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VIGILAR Y CASTIGAR
Por Martín Granovsky


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t.gif (67 bytes) La columna fue publicada en la sección Op-Ed del New York Times el último domingo. Su título, "Cómo es la guerra actual". Su autor, un experto capaz de escribir de manera descarnada que los atentados a las embajadas de los Estados Unidos en Tanzania y Kenia eran solo parte de un mundo convulsionado, y que no serían los últimos con víctimas norteamericanas.

"Luego de las bombas en Kenia y Tanzania, el atentado en el World Trade Center y las bombas en Riad y Dahran, en Arabia Saudita, en 1995 y 1996, los americanos deben enfrentar la realidad de que nuevos ataques serán inevitables, y que quizás se produzcan con armas más y más terroríficas", decía el columnista.

Agregaba que la mayor deficiencia de los Estados Unidos para combatir el terrorismo "es política y estratégica". Y explicaba que las fallas en la guerra contra quienes pusieron bombas en tierra y en aire eran, en realidad, el producto de una concienzuda decisión del gobierno, que había tenido en cuenta prioridades políticas.

Ejemplo número uno, Libia. Si los Estados Unidos hubieran deseado escalar una respuesta a la destrucción del vuelo de Pan Am 103 en 1988, atribuido al terrorismo prolibio, se habrían encontrado solos y condenados por la comunidad internacional.

Ejemplo número dos del columnista, Arabia Saudita. Es verdad que la Casa Blanca y la CIA no presionaron a los saudíes para que entregaran más información, que seguramente poseían, sobre los atentados dle '95 y el '96. Pero presionarlos más habría supuesto un nivel de enfrentamiento intolerable con un aliado clave en el Golfo Pérsico.

El autor de la nota sacaba tres conclusiones:

* El gobierno nunca admitirá la primacía política sobre la del contraterrorismo.

* Una visión más militante del contraterrorismo llevará a los Estados Unidos a "actuar violenta y solitariamente", sin otros países "se sumen a nosotros en una cruzada".

* "La violencia retributiva, no importa cuán masiva resulte, casi iinevitablemente entrañará, como respuesta, más violencia contra nosotros."

La prueba de la última afirmación sería, para el columnista, el propio caso de Libia. Según él, que a su vez cita a "muchos expertos", la destrucción del Pan Am 103 habría sido una retaliación, un castigo, luego del intento de Ronald Reagan de matar a Muamar Kadafi bombardeando su casa en Tripoli.

Nada de moral. Nada de Derecho Internacional. Nada de crítica a la guerra. Para el columnista, sin duda un hombre práctico, el castigo no sería beneficioso y, además, implicaría riesgos aún mayores contra los mismos norteamericanos. Un enfoque posible, más interesante aún releído ayer, tras los ataques sorpresa contra un presunto campamento afgano y una supuesta fábrica de armas químicas en Sudán.

Hay otros, por supuesto. Por instinto, parte de la prensa estadounidense se preguntó si los bombardeos no estarían tapando el escándalo Lewinsky. Más aún: hoy, junto a la noticia de los ataques, los diarios publicarán que los investigadores judiciales pueden poner en aprietos al vicepresidente Al Gore en la pesquisa por la financiación de la última campaña. ¿Afganistán y Sudán no son una tapadera? Excesiva conspiración: en rigor, las sospechas solo sirven para demostrar que tenía razón Thomas Friedman, el notable periodista del New York Times, cuando escribió que tras el caso Lewinsky todo el mundo dirá que cualquier iniciativa diplomática de Clinton es una forma de tapar el escándalo, y que por eso el Presidente no debía haberse enredado con una becaria.

En un país como la Argentina, nadie puede justificar de ningún modo, ni siquiera con una causa noble, las bombas asesinas contra las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania. Entre ellas y los atentados contra la embajada de Israel y la Amia no hay diferencias. Es el mismo terror.

El problema es si violar la ley contra la violación de la ley es justo. Si alcanza con que quien lo haga fundamente el ataque en que es la potencia militar hegemónica, indiscutida e indiscutible. Si la supresión de nuevas vidas compensa la supresión de las otras y evita la supresión de blancos en otros puntos del planeta. Si no corren riesgo los blancos como la Argentina, que por impunidad e ineficiencia propias son blancos fáciles. Si, en fin, los ataques son eficaces.

El columnista del principio recomendaba otros caminos para vivir en un mundo que, decía, su país "domina pero no controla". Uno de ellos, que los Estados Unidos restaran peso al terrorismo presionando con menos remilgos en favor de la paz en Medio Oriente. Era una de las sugerencias del autor de la nota más polémica de los últimos días, a quien nadie se animaría a confundir con un pacifista de izquierda: Robert Gates, el ex director de la CIA en la Administración Bush.

 

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