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UN MAL QUE AFECTA A CADA VEZ
MAS PERSONAS EN LA SOCIEDAD CONTEMPORANEA
Por Adriana Abeles * ¿Son los ataques de pánico una novedad de este final de siglo? No, pero parece haber un incremento. Primero, es necesario diferenciarlo del miedo: mientras éste se refiere a un objeto, en el pánico no se trata de un miedo a algo. En el pánico, se trata de alguien que en ese momento está sin ninguna relación con sus propios recursos. Si no hay recursos, hay inermidad, y, podríamos decir, un sentimiento de absoluta ausencia del cuerpo. No se trata de miedo a un objeto sino a todo, ya que todo lo que se da por existente ha quedado del lado del otro, no del lado de la persona misma. El otro está más presente que nunca --en el sentido de lo otro que uno--, toma su máxima consistencia y esto lo deja abrumado y solo, sin disponer de sus propios recursos; solo de sí. Un caso: M. llega a la consulta traída por una persona y en un auto que la espera en la puerta. Para que llegara a la primera entrevista fue necesario que el comienzo del trabajo se realizara por teléfono. Habla de sus pánicos, no puede ir a ningún lado. De todas las manifestaciones corporales clásicas del pánico (mareos, hipersensibilidad a los ruidos, aumento o disminución de las frecuencia cardíaca y respiratoria, esofagitis, sudoración) ella tenía conjuntamente diarrea, mareos, sudoración, falta de equilibrio, imposibilidad de moverse y un no poder decir nada: se quedaba sin palabras. M. se anticipaba permanentemente: temía y vaticinaba la muerte de familiares y amigos, y de ese modo perdía su lugar en el presente. Quien está desalojado del presente tiene dificultad para circular por el mundo. En esta oportunidad se trata del desalojo temporal por la permanente anticipación. ¿Son los ataques de pánico nuevas formas del malestar del final de siglo? Interrogar al siglo XX desde el psicoanálisis nos lleva a preguntarnos cuál es el futuro de la profundización de los efectos del capitalismo en la estructura humana. ¿Cuáles son los efectos del discurso capitalista sobre la vida contemporánea? Llamamos, desde Freud, "malestar en la cultura" a la insatisfacción o imposibilidad de satisfacción absoluta para cualquier ser humano; agreguemos que hay más malestar cuanto más quiere desconocer cada uno esta imposibilidad de satisfacción. En la actualidad, este malestar se debate entre los modos del autismo del final de siglo y el estatuto de lo individual en el neoliberalismo de esta época. Hoy en día, el criterio predominante para ubicar lo verdadero es la imagen. Hemos pasado de la cultura de los liderazgos a la tiranía de la imagen. Entre "el enemigo extranjero" e Internet se verifica un borramiento de fronteras; recordemos que una condición del enemigo es la ubicación de territorios. Se borran los liderazgos: no se trata ya de cuáles son las ideas y quiénes las sostienen, sino de lo que es orientado por el mercado como líder: el poder es anónimo y lo tiene el mercado, rasgo propio del capitalismo que está en su máxima expresión. Entonces, el pánico podría relacionarse con la pérdida de estatuto de los líderes y de la extranjeridad. Ensayemos una fórmula provisoria: más globalización, menos extranjeridad, menos liderazgo: más pánico. En la cultura contemporánea, con relación a la imagen, hubo un recorrido desde de la pintura a la fotografía y de allí a la televisión: va de lo fijo a lo móvil, de lo escrito a la imagen que va más allá de las diferencias del lenguaje --las imágenes de la televisión sin el sonido--. Transitamos el tiempo del "fin de la historia". No más fines, sólo medios, medios masivos, el imperio es la televisión, versión privilegiada de la historia: hay simultaneidad, el registro coincide con el hecho. El Estado contemporáneo es desfalleciente, no es un Estado protector. Sin embargo, el desfallecimiento del Estado es una oportunidad para apostar del lado del sujeto. Este fin de siglo ofrece dos caminos: la queja o la ubicación de una oportunidad para el ser humano. El psicoanálisis plantea que no hay una realidad en sí y una apariencia: la realidad misma que habitamos es ficcional. En esta ficcionalidad participan tres órdenes constitutivos de lo humano: lo real, lo imaginario y lo simbólico anudados, amarrados, en el cuerpo, y el sujeto se aloja en esta ficción. En el momento del pánico hay un sujeto desalojado, sin un imaginario que lo aloje, sin ficcionalidad. ¿El pánico es un afecto o es el fracaso de los afectos? Digamos que es el fracaso de los afectos, hay un sentimiento de aniquilación. Se trata, en ese momento, de un sujeto desalojado del mundo: podríamos decir que está fuera del tiempo y el espacio, o sin tiempo y sin