Los grises de Boca
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Por Daniel Lagares Todo Boca está ansioso por levantar alguna vez alguna Copa, pero por ahora debe conformarse con mirar el vaso, medio lleno o medio vacío. Debía ganar pero pudo perder y se conformó con el empate. Juega mejor que antes pero no lo suficiente para ser más favorito que los otros candidatos. La mayoría de los futbolistas rinden más que en el torneo anterior, pero los crecimientos son desparejos y el equipo aún no es sólido. Los jóvenes suman, pero todavía no se les puede dar las responsabilidades de sostener el colectivo. Entonces, por ahora, hay más entusiasmo que realidades. El partido con Argentinos era el partido "a ganar" para quedar como único puntero y sacar ventajas: River había perdido el sábado y con cualquier resultado; San Lorenzo y Vélez por un lado e Independiente y Racing por otro se iban a dividir los puntos. Por eso la espectacular recaudación de 360 mil dólares para darle el marco de una final a una Bombonera cargada de adrenalina que se fue diluyendo hasta vaciarse con los tímidos aplausos del final. Era el vaso lleno. Chiche Sosa, viejo zorro, sabía que iba a meter las narices en la cueva de la bestia, pero no fue vestido de víctima propiciatoria. Le armó una línea de cuatro y otra de cinco, con Quinteros volanteando y dejó adelante al malvado Brizuela que se la pasó peleando en el forcejeo con toda la defensa de Boca. Cerró los caminos. Pobló de gente propia una parte pequeña del terreno y llevó al partido a lo que más le convenía. Todo el primer tiempo se jugó entre la línea del medio y el borde del área grande de Pontiroli. Como esperaba Sosa, un Boca apurado por su gente pero aún a medio hacer no pudo resolver el enigma y de yapa facturó el golazo de Quinteros. Estos planteos se quiebran con garra o con fútbol. Boca tuvo fría la cabeza pero también el pecho y nadie se daba cuenta de que la puerta de entrada estaba por los laterales. Ese era vaso medio vacío. Si es cierto que los equipos se construyen "de atrás para adelante", Boca tiene problemas en los cimientos. Es discutible la responsabilidad de Córdoba en el primer gol de Argentinos. Salió "por si fallaba Bermúdez" y aunque Bermúdez no falló despejó mal, la dejó justa para que alguien con justeza y mucha suerte hiciera un gol de antología. Pero Córdoba regaló el segundo de Quinteros y nunca dio seguridad. Ni ayer, ni en Paraguay ni en los partidos con Ferro y los jujeños. Boca tiene una idea, pero todavía no está afianzada. Si sufre como lo hace sufrir Córdoba y además los tres de atrás deben rezarle a Samuel para que los salve, si el medio todavía no mecaniza relevos ni tiempos, la estantería se bambolea en cuanto alguien le pisa fuerte apenas le pasan la mitad de cancha. El vaso sigue medio vacío. Si ninguno piensa adentro, Bianchi piensa afuera y echa mano al banco. Ausente Barros Schelotto, necesitaba otro abrelatas y metió a Giménez por la exasperante lentitud y desatención de Barijho. Pegó cuatro gritos en el vestuario y le cambió la cara al equipo definitivamente cuando metió a La Paglia por un Navas exahusto. El resto lo hicieron la firmeza de Samuel, la terca convicción de Palermo de ir a todas, la calidad con cuentagotas de Riquelme, el despertar de Cagna en el segundo tiempo y la regularidad de Serna. Con eso y un penal muy dudoso, Boca empató uno de esos partidos que en otra época perdía por goleada. Ese es el vaso medio lleno. Hay una famosa anécdota de Borges. Estaba en un hotel de mala muerte y abrió la canilla del baño. El agua tardó en salir y antes hizo esos ruidos extraños de las cañerías en desuso. Alguien le preguntó si, finalmente, el agua salía de la canilla. Y el viejo respondió "sí pero con escrúpulos". Así está Boca. Puntero y candidato pero con escrúpulos.
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