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Por Eduardo Fabregat La anécdota ocurrió en un local de una célebre cadena de fast food donde se encontraba funcionando a buen volumen una TV de 21 pulgadas. Clavado en MTV, el aparato emitía un clip tras otro hasta que apareció Manu Chao cantando "Clandestino", primer tema de su disco homónimo. En el preciso instante en que Chao entonaba "Mano Negra clandestina/ peruano clandestino/ africano clandestino/ marihuana ilegal", una de esas supervisoras recargada de escuditos, que suelen gritar cosas como "vamos chicos, que estamos en código amarillo" a los pibes que se desloman detrás de las cajas, levantó la cabeza, corrió hasta la tele y le quitó el sonido, para conectar una radio especializada en música correcta. Manu escucha el relato, se ríe y parece más sorprendido por el hecho de que MTV pase sus temas sin bips. "Aparte de las aduanas, no he tenido mayores problemas", sonríe el movedizo ex líder de Mano Negra. Manu se siente cómodo en Argentina, aunque reconoce que, como en los muchos países que ha visitado de Latinoamérica desde que Mano Negra impuso su sello en el continente, "tengo mucho por conocer aún; más vengo y más me convenzo de que hay que volver. Cada país parece un continente". --¿Cómo fue el tránsito de esa experiencia colectiva que fue Mano Negra a esta actualidad de peregrino permanente y solitario? --No cambió mucho el sistema de trabajo y de vivir... Ahora no se puede hablar de una banda, pero tengo amigos en todos lados, y enseguida se junta la pandilla. Lo diferente es que la banda cambia en cada país, y que ahora llevo una maleta con un pequeño estudio para ir registrando todo. Fue un poco así, a rumbo perdido: en este tiempo he vuelto un poco a la cantina, a que llegue un chaval con una guitarra con tres cuerdas y cante una canción que te cagas, un artista que por ahí hace cosas que no se ven sobre un escenario. Y se trata de ver si me acuerdo de cómo era eso: estar en la cantinita a la hora del aguardiente, con la guitarra, es un desafío más fuerte que el del escenario. Tuvimos una banda que sonaba de puta madre y era como casita, pero siempre se necesita romper con lo que ya sabes hacer. Tener una cultura completa. --Ese "a rumbo perdido" no es sólo geográfico: en el disco hay una frase que dice "perdido en el siglo"... --Es que esa frase me encanta. No hay mayor mentira que el fin de siglo y el año 2000: va a ser la operación de marketing más grande de todos los tiempos, más que la Copa del Mundo, que los Juegos Olímpicos, ahí van a estar Nike y Adidas y todo eso, "sponsor oficial del fin de siglo". A los musulmanes, los chinos y los indios les importa un pepino el día que nació Jesús. El año 2000 va a ser un gran desparpajo de todo, los fuegos artificiales para olvidar los problemas. --Evidentemente, ni que Francia haya ganado el Mundial diluye su escepticismo. --Estoy contento porque acerté: me preguntaron cuál iba a ser la final y dije "Adidas contra Nike". Y así fue. Lo positivo del Mundial es ver el equipo de Francia que ganó, que es muy representativo de lo que Francia no acepta. Los hermanos y los primos de esa gente que ganó el campeonato no pueden entrar al país, los quieren echar. ¿Qué Francia es ese equipo? Fue importante, simbólicamente, ver a Chirac allí con un negrito y un morito con la camiseta francesa, una hipocresía total. La gente que ganó la Copa es gente no grata, y a sus hermanos se les piden los papeles a cada minuto. Y si no los tienen, al avión, y a Mali, Senegal o Argelia. Francia está llena de africanos que trajeron para hacer el trabajo sucio, y ahora que no hay trabajo se los quieren sacar de encima, Resulta que ahora el problema del paro son los extranjeros. --¿Y eso se advierte en la gente, o se vive una gran mentira? --Se nota todos los días. Pero todos los países lo tienen, aquí también pasa con los bolivianos, peruanos, paraguayos. Es un problema internacional, en Francia con los africanos, Estados Unidos con toda Sudamérica. Cada país tiene su vergüenza. Y hay gente que lo respalda, porque es un discurso populista y fácil. Está todo preparado para los de extrema derecha que dicen "echemos a los extranjeros y todo bien, trabajo para todos". Y hay muchos que se lo creen. Y del otro lado, los extranjeros que estan allí responden radicalizándose cada vez más, y a veces no de la manera más positiva. La cosa está muy tensa. --¿Cómo resuelve la cuestión de lidiar con un sello multinacional que, como con Mano Negra, siempre va a intentar encasillarlo? --Con la Mano se resolvía en una pelea de cada día. A veces te equivocas, a veces no, pero hay que estar vigilando cada momento, y que la compañía no diga "Manu Chao es esto", sino decirlo uno y defenderlo lo más posible. Es la parte jodida de lo nuestro, estar siempre cuidando de que no se nos vaya de las manos. Sería muy presuntuoso decir que lo conseguimos siempre, nos dieron diez mil veces por culo... pero nosotros también. Son gotitas, pero si lo hacemos muchos... yo estoy muy contento por lo que se hizo con Mano Negra, en cuanto a haber cambiado algunas mentalidades de gente en las casas de discos. --¿Y cómo ve el futuro? --Siempre tengo proyectos, y por uno que sale hay nueve que se quedan en el camino. Por lo pronto no quiero tener todo previsto, sino dejar fluir y ver qué pasa. El azar es mi hermanito, y nunca hay que cerrarle la puerta a ese azar. A fin de año me voy a instalar en Barcelona para terminar el próximo disco, que en realidad ya está grabado: lo complicado de Clandestino es que había muchísimo material, y a mi casa había que entrar con machete. La idea es hacer discos con temática: lo más evidente era mezclar de todo, porque lo grabado va de tecno, trash, hardcore a algo hecho en Río de Janeiro y bandas municipales de Galicia. Lo que quiero ahora es sacar discos a menudo y muy diferentes. Como un disco de Mano Negra podía sorprender de canción a canción, ahora hacerlo de disco a disco. A mí esa receta ya me aburría. --En el sello no deben estar muy felices con eso de sacar un disco a cada rato. --El problema no es tanto ese sino cambiar el formato. ¿Por qué ponemos 15 canciones? Porque los discos son caros. Si pudiéramos hacer discos de 7 temas a mitad de precio, sería mucho más interesante. Es lo que tratamos de montar, y si no quiere la compañía lo haremos nosotros. La gente ni tiene el tiempo para escuchar un disco entero, va pinchando canciones. Y para el artista tampoco está bien, porque en 15 canciones se puede perder el hilo, a lo mejor uno tiene 3 ó 4 canciones buenas y se siente forzado a meter otras que son como para llenar. Lo positivo de la música electrónica es que los chavales están en casa con dos máquinas, se fuman un porro, graban un disco, lo sacan, venden veinte y hacen otro. --¿Están sucediendo cosas que escapan al control de la industria? --El sistema se volvió loco con la tecno, y con Internet, donde ya hay gente que comercializa sus canciones directamente al público... Todas las casas de discos se están preguntando cómo van a controlar eso, como controlaron la tele o las radios. Internet es un mundo tan abierto, tan libre, que... no tengo muy claro el tinglado. Por ahora hay pista libre, y hay un nuevo continente. Pero a ver si no se cargan a los indios.
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