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Panorama Económico
Monopoliza y triunfarás
Por Julio Nudler

t.gif (862 bytes) En los meses que le quedan de gobierno, el menemismo tiene varias cartas valiosas para negociar con algunos fuertes grupos económicos, investigados por presuntas maniobras monopólicas sobre las que no hubo aún veredicto. La llave está en manos de Alieto Guadagni, secretario de Industria, Comercio y Minería, que es quien decide en última instancia sobre los casos planteados ante la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC). La legislación da suficiente margen como para fallar hacia un lado o el otro, de acuerdo a razones genuinas o políticas. Los litigios le ofrecen al gobierno dos posibilidades alternativas. Una es sancionar a los denunciados para conseguir un rédito político. La otra, exculparlos a cambio de alguna forma de respaldo.

Algunos de los casos de mayor calibre, rastreables en la página virtual de la CNDC, involucran a YPF, el cable y TyC. Todos ellos muestran los caminos por los cuales la concentración económica puede destruir la competencia y afectar a los consumidores. Estos se ven bastante desamparados en un país cuya legislación antimonopólica (la ley 22.262, de 1980) no dice nada sobre fusiones ni absorciones. Por tanto, el expediente de tragarse al competidor para suprimir la concurrencia está disponible para cualquier conglomerado.

En el caso de Torneos y Competencias, la eliminación de todo eventual intruso en el negocio tomó la forma de un contrato de exclusividad para la televisación de los campeonatos que organiza la Asociación del Fútbol Argentino. Lo llamativo es que el convenio se extiende hasta el año 2014. Semejante duración no es admitida en los países europeos ni en Estados Unidos, donde las concesiones son anuales.

El affaire de las naftas es muy conocido: por más que caiga el precio de los derivados en el mundo, los surtidores argentinos no se dan por enterados. Es el costo que los automovilistas locales pagan porque el gobierno privatizó YPF en bloque, con lo que instaló una estructura mercadual donde hay un claro líder privado y otras compañías que ganan mucho más siguiendo su estrategia que declarándole una guerra de precios. Curiosamente, el propio Guadagni suscribió con Pablo Gerchunoff un estudio que recomendaba dividir Yacimientos en cuatro partes antes de venderla, el mismo criterio que había sustentado un escrito anterior de Daniel Artana y Luis Soto, miembro éste de la CNDC. Pero la idea de José Estenssoro se impuso.

Más pobres que los automovilistas son los consumidores de gas licuado, pero eso no los salva. El precio se duplicó desde la privatización, y el de la garrafa aumentó lo suficiente como para que hoy cueste el doble que en Estados Unidos, donde no hay subsidios. Como todo, también esto tiene una explicación: el precio local subió hasta donde lo permite el costo de importar este mismo producto, que en ese caso carga con un flete particularmente gravoso.

Paradójicamente, el precio interno ascendió drásticamente pese a que la producción de gas licuado creció sensiblemente como subproducto de la refinación de petróleo. Según los técnicos que estudiaron el caso, YPF no hubiese podido encarecer el producto sin desviar al mercado de exportación los excedentes. Esto le fue posible porque con la privatización le transfirieron las instalaciones portuarias para el desembarque de gas, lo que cerró la posibilidad de que las importaciones le pusieran un techo al precio.

El caso de Clarín fue planteado por Ambito Financiero, cuestionando la práctica de aquél de otorgar a los anunciantes un descuento del 15 por ciento con la condición de no avisar en ningún otro medio gráfico por quince días. La CNDC entendió que esa práctica era "anticompetitiva", aunque sus miembros no lograron unanimidad. Un dictamen minoritario proponía rechazar la denuncia de Julio Ramos con el criterio de que el mercado de la prensa gráfica es "desafiable". Esto significa que, aunque Clarín disfrute de una posición dominante, otros editores pueden disputársela. En esos momentos el lanzamiento de Perfil parecía respaldar esta creencia, pero el posterior hundimiento del diario de Jorge Fontevecchia, sin conseguir casi publicidad, puso muy en duda cuán "desafiable" es este mercado.

Nadie aspira ya, quizá por temor al ridículo, a que los mercados estén repartidos entre múltiples competidores. Ahora basta con que estén abiertos al eventual ingreso de otros oferentes. Se supone que, ante esa amenaza potencial, el jugador dominante se cuidará de usar todo su poder de mercado y de mostrar su envidiable renta, porque ello atraería a las fieras. Fue, dicen, el error que cometió Arcor y le costó el ingreso de Cadbury. Ahora bien: ninguna conducta es considerada en sí misma anticompetitiva. Para juzgarla deben verse sus efectos sobre el funcionamiento del mercado. Pero también importa el tamaño del actor. Una cosa es que Clarín exija exclusividad, y otra que lo haga La Prensa (si es que se le ocurre). La diferencia consiste en la posibilidad de quedar encuadrado en el abuso de posición dominante.

Con el cable hay, a su vez, más de una historia. Una es la concentración con posterior aumento del precio. Aunque la legislación argentina no castiga la absorción de empresas, sí sanciona la supresión de la competencia en mercados no desafiables, y el cable no lo es naturalmente porque implica el tendido de toda una red. El verdadero desafío que se le plantea es el de la televisión satelital, aunque sólo de cara al futuro. En todo caso, la amenaza concreta a la competencia proviene de la compra de Cablevisión por parte de los dueños de Telefónica de Argentina, es decir, el CEI y la Telefónica española, ya que las empresas de cable podrán competir con las telefónicas cuando el mercado de éstas quede desregulado en 1999.

Un proyecto de ley antimonopólica que pretendió normar sobre fusiones y adquisiciones, y además independizar a la CNDC para que sus dictámenes dejen de quedar supeditados al arbitrio del secretario de Comercio, zozobró en el Senado, donde durmió hasta perder en 1996 estado parlamentario, para tranquilidad de los trusts.

 

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