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Miguel Bonasso contó en una nota que en el software de Bill Gates, el Windows 97, cuando se comete un error ortográfico o gramatical --esto es, lo que para la máquina es un error o para Bill Gates es un error, o para quien trabaja para Bill Gates es un error-- aparece un subrayado cursivo rojizo. El procedimiento denuncia que estamos escribiendo algo mal, o que no existe, que es casi lo mismo. Según este método, dice Bonasso, "la palabra militancia no existe más". Pensé, a partir de este dato, en cómo será la militancia, lo que ya no existe, en la era de la corrupción, de las mafias de las policías provinciales, de la globalización. Y recordé que una vez a Mariano Grondona lo escuché despreciar la palabra "militancia". Dijo algo así como: quiero "ciudadanos votantes sí, militantes no". Pero lo recuerdo en mi visión de alumno-militante de los '70 no en esta versión 1998 pasada por el Windows. Tecleo entonces "militancia" y le doy enter. La máquina no reconoce la palabra. Voy a la biblioteca, bajo la enciclopedia, y comprendo la aprehensión de Grondona: militancia tiene que ver con militar, con colectividad dedicada a los menesteres de la guerra. Lo que la máquina no reconoce es la lucha de quienes marchan contra las impunidades, como Ulises González, padre cipoleño de las hermanas asesinadas junto a su amiga. Un hombre suplicante de justicia, sobreviviente del peor dolor, que todos los domingos encabeza una marcha aplaudiendo quince cuadras ininterrumpidas. En ellas se nombra a las víctimas y se grita "presente", frente a la casa donde el juez de instrucción va a veces, frente a la comisaría donde se juntan víctimas y victimarios sospechantes de todo. Alguien, estoy de gira con mi obra, se me acerca y me dice: "Esto ya pasó en Cipolletti hace treinta años pero el violador amenazó con levantar la clínica y dejar al pueblo sin servicio ante algún castigo". Militar es lo que hacen los que marchan junto al padre de los chicos asesinados en Río Colorado. Saben que los mató la policía porque presenciaron un contrabando de hacienda de uniformados. Y veo que la Patagonia arrastra una larga tradición de crímenes uniformados, desde la masacre del Coronel Varela hasta la de Freddy Pazos en Viedma. También en el sur timba, falopa y putas redondean los sueldos policiales al amparo político de los narcos. Y en todos los pueblos los supermercados destrozan los almacenes, en todas las rutas hay lucecitas rojas de prostíbulos invisibles a los policías y los jueces, y los pastores evangélicos compran los teatros, y los dueños tradicionales ceden sus diarios, radios y cables a los grandes holdings comunicacionales. A casi todos los pueblos llegó la globalización sin militares. Por suerte no a Villa Regina, ahí retienen un teatro que es orgullo arquitectónico, aunque de poco sirve a los productores, que trabajan a pérdida desde hace tres años y deben seguir hasta hipotecar sus propiedades a favor de las grandes empacadoras. Cada vez menos ricos, más ricos. Los países con pocos ricos muy ricos son los más corruptos. Está probado. Argentina campeón. Y aunque sé que no se puede ir en procesión y repicando, pero también sé que a Dios rogando y con el mazo dando, trato de scanear un papel con un texto que me dejó una adolescente. Creo que en Cutral-Có, no sé, o en otro lado, pero a mí me apareció en Cutral-Có. Digo me apareció --el papel doblado con la poesía entre el bordereaux de la gira y una boleta de hotel-- en Cutral-Có. Un pueblo que tiene cincuenta por ciento de desocupados pero un maquinista teatral de rostro mapuche que guarda una revista con una foto suya, entre cientos de gendarmes armados, con su hondera de bulones enarbolada y un pañuelo piquetero. El papel de la chica dice: "Instrucciones para cambiar el mundo: constrúyase un cielo más bien cóncavo, píntese de verde o de café, colores terrestres y hermosos, salpíquese de nubes a discreción, cuélguese con cuidado una luna llena en Occidente, digamos a tres cuartos sobre el horizonte respectivo, sobre oriente inicie lentamente el ascenso de un sol brillante y poderoso, reúna hombres y mujeres, hábleles despacio y con cariño, ellos empezarán a andar por sí solos. Contemple con amor el mar, descanse el séptimo día. Reúna los silencios necesarios, fórjelos con sol, mar y lluvia y polvo y noche, con paciencia vaya afilando uno de sus extremos, elija un traje marrón y un pañuelo rojo. Espere al amanecer y a la lluvia para irse. Marche a la gran ciudad, al ver a los tiranos huirán aterrorizados atropellándose unos a otros, pero no se detenga la lucha apenas se inicia. Subcomandante Marcos". Lo único que me alegra hoy, cuando estoy de vuelta en Buenos Aires tras la gira es algo --que por otra parte demuestra que el presidente Menem no miente cuando dice que en la Argentina se acabó la impunidad--: me entero de que los delincuentes Carlos Wowe, ex juez, y Gustavo Green, ex secretario de Lucha contra el Narcotráfico, presos vip, están obligados a oler, mientras comen, las flatulencias del doctor Trovato. A ellos les pido que no se enojen con él. Que en todo caso, jueguen a quien caza más pedos con el olfato.
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