"La transformación de Menem excluyó a la gente"
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Por Andrew Graham-Yooll "Tengo 47 años (nací en 1951). Cuando egresé de la escuela técnica como electrotécnico mi comienzo en la vida sindical fue en la industria metalúrgica, en las fábricas de autopartes de Lugano. Milité en la juventud sindical con compañeros con los que ingresamos en la utopía de entonces. Sufrimos las duras noches de la dictadura, pero seguimos luchando por una vida mejor. Soy de una camada no tan nueva que se formó a la luz del "Perón Vuelve". Con tantos otros compañeros compartí la lucha por el regreso de la democracia. No busqué la secretaría de la CGT ni fue una propuesta de mi organización (el sindicato de la alimentación). Fue el resultado del consenso de las distintas líneas internas en el Congreso de la Unidad hace dos años. Mi mandato dura cuatro años pero ya me quiero ir. Desde el regreso de la democracia, después de Saúl Ubaldini, soy el dirigente que más ha estado al frente de la CGT." Así resume su trayectoria Rodolfo Daer, secretario general de la CGT, la sigla que hizo temblar gobiernos durante décadas y hoy apenas consigue alguna mención en las páginas interiores de los diarios. --La CGT alguna vez fue un factor de poder en la Argentina. ¿Dónde están hoy la CGT y el sindicalismo en relación con el poder político y empresario? --¿Dónde está la CGT...? La democracia permite el disenso en el marco de una transformación profunda en nuestro país. La transformación eliminó el contrato social que había ordenado la vida de los argentinos hasta los años ochenta en base a un modelo de distribución. No hay contrato social, no hay modelo de distribución y la CGT está en su búsqueda, junto a los distintos sectores sociales, independientemente de las peleas entre grupos por el mejoramiento del salario. Queremos un nuevo contrato social que ordene la vida de los argentinos por varias décadas. --¿Por qué por varias décadas? --Un contrato social tiene una vida indefinida dentro de un modelo económico. Hubo un modelo económico que ordenó la vida de los argentinos y permitió que los trabajadores se eleven social y culturalmente. El modelo de distribución entró en crisis junto con ese modelo económico. Raúl Alfonsín consolidó la democracia. Menem desarrolló la transformación. La próxima etapa tiene que traer lo que la CGT denomina un contrato social. --¿Y la CGT tiene fuerza como para lograr esa transformación? --Las democracias modernas no pueden prescindir de las organizaciones sindicales. Que la CGT fue parte del ordenador social lo reconocen todos los sectores. El proyecto de reforma laboral que apoyamos ahora elimina los contratos basura, una modalidad promovida por el sector empresario, y fortalece la negociación del convenio colectivo de trabajo. El sindicalismo reclama contra las exclusiones que causó la desaparición del contrato social. Entre la gente falta consenso, hay bronca y hay descontento, porque en esta transformación no está incluida la inmensa mayoría del pueblo. Se excluyó a la gente. Tenemos que ver cómo se humaniza el capitalismo. No basta con la revolución de las telecomunicaciones que les ha dado el poder a los brokers. Tiene que haber algo más. --¿Se sienten representados por estas posiciones los afiliados comunes? Porque, al fin de cuentas, la CGT representa al trabajador. --Lo que yo le estoy explicando es el pensamiento de la superestructura del sindicalismo. ¿Qué relación hay entre esta superestructura y los afiliados? Se va avanzando en la toma de conciencia de la desaparición de las fronteras económicas y el desarrollo del libre comercio. El trabajador todavía está lejos de saber cuáles son los beneficios económicos. Faltan los acuerdos sociales. --¿Le entorpece a la CGT que el movimiento obrero esté dividido en una CGT, un MTA y un CTA? Antes la columna vertebral del movimiento obrero era la CGT. --Los dirigentes sindicales no son ajenos al debate político. Hay quienes sostienen diferentes formas de encarar la realidad del mundo y cómo se humaniza el capitalismo, cómo revertir una tendencia en la que se están concentrando los beneficios en pocas manos. Pero la inmensa mayoría sabe que la transformación se logró con muchas dificultades. Los que más pusieron fueron los trabajadores y al día de hoy son los que recibieron los menores beneficios. Con el MTA y el CTA tenemos en común que sabemos que no se pueden profundizar las desigualdades. Tenemos que producir una nueva síntesis para una nueva praxis. Hay diferencias del cómo. --¿Cómo reaccionan los empresarios frente a este discurso? --¿Cuál es el comportamiento del empresariado? Se ha dado una gran concentración en pocas manos de la riqueza que se ha venido desarrollando en la convertibilidad. No hay créditos a las pymes, la desocupación es alta. El diez por ciento de la población económica concentra el 53 por ciento de los beneficios. Esto es parte de la pelea de la CGT. --Usted maneja cifras precisas. ¿La CGT tiene su propia oficina de estadísticas? --Nuestras fuentes son dos: la vida en nuestras organizaciones y en las barriadas y las provincias. La otra es lo que marca el Indec. --¿Desde cuándo es secretario general del gremio de la alimentación? --Desde 1985. Me pasé de la UOM a alimentación en 1977. En plena dictadura fui despedido, como tantos otros. Tuve que buscar trabajo. Comencé a trabajar en Noel (golosinas) como electricista. Seguí la lucha en Noel. Fui elegido delegado de mantenimiento y me integré a la comisión interna, después encabecé una lista (éramos cuatro) y tuve la suerte