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Por Carlos Polimeni ![]() El documental, producto de un trabajo de equipo de los periodistas Walter Goobar y Rolando Graña y la editora Silvia Di Florio, fue pensado para ser emitido el 24 de marzo, al cumplirse un nuevo aniversario del golpe de Estado que en 1976 puso en el poder a Videla-Massera-Agosti and Co. Pero el canal, que no tiene ningún programa político en su grilla, no estaba del todo convencido de presentar el material e incluso pidió algunos retoques. En un trabajo que partió de las 530 horas de grabación del juicio a las juntas, el relato cuenta una historia perfilada desde un caso notable, el de un hijo de desaparecidos devuelto por los represores cuando tenía cuatro meses. El caso de Emiliano Hueravilo, el único bebé recuperado del infierno de la ESMA, es el hilo conductor del documental, que, entre otros méritos, permitió que por primera vez se pasaran en la tele argentina las imágenes con audio del Juicio. Ruiz Guiñazú grabó cuatro veces su relato buscando un tono medio, que no sonase tan elocuente como dictaba su conciencia, buscando no agredir sensibilidades conservadoras. Ruiz Guiñazú estaba anoche emocionada y satisfecha por las novedades del rating. Esto quiere decir que hay una Argentina a la que le interesa una televisión pensante, evaluó con Página/12. A partir de esto, quizás deberíamos pensar en hacer documentales importantes con nuestra historia, en dejar de importar programas del género. Para la productora, figura central de la Conadep que produjo el informe Nunca Más y testigo en el Juicio, el éxito en números del programa prueba que el público no necesita olvidarse de los problemas, como sostienen los responsables de los canales y, está dispuesto a revisar la historia, aunque duela. El realizador Rodolfo Hermida, que dirigió en 1985 el programa censurado El galpón de la memoria (la primera y única edición sumó 50 puntos de rating un domingo), afirmó que el éxito demuestra que no es cierto que no se pueda hacer cultura por tele. Este programa, con material histórico, incuestionable desde todo punto de vista, podría enseñarles a los gerentes de los canales que la cultura entretiene, si está bien mostrada. Para Hermida, todo lo que procesa un pueblo en un momento determinado, en este caso el horror del Proceso, es una cultura que necesita ser asumida, y eso ocurre sólo si se expresa, si no está en las catacumbas del inconsciente colectivo. La guionista Graciela Maglie, autora de Nueve lunas, consideró a este diario que el rating que logró responde a una pregunta que flotaba en el aire, que es si este tema interesa a las mayorías o no. Hubo un período en que pareció que la memoria del genocidio no importaba a las mayorías, sostuvo, pero la irrupción en la vida pública de la generación de H.I.J.O.S. vino a demostrar que el pasado siempre importa, y que debe ser resuelto. El de Tinelli, recordó, siempre fue el programa contra el que era imposible competir El sociólogo Cristian Ferrer dijo que le parece interesante el tema del rating, pero aportó que a su criterio la memoria tiene una persistencia que no puede ser medida en números, compitiendo contra el entretenimiento. Los años de plomo van a afectar a la vida de esta sociedad por 50 años más, haya o no programas que los reflejen, y tengan o no buen rating. Para este analista de medios, en la sociedad están en conflicto dos tendencias, una voluntad de olvido y otra de no dejar de nombrar lo que ocurrió, de pensarlo. El rating de este programa expresa esta segunda voluntad, subrayó.
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