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Por Carlos Noriega desde Lima El general Nicolás Hermoza Ríos (63) fue sorpresivamente destituido de la comandancia general del Ejército y de la presidencia del comando conjunto de las fuerzas armadas por el presidente Alberto Fujimori. La noticia conocida minutos antes del mediodía de ayer, sorprendió al país y dio pie a especulaciones y rumores de todo tipo. Hermoza dirigía las fuerzas armadas desde enero de 1992 y hasta su inesperada caída estaba considerado como uno de los tres hombres más poderosos del Perú. Fue pieza clave en el golpe de abril de 1992. Formaba parte, junto con el presidente Fujimori y el asesor presidencial Vladimiro Montesinos, del triunvirato cívico-militar que desde el golpe de abril de 1992 gobierna autocráticamente el Perú. La santísima trinidad del poder se queda sin una de sus figuras. El propio hermano del general, el congresista oficialista Juan Hermoza, confirmó que su hermano no había renunciado, sino que había sido destituido. Hermoza ha sido reemplazado por el hasta ayer ministro de Defensa, general César Saucedo. El poderoso general Hermoza fue despedido por Fujimori en una fría ceremonia castrense de apenas 10 minutos, realizada en el patio principal del palacio de gobierno. Fujimori estaba acompañado del sucesor de Hermoza, el general Saucedo, cuyo nombramiento aún no se había hecho público. Las verdaderas razones de la destitución son motivo de las más diversas especulaciones. En primer lugar, está el contexto en el que ocurre la destitución del general Hermoza: el recrudecimiento de las tensiones fronterizas con Ecuador. Aunque el acuerdo firmado hace unos días alejó, al menos momentáneamente, el peligro de un nuevo conflicto armado, la situación con Ecuador está lejos de haberse calmado. Según una fuente cercana a los altos mandos militares que conversó con Página/12, cuando el Perú denunció la infiltración de tropas ecuatorianas en su territorio, el general Hermoza habría sido partidario de usar la fuerza militar antes que la diplomacia para resolver el conflicto. Según esta fuente, el general victorioso veía en un desalojo militar la oportunidad de reivindicar su figura como jefe militar luego de la derrota que las fuerzas bajo su mando sufrieran en el conflicto del Cenepa en 1995. Pero el gobierno optó por resolver el conflicto por la vía pacífica y una vez calmadas las aguas se habría decidido hacer a un lado al jefe militar. Sin embargo, hay quienes discrepan con esta versión. Por ejemplo, el ex primer ministro Javier Valle Riestra respondió a esta interpretación de los hechos asegurando que "el general Hermoza era partidario del apaciguamiento con Ecuador". Pero la salida de Hermoza también se interpreta como parte del juego político interno y una consecuencia de la crisis que atraviesa el gobierno de Fujimori. Frustrado el intento de democratizar la imagen de Fujimori y recuperar popularidad con el nombramiento como primer ministro del ex senador socialdemócrata Javier Valle Riestra, algunos analistas interpretan la destitución de Hermoza como un nuevo recurso para intentar recuperar el apoyo popular que ha abandonado a Fujimori. Hermoza era una figura cuestionada por más del 30 por ciento de los peruanos y su salida ya había sido mencionada en otras oportunidades como una carta del fujimorismo para reconciliarse con la opinión pública. Estuvo a punto de caer en diciembre de 1997, pero una demostración de fuerza, en medio de la cual se llegó a hablar de una amenaza de golpe militar, lo mantuvo en el cargo. Desde entonces su figura se fue debilitando paulatinamente. La decisión se ha tomado en momentos en que la popularidad del presidente sigue cayendo (su apoyo es de alrededor del 30 por ciento) y cuando en el horizonte se presenta la amenaza de un referéndum que podría sepultar el sueño re-reeleccionista del presidente peruano. Los fujimoristas han buscado detener el referéndum, apoyado por casi un millón y medio de firmas, con una apelación legal. Precisamente, mientras en el palacio de gobierno Fujimori despedía solemnemente a Hermoza, en el jurado electoral se escuchaban los argumentos de una y otra parte sobre la legalidad de la convocatoria a referéndum. La decisión del jurado quedó sujeta al voto. Diversos analistas coinciden en que si se sigue adelante con el referéndum Fujimori deberá tomar decisiones dramáticas y drásticas para intentar ganarlo, ya que las encuestas revelan que un 70 por ciento de los peruanos se opone a la re-reelección. La salida de Hermoza podría ser el primero de esos gestos para buscar el favor del electorado. Si se da la segunda opción y el jurado se tumba el referéndum, entonces habrá un gran escándalo. La cabeza de Hermoza sería el precio para calmar en algo las aguas de ese escándalo. En cualquiera de las dos opciones posibles, Hermoza era la pieza a sacrificar. Haciendo un símil ajedrecístico se podría decir que al gobierno le ha llegado la hora de sacrificar las piezas más importantes, lo que en ajedrez ocurre cuando el rey está cercado. Otra pregunta a resolver es cómo queda la cúpula del poder luego del alejamiento de una de sus figuras clave. Muchos ven un reforzamiento del poder del siniestro asesor Vladimiro Montesinos, quien siempre disputó con Hermoza el control de los puestos clave en las fuerzas armadas. De esa opinión es el congresista opositor Fernando Olivera, para quien "Montesinos estaría consolidándose con esta destitución. Hermoza debió haberse ido hace mucho tiempo, pero también tiene que irse Montesinos". Sin embargo, el nombramiento del general César Saucedo --considerado un hombre cercano a Hermoza, quien con los restos de poder que le quedaban logró dejar en el cargo a uno de los suyos-- es una derrota de Montesinos, cuyo candidato al cargo era el ministro del Interior, general José Villanueva. Pero puede ser sólo una derrota temporal. Ya se comienza a especular quién será el sucesor de Saucedo en los cambios de fin de año. Y aquí aparece otra vez el nombre del "vladimirista" general Villanueva. En 1999 los principales cargos en el ejército serán ocupados por miembros de la promoción del ex capitán Montesinos y ése será el momento para que uno de los suyos, en este caso Villanueva, asuma el control del ejército. Entonces, Montesinos, ya sin un contrapeso en las fuerzas armadas, habrá consolidado su gran poder. Al menos eso es lo que en sus cálculos espera el maquiavélico Montesinos.
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