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Por Martín Pérez desde Santiago de Chile ![]() Como el gimnasio del Parque Sarmiento, la Estación Mapocho es un lugar de techo alto y poco acogedor. Ante los más de seis mil espectadores, el grupo supo sin embargo cómo sonar: la voz de Corgan bien al frente, guitarras y teclados liderando la mezcla, y batería y percusionistas casi fundidos. Eso sí: a diferencia del estéticamente poco seductor gimnasio porteño vecino a la General Paz, la céntrica Mapocho es una centenaria estación de trenes reciclada, la escenografía perfecta para cualquier video de Corgan y Cía. Y también para un show en vivo que abreva casi exclusivamente del cuarto opus Pumpkin, al que se le agregan selectas páginas del doble Mellon Collie and the Infinite Sadness e incluso (y fuera de programa) aquel "Perfect" de Siamese Dream. A pesar de los reconocimientos a la música electrónica de Chicago que Corgan dejó escapar en la conferencia de prensa que dio aquí, el show en vivo de su grupo poco tiene de electrónico. Con los climas a cargo de las teclas del ex Bowie Mike Garson y el ritmo multiplicado por tres pero particularmente anidado en los parches del incansable Kenny Aronoff, bien podría ser calificado como contundentemente acústico. Al que se suma la presencia de esa rubia Morticia apellidada D'Arcy y el Billy "Tío Lucas meets Largo" Corgan a cargo de las voces y los solos de guitarra más agudos y retorcidos. A su lado, pero tan atrás como lo permite su autista presencia, Ilha se encarga del resto de lo que corresponda a las guitarras. Como un niño malcriado al que sólo quieren sus padres (y sus fans), las canciones/confesiones de Corgan dejan el protagónico a sus caprichos musicales. De esta manera, cada tema se alarga a veces hasta perder su sentido (y otras resignificándose con acierto). Los Smashing aburren y emocionan según el tema, e incluso ambas cosas a la vez. Entre tanta confesión, el momento más directo es cuando Billy y James se arman de guitarras acústicas y recorren "Tonight, Tonight", "Disarm" y "Perfect", una de cada uno de sus últimos Cds. El siguiente también es significativo: el trío rítmico del grupo toma el mando, y luego de sus solos, Billy regresa al escenario para aullar "El mundo es mi vampiro" y subir todo el volumen con una contundente versión de "Bullet with Butterfly Wings". Los bises: ese irresistible hit llamado "1979", y la declaración de principios encerrada en una deshilvanada versión de "Transmission" de Joy Division, que incluyó el recitado de la letra del "Let's Dance" de David Bowie. El epílogo --que van repitiendo durante la gira-- llega cuando, sin dejar de tocar el tema, D'Arcy, Corgan y Ilha entregan sus instrumentos a tres fans elegidos al azar, para que acoplen, hasta que sus roadies los pasan a buscar en medio del aplauso general. Version post-grunge del decadente "Cualquiera puede cantar", Corgan y Cía. dejan claro al final de su show que "Cualquiera puede tocar". Eso sí, pese a tanta pátina dark, pese a tanta oscuridad, pese a la cita de Joy Division, para los S. P. el amor no desgarrará otra vez. "El amor es bueno/ el amor es amable/ el amor es ciego/ el amor es bueno y mío todo el tiempo", canta Billy en "Shame". La redención, después del infierno.
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