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El presidente ruso Boris Yeltsin recurrió ayer nuevamente a su método predilecto de cortar cabezas para intentar frenar la catástrofe económica. Destituyó a todo su gobierno, y volvió a nombrar primer ministro al histórico Viktor Chernomyrdin, el titular de la monopólica Gazprom, la empresa de gas natural más grande del mundo. En un baile donde los pasos se adelantan o atrasan al compás de la caída de las bolsas, los oligarcas gerontes parecen haber desplazado una vez más a los jóvenes reformistas encabezados por el depuesto Serguei Kiriyenko, la primera víctima política de la crisis mundial desatada la semana pasada por la devaluación del rublo y la suspensión del pago de la deuda externa. El presidente Yeltsin firmó ayer un decreto en el que "ordena la destitución del gabinete y designa como jefe de gobierno interino a Viktor Chernomyrdin", según señala el comunicado del Kremlin. Al destituir a Kiriyenko, Yeltsin procura retomar la iniciativa en el plano político y acallar las críticas de los diputados que pidieron la semana pasada la "renuncia voluntaria" del mandatario. El sucesor de Kiriyenko fue también su antecesor. Viktor Chernomyrdin, de 60 años, es un aparatchik discreto. Fue el privatizador y beneficiario de Gazprom, la gigantesca empresa rusa de gas y petróleo --principales exportaciones de una nación que importa la mayoría de sus alimentos--. En las restantes industrias, todos son allegados del nuevo primer ministro interino, quien prefiere las reuniones de comité a las apariciones públicas. No obstante, durante su gobierno logró limitar la oposición de los diputados comunistas en el parlamento y negociar con los expertos del Fondo Monetario Internacional. Chernomyrdin fue el más fiel seguidor de Yeltsin durante cinco años, pero debió abandonar el cargo como consecuencia de su abierta intención de ser presidente de Rusia y sucesor de Yeltsin en las elecciones del 2000. El presidente de la Duma (cámara de diputados), Guennadi Seleznev, saludó ayer la destitución del gabinete, mientras que el líder comunista Ziuganov criticó violentamente a Yeltsin por haber nombrado a un nuevo premier sin consultar al parlamento y amenazó con no ratificar la designación "si la política económica no cambia radicalmente". Los únicos que parecen creer en milagros son del propio partido del aparatchik reelecto, Nuestra Casa Rusia, como el jefe partidario Aleksander Shojin, quien dijo que "con un tirón Chernomyrdin puede estabilizar la situación en el país". En qué dirección puede o va a dar el tirón sigue siendo un enigma para los analistas. Chernomyrdin debe toda su carrera al Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), que en 1985 lo hizo ministro de energía. Tras la caída del poder soviético siguió en la rama de los negocios lucrativos como jefe del consorcio Gazprom. Esta empresa representa la mayor proporción de ingresos del presupuesto del Estado ruso. En 1992, Yeltsin propuso a Chernomyrdin para el cargo de primer ministro ante el parlamento mayoritariamente comunista, como solución de compromiso. Inesperadamente, en los años siguientes Chernomyrdin se hizo cada vez más partidario de las reformas económicas de mercado. El gabinete que armó el oligarca del gas fue considerado como el responsable último de la crisis financiera que atraviesa Rusia. Según muchos observadores, Chernomyrdin parece haber convencido a la
influyente cúpula económica de Rusia de que era insustituible, inclusive --o
especialmente--, después de su forzada dimisión cinco meses atrás. Ya desde hace
algunas semanas, los medios controlados por magnates financieros abogaban por el retorno
de Chernomyrdin como jefe de gobierno. Los analistas del mercado dijeron dudar de que la
medida de Yeltsin restablezca la confianza por Rusia en los nerviosos mercados
financieros, sacudidos por la devaluación de facto del rublo y la falta de pago de la
deuda. Adrian Owens, gerente de cartera en Julius Baer Investments de Londres, resumió la
perspectiva de la mayoría de los observadores económicos sobre el recambio ministerial:
"Huele muchísimo a pánico". |