Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


GEORGE SOROS, FINANCISTA Y FILOSOFO
El hombre que hizo caer a Rusia

na27fo02.jpg (5839 bytes)

Primero fue el ataque al Banco de Inglaterra en 1992. Esta semana, fue el turno de Rusia. Ambas caídas, por gracia de George Soros.

na27fo01.jpg (10791 bytes)


THE GUARDIAN DE GRAN BRETAÑA
Por Larry Elliott  desde Londres

t.gif (67 bytes) 19.45 horas del 16 de setiembre de 1992. Cae la noche y el ministro de Hacienda, un Norman Lamont de rostro ceniciento, se pasa la mano nerviosamente por el pelo mientras los flashes de los fotógrafos relampaguean sobre él. Después de un día desastroso para el gobierno de John Major, en el que las reservas de moneda extranjera del Banco de Inglaterra fueron agotadas en el intento de defender la libra, Lamont admite la terrible verdad: Gran Bretaña ha sido humillada por los especuladores financieros.

El Miércoles Negro creó a George Soros. Por supuesto, la gente había oído hablar del financista nacido en Hungría y de su Quantum Fund. Pero fue el ataque a la libra lo que lo catapultó a la fama como el "hombre que quebró el Banco de Inglaterra". Esto, por supuesto, era algo exagerado, porque los conservadores estaban tratando de defender lo indefendible: la tasa de cambio de la libra contra el marco alemán en un momento de gran recesión. En verdad, era como quitarle un caramelo a un bebé. Pero Soros era el mayor especulador de todos. Hacía las mayores apuestas. Agarraba todos los caramelos.

Seis años más tarde, Soros logra un status de Dios. Cuando aparece en el Foro Económico Mundial en Davos --la reunión anual de los grandes y buenos del mundo globalizado-- se va acosado por periodistas de los medios financieros que esperan para transmitir sus últimas palabras de sabiduría a los mercados. Ese status tiene sus ventajas, y Soros sabe cómo elegir sus momentos. Hace pocos días, una carta enviada al Financial Times de Londres sobre el caos económico de Rusia fue la tapa del diario. Los intentos de la administración Yeltsin, decía el archiespeculador, eran totalmente inútiles. El camino sensato era devaluar el rublo en un 25 por ciento, establecer una comisión monetaria para que la moneda rusa estuviera equiparada con el dólar, y para que el nuevo sistema estuviera respaldado por 50 mil millones de dólares en préstamos y créditos de Occidente.

Apenas lo que decía Soros llegó a los mercados, se desató el infierno. El Mercado de Valores ruso cayó un 15 por ciento mientras las autoridades trataban de contener la especulación contra el rublo. Se habló con el FMI. Todo esto era primera plana. Curiosamente, enterrado en la página 27 del Financial Times, en el informe sobre cambios, había un párrafo que decía que el dólar había subido más de 2,5 centavos contra el marco alemán, de DM 1,7747 a DM 1,8003. "De acuerdo con algunos conocedores de los mercados --decía el Financial Times--, el `Soros Shop' vendió entonces una enorme cantidad de dólares contra el marco alemán --unos 2000 millones, dicen algunos-- por encima de DM 1,7930. El dolar bajó como se esperaba, alcanzando a DM 1,7820 al final de la mañana en Europa."

En otras palabras, Soros mató. El debe haber sabido que su comentario iba a debilitar el marco --porque lo que se considera malo para Rusia se considera malo para Alemania-- y vendió en la cima del mercado. Su margen de ganancia puede no haber sido tan grande, pero cuando se habla de una apuesta de 2000 millones de dólares, el margen de ganancia no tiene por qué ser tan grande. Aun cuando Soros sólo gane el 1 por ciento, habría ganado 20 millones de dólares. Nada malo para el precio de una estampilla.

Pero no es sólo la perspicacia financiera de Soros lo que lo ha convertido en una celebridad. En realidad, hubo veces en que salió mal parado, como cuando perdió 600 millones de dólares apostando equivocadamente en los movimientos dólar-yen. A su mística hay que agregarle sus humildes orígenes y sus advertencias sobre que el casino global en el que él hizo su fortuna se dirige hacia el desastre, a no ser que se lo reforme. Soros no es un WASP, un blanco anglosajón protestante de la Costa este, el producto de los colegios y universidades correctas, sino un self made man que tiene ideas no convencionales y entrega gran parte de su dinero a fundaciones benéficas. Es un tercio un financista duro, un tercio un rey filósofo y un tercio un Robin Hood de estos días.

