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Por Ariel Greco La Fundación Rugby Amistad es una entidad que se ocupa de ayudar a los diecisiete jugadores argentinos que han sufrido lesiones medulares irreversibles practicando ese deporte. Su secretaria, María José Turner, le explicó a Página/12 los orígenes de Rugby Amistad, los sucesos que motivaron su creación y los alcances del aporte que le brindan a los socios para mejorarles su calidad de vida. "La fundación empezó en el '92 a partir de que Ignacio Rizzi, quien hoy es el presidente, sufrió un accidente en Francia. Le pagaron un seguro muy importante, tuvo una rehabilitación de lo mejor en cuanto atención médica, apoyo psicológico y un grupo de excelentes profesionales gracias a la fundación de Francia. Cuando retornó a la Argentina se reunió con otras personas que él sabía que habían tenido accidentes y allí surgió la idea de formar Rugby Amistad", comentó María José. El apoyo que reciben los chicos es fundamentalmente económico --todavía no se expandió a otros ámbitos como laboral o de estudio-- para solventar los gastos que produce el accidente y sus consecuencias. Cada uno de los diecisiete socios percibe un subsidio de 6000 dólares anuales que entrega la Comisión de Accidentes de la UAR, que además evalúa la gravedad de la lesión y decide si se lo incorpora a la entidad. La Fundación hace su aporte según las urgencias de cada situación. "Cuando se lesionó Miguel Benítez, su necesidad primaria ni bien ocurrió el accidente era un respirador. Entonces se destinaron todos los fondos para conseguirlo --recuerda Turner--. En el último caso, el de Alexis Padovani, se lo ayudó con las reparaciones que se le realizaron a su casa para facilitarle la movilidad." La principal fuente de ingresos para cubrir las demandas de los beneficiarios son las donaciones. En varios test matches de Los Pumas se han ubicado alcancías con promotoras de la Fundación para recaudar dinero. Además, el Lloyds Bank otorga parte de sus ganancias a la entidad por las compras que realizan los titulares de la tarjeta Visa-Rugby Amistad, que funciona como una convencional y no tiene gastos extra. En general, los chicos no tienen ningún problema en que la gente juegue rugby. Ellos explican que lo que sucedió pudo haberles pasado en otro lado y que no tienen ningún rencor hacia el juego. Comentan que el rugby les ha dado muchas otras cosas: amigos, experiencias de vida que no implican un punto final en el accidente. También destacan que el compañerismo es una de las claves y cuando sucede una desgracia todos los jugadores se abocan a ayudar al amigo lastimado. "Se ha dado el caso que los padres de los chicos han tenido que poner turnos de visita porque era imposible que vayan todos juntos. Pero después, con el tiempo, como en cualquier grupo, siempre quedan algunos pocos amigos que continúan visitándolos", explica María José. Una muestra más de que la amistad y la solidaridad que se consigue en un grupo de rugbiers es difícil de encontrar en otros ambientes.
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