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"Los siete gatitos", una oscura fábula en torno al autoritarismo

La historia es tan dura --un padre prostituye a sus hijas-- que la puesta de Ricardo Holcer elige retratar la desgracia a partir del humor.

En principio, la obra iba a llamarse aquí "La última virgen".
El brasileño Nelson Rodrigues la escribió hace cuarenta años.

Acido: Considerado un innovador de la dramaturgia brasileña, Rodrigues muestra las pasiones más oscuras, y a la vez hace patente el humor de la desgracia.

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LOS SIETE GATITOS 7
De Nelson Rodrigues puntos
Traducción y adaptación: Ricardo Holcer
Intérpretes: Marcela Ferradás, Damián De Santo, Estela Molly, Laura Cuffini, Arturo Maly, Inés Saavedra, Karina K., Marcos Zucker, María Figueras, Jean Pierre Reguerraz y Ricardo Merkin
Escenografía y vestuario: Oria Puppo
Música original: Edgardo Rudnitzky
Iluminación: Omar Possemato
Dirección: Ricardo Holcer
Lugar: Sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815, jueves a sábado a las 21.30, y domingo a las 20.30

Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) Si bien este estreno tenía en principio un título más explícito y tal vez de mayor impacto, La última virgen, hubo que respetar finalmente el original de Os Sete Gatinhos, que no alude, como alguien podría imaginar, a un cuento infantil. Tampoco a la profesión que ejercen las cuatro hijas de Seu Noronha (Arturo Maly), el papá cafishio convertido en pivote de esta historia. El título designa a siete animalitos de triste destino, cría de una "gata asquerosa", como dice la joven Silene, la quinta hija, la menor, nenita a la que Noronha quiere preservar virgen para casarla con alguien de una clase superior y mejorar la situación de todos. La vida de esta familia de clase media baja transcurre sin demasiados cambios, sumisa a los mandatos del padre, hasta que un día se produce el hecho que la trastorna aún más y del que son protagonistas Silene (María Figueras), la gata y sus gatitos.

La mujer-niña, pupila en un colegio, es expulsada y devuelta a su casa, hábitat en estado de crisis permanente, donde la única regla de juego es la que impone el exasperado Noronha, un farsante que en sus desvaríos esotéricos busca un chivo expiatorio y maneja arbitrariamente conceptos tales como pecado y pureza. Así, con el diablo en el cuerpo, y "castigado" de tanto en tanto por algún cólico intestinal, el hombre acumula poder sobre su mujer, sus hijas y sobre quienes se acercan a la casa, como ocurre con el ginecólogo Bordalo que interpreta Ricardo Merkin.

Entrampadas en un mundo del que sólo ellas podrán liberarse (lo vaticina el judío Saúl, papel a cargo de Marcos Zucker), las mujeres se convierten en protagonistas de una singular tragedia, a la que su autor dota de elementos propios del imaginario religioso del Brasil y otros provenientes de la tragedia griega. Considerado un innovador (tanto a nivel de lenguaje como técnico) de la dramaturgia brasileña, Nelson (Falsao) Rodrigues muestra en esta pieza, escrita en 1958, las pasiones más oscuras, sin por eso dejar de hacer patente el abstruso humor de la desgracia. Para ello acumula observaciones sustanciosas y provoca risas, que se congelan cuando la acción da un vuelco y enfrenta crudamente al espectador con el absurdo o el drama.

Esta es una de esas obras en las que el elemento lúdico se manifiesta en todo momento, incluso en la manera simple de exponer los mitos universales. Rodrigues (1912-1980), dramaturgo, periodista y autor de cuentos y novelas (O casamento, de 1966), escribió a veces bajo los seudónimos de Suzana Flag y Mirola, y se interesó siempre por los mitos y tipos populares de las grandes ciudades. En este sentido, un retrato inaugural es su pieza Vestido de Noiva, de 1943, a la que siguieron muchas más, en su mayoría obras que rescatan los temas del amor y de la muerte, la sexualidad y las convenciones sociales, como Viúva porém Honesta (1957), Bonitinha mas Ordinária (1961) y Toda Nudez será Castigada, de 1965, llevada al cine.

Instalado en el universo que propone Rodrigues (representado por primera vez en la Argentina), el elenco que acaba de estrenar Los siete gatitos en el Cervantes se pliega con ductilidad a la creativa dirección de Ricardo Holcer, quien vivió y trabajó en Brasil durante años. La fábula, aunque algo lineal, posee un colorido especialmente vivo. No es ajeno a esto el buen desempeño de actores y actrices, y la potencia de algunas escenas, entre ellas la que muestra al excelente Jean Pierre Reguerraz en el papel del doctor Portela, describiendo el desgraciado hecho que motivó la expulsión de Silene, y la que cierra la obra, síntesis de dos asuntos clave: la colisión de lo masculino y femenino ("un conflicto rodrigueano") y el estallido del mito de la autoridad.

 

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