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VENECIA 8 puntos de Jorge Accame Por Cecilia Hopkins Si hay algo que caracteriza a la directora Helena Tritek es el modo en que aparecen en sus puestas las manifestaciones teatrales de expresión popular. Así, entre los rasgos que definen sus espectáculos, el lenguaje simple y directo aparece como un imperativo de primera obligación; a esto se suman los quiebres imprevistos que irrumpen con la misión de propiciar el humor y los vestuarios de colores y texturas muy variados, que no intentan disimular cierto gusto por la exageración. Y si cabe, está visto que Tritek no dudará en incluir música y algunos pasos de baile. Con las variantes que cada caso exige, la directora se las ha arreglado para imponer su nota personal: desde Gambas gauchas (con las autodefinidas "indepilables" Gambas al Ajillo), pasando por Nenucha (comedia musical que reunió a Adriana Aizenberg y Gogó Andreu) y Corazón disparado, sobre textos de la brasilera Adelia Prado. Ahora, el jujeño Jorge Accame, autor de Venecia, le brinda a la directora una nueva ocasión para continuar con su línea de trabajo. La pieza transcurre en una zona marginal de la ciudad de Jujuy, en el prostíbulo de mala muerte que regentea La Gringa (una irreconocible y muy efectiva María Rosa Fugazot), madama decrépita y ciega, que delira recurrentemente, soñando reencontrarse con un viejo amor que tuvo en Italia. La escenografía de Cristina Villamor reconstruye con minucioso detalle el puñado de taperas donde Rita, Graciela y Marta ejercen su oficio. Sus vidas transcurren en relativa armonía, aconsejándose mutuamente e intercediendo unas por otras, sin que esto sea obstáculo para "chorearse" entre ellas algún cliente. La mención de los cinco pesos suplementarios que embolsa la que rompe el código de la profesión subraya el estado económico crítico de estas trabajadoras del sexo. Sin embargo, aparte de breves menciones acerca de la infancia desgraciada de alguna de ellas, no hay en Venecia una voluntad de componer un alegato social. El autor elige, en cambio, contar una historia en la que la imaginación del grupo juega un papel decisivo, para lo cual prevé un quiebre en el desarrollo costumbrista del planteo inicial, algo que la puesta de Tritek resuelve con acierto convocando a Alejandro Viola, integrante del grupo Los Amados. Cuando los personajes deciden fraguar un viaje a Venecia para que la
Gringa se reencuentre con su Giacomo, el proyecto los obliga a cumplir con una serie de
preparativos ridículos bajo la dirección del Chato (excelente el desempeño de Roly
Serrano). El trío de prostitutas --muy parejas las tres: Vanesa Weinberg, Laura Espínola
y Marta Paccamici-- se irá involucrando con él cada vez más hasta quedar instalados,
los cuatro, en el mundo ficticio que construyeron. El elenco se luce por la convicción
con la que responde a la propuesta de la dirección. Sin desbordes ni estudiados
naturalismos, los personajes construyen cada situación tensando miradas y diálogos.
También saben sacar provecho de la tonada norteña que utilizan --un riesgo que no es
fácil de afrontar sin caer en la impostura-- transformándola, a pasos del Obelisco, en
un elemento casi exótico.
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