de salir elegido delegado de fábrica. --¿Cómo era ser delegado en aquella época? --Como tenía que ser todo buen delegado. Trabajaba las ocho horas, procuraba ser el mejor electricista. Lo era, lo fui, cosa que cuando uno tenía que discutir con el jefe de personal o con el ingeniero de planta ante todo tenía que tener autoridad. Uno tiene que aspirar a estar entre los mejores en el campo de la electricidad. Los trabajos más delicados pasaban por mis manos. Y además uno tiene su formación, para luchar para que no haya injusticia, para mejorar el salario, y todas las cosas que son el ABC de todo dirigente sindical. --Me refería a cómo era ser delegado durante lo que usted llamó la dura noche de la dictadura. --Yo trabajaba de 14 a 22 en Barracas. A las 10 de la noche, cuando salía, había miedo... esa sensación especial cuando uno veía un Ford Falcon, la misma sensación cuando nos avisaban que ingresaba en fábrica gente de civil. Todo era una mezcla de temor, de miedo... sobre todo para los peronistas. Con el jefe de personal había que entablar una confianza, para que los planteos fueran tranquilos. Había que cuidar la seguridad de la fábrica para evitar un estado anárquico. En aquel entonces la discusión era en torno de las famosas vías para encarar la modificación de la realidad. Había quienes sostenían que había que pasar a la clandestinidad. Otros tratábamos de buscar un espacio, siguiendo a nuestros mayores, entre ellos el compañero Lorenzo (Miguel), por ejemplo, aunque él estaba preso. Había cosas muy intrincadas, muchas con un profundo romanticismo en la visión del cambio de la realidad. ¿Sabe una cosa? Yo leía el editorial traducido al castellano del Buenos Aires Herald, porque no podía leer el inglés. Pero era importante leerlo porque era el único que criticaba severamente a la dictadura. Leía eso y a José Ignacio López los viernes en El Economista. --La CGT es hoy un lugar muy diferente de la casa tomada por ejércitos privados de guardaespaldas... --Cuando hablaba de la discusión sobre "las vías" en la fábrica en la época de la dictadura, hay que recordar que venían de antes, de los años sesenta, cuando la campaña era por el retorno de Perón. Había quienes sostenían la insurrección armada y otros querían negociar con los distintos factores de poder. Lo que quiero rescatar es esto: en todo proceso democrático la mayoría conduce y la minoría tiene que acompañar. En aquella etapa la intolerancia de ciertas minorías fue una de las culpables de tanta desgracia en nuestro pueblo. Cuando la incomprensión surgía en una mesa de discusión política enseguida se veía la fragmentación y surgía la expresión armada. Fue una etapa del país que a Dios gracias no existe más. Causó mártires en esta central obrera: (Augusto Timoteo) Vandor, (José) Alonso, (José Ignacio) Rucci, (Dirk) Kloosterman, y tantos delegados de fábrica que fueron asesinados por su lealtad hacia la conducción sindical. La intolerancia en la discusión política pasaba por las armas. --¿Cuál es su modelo de CGT? --El modelo sindical argentino es un ejemplo. Siempre en la Argentina existió una sola central sindical, desde la época de los anarquistas. La CGT se forma en 1932. Este modelo sindical permitió que el pueblo se eleve social y culturalmente y tiene que ver con la dimensión histórica que encaró Juan Domingo Perón. ¿Qué le dio Perón a los trabajadores? Una organización que, independientemente de los dirigentes sindicales, supo sobrevivir a las más crudas represiones. El peronismo sigue teniendo fuerza en la Argentina porque les permitió a los trabajadores tener su casa, tener su aguinaldo, las vacaciones, y que se lo reconozcan en la fábrica. Nunca se planteó la lucha de clases, sino el reconocimiento del ser humano. Ahora Menem hizo la transformación total. El peronismo es la fuerza transformadora de este siglo. Por eso dije que el desafío es elaborar un nuevo contrato social para esta etapa. --Usted le reconoce la transformación a Carlos Menem, pero hace unos días usted apoyó públicamente a Eduardo Duhalde. --Yo reconozco como peronista que Menem es el líder del movimiento nacional justicialista. Pero hoy, el mejor discurso que surge de las filas peronistas y que representa a los trabajadores lo tiene Duhalde. Reclamamos participar en ese gran movimiento de la elaboración del proyecto político para el '99. Menem es el transformador, pese a que he criticado y sigo criticando la concentración de la riqueza. No obstante, hace falta ser ciego para no reconocer que es un hombre que ha modificado radicalmente a la Argentina. Que puso al país en carrera en esta gran transformación por la que está pasando el mundo. Y Duhalde es la persona que esgrime un discurso social, que es lo que viene reclamando la CGT. --¿Para usted y la CGT es un alivio que Menem no haya buscado un tercer período como presidente? --No pertenezco al círculo íntimo de Menem, pero digo que el Presidente se autoexcluyó. Reivindico ese gesto porque había un sector importante que reclamaba la reelección. Y reivindico el Menem estadista, que antes de que se produzca un nuevo corte en nuestro país, que tanto dolor de cabeza nos trajeron desde 1955 en adelante, desistió. Como Perón en el '55 cuando sectores mayoritarios del pueblo estaban dispuestos a agarrar las armas para defender a Perón, él prefirió la paz y el tiempo lo trajo de vuelta para ser presidente de todos los argentinos. Reivindico la hidalguía del estadista que se autoexcluye para que el debate político no pase por él sino por los problemas de fondo.
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