Nacido en Budapest en 1930, Soros vivió la experiencia del nazismo y el comunismo estilo soviético antes de emigrar a Gran Bretaña a la edad de 17 años. Estudió en el London School of Economics, donde cayó bajo la influencia del filósofo austríaco Karl Popper. A diferencia de los graduados de alto vuelo de hoy, no entró a un empleo en la City, sino que comenzó como vendedor de un fabricante de recuerdos y bijouterie. "No era fácil conseguir un empleo cuando salí de la Universidad, porque yo era un extranjero sin contactos. Me convertí en un viajante de comercio en los lugares de veraneo de Gales, y ése fue un punto bajo en mi carrera." Finalmente, en 1953 encontró un empleo con la empresa Singer & Friedlander, ayudado por el hecho de que el gerente general era un compatriota húngaro. Soros no resultó un éxito de la noche a la mañana en el rígido mundo bancario de Londres de los '50, y finalmente se mudó a Wall Street antes de establecer su Quantum Fund, un fondo privado registrado en Curaçao en las Pequeñas Antillas en 1969. Soros creó su marca pensando lo no convencional, resistiéndose a la tendencia, tratando de desmarañar las complejidades e irracionalidades de la opinión del mercado.

La llegada del Quantum Fund coincidió con los cambios profundos del sistema financiero global, introducidos por el colapso del sistema de cambio fijo de Bretton Woods a comienzos de los 70, la llegada al poder de gobiernos de derecha consagrados a la desregulación de los mercados financieros y los cambios tecnológicos que facilitaron el traspaso instantáneo de fondos en todo el mundo. Los mercados globales se liberaron de todas las presiones y aquellos jugadores suficientemente hábiles para descubrir las oportunidades podían hacer mucho dinero. Por cierto, Soros hizo mucho dinero, pero no es infalible. Perdió 800 millones de dólares cuando el crac de 1987, por caso, al apostar que la caída comenzaría en Japón. Pero el Miércoles Negro y otras movidas fueron verdaderos golpes. Más rico se hacía, más poderoso se volvía, y muchas de sus profecías se cumplían gracias a los fondos y la reputación con que él las avalaba.

Para muchos, la abrumadora condena de Popper al capitalismo moderno fue la mayor de las conversiones desde que San Pablo decidió que iba en el camino equivocado cuando se dirigía a Damasco. "Si hoy existe una creencia dominante en nuestra sociedad --escribió en febrero de 1997 en Atlantic Monthly--, es la creencia en la magia del mercado. La doctrina capitalista del `laissez-faire' sostiene que la mejor forma de servir al bien común es la búsqueda desvergonzada del propio interés. A no ser que esté dispuesto a reconocer un interés común que tenga prioridad sobre los intereses particulares, nuestro sistema actual --que, aunque imperfecto, puede calificarse como una sociedad abierta-- está expuesto a quebrarse." Estas palabras comenzaron a parecer notablemente proféticas meses más tarde, mientras el contagio de la crisis financiera se desparramaba por Asia.

Soros siempre ha sido como un enigma. El no considera que haya nada vergonzoso en lo que hace, y sin embargo le preocupa un sistema en que la especulación es normal. Tiene su propio foro de redistribución global, reciclando el dinero que hizo en la reconstrucción de las economías poscomunistas de la ex URSS Soviética y Europa Central y Oriental. Y donde la mayoría de los financistas se ocultan en el secreto y son desconocidos fuera de sus sedes en Londres y Nueva York, él sale a hablar en público.

Para algunos, éste es el aspecto más extraño del hombre. No se supone que los directores de fondos escriban cartas al Financial Times y mantengan una corte en Davos. Pero Soros golpeó en una de las verdades del nuevo mercado global: que el principal temor de los inversionistas es quedar atrás en la curva. Ellos ansían el liderazgo: Soros lo proporciona.

 

Traducción: Celita Doyhambéhère.

 

PRINCIPAL