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Yeltsin volvió al primer casillero pero perdió todos los puntos

El fin de la corta carrera de Kiriyenko como premier no es una catástrofe, pero la re-elección del desacreditado burócrata Chernomyrdin es otro paso hacia el desprestigio de Rusia.

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El presidente ruso Boris Yeltsin entrega un ramo de rosas rojas al reelecto Chernomyrdin

Por James Meek
Desde Moscú

THE GUARDIAN

de Gran Bretaña


t.gif (67 bytes)  Verse obligado a volver a llamar a un primer ministro apenas cinco meses después de haberlo enviado al destierro político, es un golpe grave para el prestigio de Boris Yeltsin, tan grave que puede marcar el principio del fin de su presidencia. Hasta que Yeltsin aparezca en público para explicarse, existirán dudas sobre si quería que Victor Chernomyrdin volviera, o se vio obligado a hacerlo contra su voluntad. Que Serguei Kiriyenko, el joven banquero y ex ministro de energía fuera despedido como primer ministro después que la larga crisis financiera de Rusia explotara, no es una sorpresa. Pero que Yeltsin recurra al hombre cuyos cinco ineficaces años en el puesto abonaron el terreno para la crisis, es una señal de que el jefe de Estado está totalmente ajeno a las realidades de su país, o de que una elite política dispuesta a proteger sus intereses a cualquier precio no le dejó otra salida. La reencarnación política de Chernomyrdin no beneficia a nadie, salvo al mismo Chernomyrdin y a quien sea que lo ayudó a que regresara al gobierno.

Es improbable que Yeltsin haya tomado la decisión sin consultar a sus asesores más cercanos: el jefe de la administración, Valentín Yumashev; su hija, Tatiana Dyachenko; y su secretario de prensa, Serguei Yastrzhembsky. Desde que Chernomyrdin fue despedido, el Kremlin tuvo que enfrentarse a continuas críticas de los ricos empresarios "oligarcas" como Boris Berezovsky, que financió la campaña de Yeltsin. El presidente despidió a Chernomyrdin porque temía que su poder rivalizara con el suyo propio, y porque era incapaz de arreglárselas con la creciente montaña de deuda.

El razonamiento era que si Yeltsin muriera o estuviera demasiado enfermo como para gobernar, la elite oligárquica debía asegurarle una tranquila transición de poder a alguien que no los enjuiciara o cuestionara su riqueza dudosamente adquirida. Temían la elección de un nacionalista populista, como el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, o el ex paracaidista general Alexander Lebed. Chernomyrdin, en cambio, era uno de ellos, un oligarca más. Chernomyrdin fue catapultado nuevamente a la posición del hombre con más probabilidades de suceder a Boris Yeltsin. Si el presidente muere, si está incapacitado o si renuncia, el primer ministro toma su puesto durante tres meses antes de las elecciones. Esto le daría amplio tiempo para amañar una victoria. Es tan impopular que resulta difícil imaginarlo ganando con un voto libre y justo.

En el corto plazo, el nombramiento de Chernomyrdin cambia poco. El famoso señor feudal del monopolio del gas Gazprom, que no sabe hablar en público, no es el demonio nacionalista nacido del caos que Occidente temía desde hace tiempo. Es un aparatchik conservador, sin ideología, que presidió pasivamente a la transición de su país a una parodia de economía de mercado del país, y nombró a ministros con buenos modales para que hablaran inglés con los prestamistas occidentales y consiguieran préstamos. "En el pasado, el motivo impulsor de Victor Chernomyrdin fue seguir sentado en el sillón del primer ministro", dijo el comentarista Alexander Bekker. "Si sigue en esa línea, nada bueno resultará". Las colas en las puertas de los bancos formadas por ahorristas desesperados que tratan de retirar su dinero no se acortarán. La Bolsa no revivirá. Las instituciones financieras occidentales, como el Fondo Monetario Internacional, conocen el tipo de gobierno que ejerció Chernomyrdin y no otorgarían créditos extras con su garantía. Mientras increpaban a Kiriyenko el viernes pasado, los parlamentarios declaraban: "No hay gobierno". Pero ahora realmente no hay gobierno, Chernomyrdin tiene que ser confirmado por la Duma antes de asumir el cargo formalmente.

¿Por qué lo trajo de vuelta Yeltsin? En un momento de crisis, con el rublo cayendo sin encontrar su piso, con el sistema bancario al borde del colapso, con huelgas, con disturbios religiosos en el norte del Cáucaso y con cada vez más personas a las que se les adeudan los salarios, ¿por qué traer de nuevo al hombre de cuyo gobierno el presidente dijo que carecía de "dinamismo e iniciativa, de nuevas perspectivas, enfoques e ideas frescas"? Quizás es un intento desesperado de reconstruir puentes con el Parlamento a través de la formación de un gobierno de coalición, incluyendo a los comunistas. Pero la respuesta podría ser que Yeltsin, que en el pasado confundía a sus oponentes con decretos arbitrarios y actos caprichosos, perdió su control del poder.

Traducción: Celita Doyhambéhère



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