espacio. Esto tiene como consecuencia no contar con un cuerpo propio. Y esa ficcionalidad que permite alojarse en el mundo se constituye por un juego de presencia y ausencia, de ocultamiento y desocultamiento. Esta alternancia ha quedado conmovida en este final de siglo, con el exceso de presencia, la falta de ausencia, una imagen cuya presencia es permanente, excesiva. Tomemos como ejemplo el videoclip, una hipnotizante sucesión de imágenes que no da respiro, ya que es pura sucesión de imágenes. Al predominio de la imagen, en el exceso de desocultamiento, le corresponde la caída de la imagen en tanto simbólica: he allí lo efímero. La globalización mediática es productora de lo efímero. El otro social está más presente que nunca, más visible que nunca, hay menos alternancia en el ocultamiento-desocultamiento. Entonces, podemos vaticinar diversas apariciones del ocultismo, que no oculta ni desoculta. Porque hay necesidad de lo oculto o, mejor dicho, de la alternancia entre lo oculto y lo que se muestra. Heidegger habla de "la época" como el modo que tenemos de transitar el propio tiempo. El incremento del pánico presentifica otra idea de la errancia humana, más desalojada, sin destino, sin lugar, sin época: con un exceso de incidencia del mercado. Este desalojamiento de lo imaginario implica sin tiempo y sin espacio, el tiempo como efímero y la pérdida del destino. El hombre del final de siglo, acosado por la puntualidad de la imagen se queda sin tiempo, y acosado por el mercado se queda sin destino. En vez del destino en la cultura --destino en el sentido de designio-- están los objetivos del mercado, construidos en relación a los medios masivos. En la lógica colectiva de este fin de siglo de cultura globalizante, en este momento que algunos llaman posmoderno, de fin de la metafísica, sin embargo el sujeto tiene la posibilidad encontrarse más radicalmente frente a su autoría como sujeto. He aquí una oportunidad, y no la queja. * Miembro del directorio adjunto de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL).
MESA REDONDA SOBRE LA HISTORIA DEL AMEGHINO En el 50º aniversario del Centro de Salud Mental Nº 3 Dr. Arturo Ameghino se realizó una mesa redonda sobre la historia de la institución: en ella, a modo de aleph borgeano, el célebre instituto de la calle Córdoba se constituyó en microcosmos desde el cual leer años cruciales en la historia de la salud mental y de la sociedad argentina. "La creación de este Centro se inscribe en una tradición reformista que llega hasta Ameghino y se desarrolla después en el Hospital de Lanús gracias a Mauricio Goldenberg --dijo Hugo Vezzetti, historiador del psicoanálisis y profesor en la UBA--. En el caso de Ramón Carrillo, que cumple un papel fundamental en la creación de este Centro, es evidente que su representación de la sociedad se integraba a un programa de transformación social desde el Estado." Para Vezzetti, las limitaciones de ese proyecto de los años 40 provenían de "una insuficiente renovación de los saberes necesarios", ya que "la Universidad no acompañaba demasiado, ni en el caso de Medicina y mucho menos desde un espacio académico de las ciencias sociales que ni siquiera existía". Sin embargo, destacó, "esa tradición debería ser rescatada y actualizada"; de lo contrario, es posible "estar instalado en el espacio público aplicando una lógica y objetivos del espacio privado". Estela Calvo --que investigó para el Conicet la historia del Ameghino-- destacó que el origen del Centro se liga con el de los consultorios externos en psicopatología, a partir de 1930: "Comienza con los cuatro consultorios que la Liga Argentina de Higiene Mental inauguró en el Hospicio de las Mercedes" y culmina, en 1963, con la creación de los servicios de psicopatología en los hospitales municipales de Buenos Aires. En esos orígenes, "la doctrina de Carrillo que propone el derecho universal a la salud" se contradice con "los métodos de la psiquiatría, como el electroshock, que amordazan toda intención de ser algo más que un cuerpo". Gilou García Reynoso --que fue didacta en la APA y fundadora de Plataforma-- observó que "la corriente del higienismo, de la que formó parte Arturo Ameghino en la época de la gran inmigración, llevó a una segregación de lo diferente: desde ella, en otros países, se llegó al nazismo, a la eliminación de los enfermos mentales: 'sanear la sociedad' puede ser terrorífico". Es que "no todo en el origen es glorioso: toda institucionalización trae su lado bochornoso, vergonzante, pero las instituciones no hablan de ello". Las ponencias fueron transcriptas por Adriana Dreizzen y Ruth Taiano y publicadas en la revista Desde el Centro.
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