morir, aprender a bien vivir.

 

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