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Nadie, pero nadie quiere seguir con Boris Yeltsin hasta el 2000

La Duma votó masivamente pidiendo que Yeltsin renuncie. "No se olviden que aún hay presidente", replicó él.

Yeltsin recibe una gorra de marino en Murmansk.
En la Duma no lo ven como buen piloto de tormentas.

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t.gif (67 bytes)  El viento le sopla en contra a Boris Yeltsin. La Duma del Estado (Cámara baja del Parlamento) adoptó ayer por 248 votos contra 32 una resolución no obligatoria reclamándole que renuncie. La votación ocurrió el mismo día en que el vicepresidente del Banco Central ruso Denis Kiselyov admitiera públicamente que el BCR "ya no tiene las reservas ni la posibilidad" de fijar la cotización del rublo y dejará que ésta sea dictada por "la demanda de divisas en el mercado". Que, naturalmente, es altísima. A todo esto, el premier Sergei Kiriyenko dijo que éste es apenas "el comienzo" y advirtió que "habrá que tomar otras decisiones difíciles". Impertérrito, Yeltsin visitó ayer la base naval de Murmansk, y cuando se le preguntó por el voto en la Duma se limitó a contestar: "No hay que olvidar que todavía hay un presidente". La pregunta parecía ser: ¿por cuánto tiempo más?

Cuatro días después de que Yeltsin devaluara el rublo y declarara una moratoria de 90 días sobre el pago de una parte de su deuda, el debate en la Duma tuvo la extraña virtud de reunir bajo un mismo reclamo a los más encarnizados adversarios. "El país está al borde del abismo --dijo Gennady Ziuganov, líder del Partido Comunista--. El gobierno no comprende nada de la situación real. Es la derrota total de la política conducida desde hace siete años. La dimisión del presidente no está solamente madura sino muy madura". La oposición reformista no fue menos drástica, y uno de sus referentes, el líder del bloque Yabloko, Grigory Yavlinsky, declaró su "desconfianza más absoluta hacia el presidente y el gobierno. Señor primer ministro, señor presidente: su política carece del más mínimo talento". Alexsandr Chojin, del partido Nuestra Casa es Rusia del ex primer ministro Viktor Chernomyrdin, pidió el cese de Kiriyenko y del presidente del Banco Central Sergei Dubinin pero no el de Yeltsin, aparentemente en la esperanza de que éste vuelva a llamarlos de nuevo.

Para superar la grave crisis financiera y para salvar de la quiebra a numerosos bancos, Rusia permitió la libre fluctuación de la cotización del rublo, la reestructuración de la deuda en bonos del Estado --que serán reconvertidos en nuevos valores-- y la moratoria en el pago de la deuda a extranjeros, medida introducida para ayudar a los bancos que no podían cumplir con esas obligaciones.

Desde que se adoptaron estas medidas el lunes, el rublo ha perdido más del 12 por ciento de su valor. Ayer, y en un signo de que los problemas continúan, las acciones rusas se deslizaron un 8 por ciento en transacciones débiles. Y en un nuevo revés, el banco Menatep dijo que estaba retirando una propuesta de rescate para Tokobank, un banco ruso en problemas dentro de un sistema financiero cada vez más parecido a un castillo de naipes.

A esto se han sumado nuevos nubarrones desde el exterior. Temiendo la incapacidad rusa para pagar su deuda, la calificadora de riesgo crediticio Moody's rebajó nuevamente ayer las tasaciones de los bonos y títulos rusos denominados en moneda extranjera y de los depósitos bancarios denominados en divisas. La baja de los bonos fue de B2 a B3, mientras que la de los depósitos bancarios fue de Caa1 a Caa3, constituyendo la segunda pérdida de posición en el índice de Moody's en poco más de una semana. Así, Rusia tiene ahora calificaciones semejantes a las de países como Indonesia y Pakistán.

Otro mal signo: el canciller alemán Helmut Kohl, uno de los más ardientes defensores de sostener a Yeltsin en el pasado, dijo ayer en Bonn que su país no ofrecerá nuevos créditos a Rusia en el futuro próximo y llamó a Moscú a seguir adelante con las reformas económicas. "Rusia debe continuar con sus esfuerzos reformistas. La cuestión del otorgamiento de nuevos créditos no se ha planteado", dijo Kohl.

 

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