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"No nos hacemos responsables. Condenamos el atentado", dijo ayer en Sudáfrica el coordinador nacional de los Musulmanes contra la Opresión Global, Mohamed Ahmed. Este grupo se había atribuido con llamados anónimos la bomba colocada en el restaurante Planet Hollywood en Ciudad del Cabo, que provocó un muerto y varios heridos, entre ellos un argentino. Las autoridades sudafricanas vincularon a los responsables de este ataque con los de las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania. La sede diplomática estadounidense en Singapur debió ser desalojada por una amenaza de bomba. Luego del atentado en Sudáfrica, la ola de refuerzos en las medidas de seguridad comenzó a expandirse a todo lugar que connote "Estados Unidos", como el caso de las mismas filiales de Planet Hollywood en todo el mundo y los locales de McDonald's en Sudáfrica. "No tengo duda de que ya tienen una idea de quién cometió este crimen y confío en que los arresten", dijo ayer el presidente sudafricano, Nelson Mandela. El ministro de Seguridad sudafricano, Sidney Mufamadi, indicó que dos agentes del FBI llegaron ayer por la noche desde Nairobi. La hipótesis de los sudafricanos es que se trata de los mismos responsables de los atentados en Nairobi y en Dar es Salaam. Esto contradice la opinión de la Casa Blanca, cuyos funcionarios estiman improbable que Osama bin Laden, el millonario saudita acusado de financiar los ataques a las embajadas, esté detrás de una bomba casera como la que estalló en Planet Hollywood. Aunque los Musulmanes contra la Opresión Global se desliguen del hecho, algunos en Sudáfrica sospechan de Qibla, una organización extremista islámica que controla a este y otro grupo más, "El Pueblo contra el gangsterismo y las drogas" (Pagad). Qibla se fundó en los años 80 y se cree que algunos de sus miembros recibieron entrenamiento militar. Cuando en 1991 se reformó la Constitución en Sudáfrica, Qibla la denunció como el producto de una conspiración "internacional" y se comprometió a transformar Sudáfrica en un Estado musulmán. Está dirigido por Achmat Cassiem, un ex miembro del Congreso Panafricano, que compartió durante un tiempo la prisión con Nelson Mandela. Sudán continúa multiplicando sus presiones a nivel internacional respecto de los bombardeos norteamericanos sobre una planta farmacéutica en Jartum y sobre el sur de Afganistán, realizados en represalia por los atentados en Kenia y Nairobi. Las autoridades sudanesas pretende que su propuesta para el envío de una misión especial, que investigue las actividades de la fábrica destruida, sea aprobada en la mayor cantidad posible de organismos internacionales, pero ayer lanzaron una medida un tanto insólita: enjuiciar al presidente norteamericano Bill Clinton por violación del código criminal sudanés. "Clinton será juzgado en rebeldía si no se presenta ante la Justicia sudanesa en un plazo que le será notificado por la prensa", dijo ayer el fiscal general de Sudán, Alí al-Zaki. Las organizaciones islámicas también están sosteniendo una campaña antinorteamericana, pero de una manera mucho menos legalista. En un acto realizado ayer en Gaza, el guía del movimiento de resistencia islámica Hamas, jeque Hamed Yassin, pidió a "los árabes y los musulmanes" que respondan "con violencia y cólera a la política norteamericana". Mientras los 300 manifestantes cantaban a coro "Osama bin Laden, todos te amamos", Yassin anunció que la organización intentará reunir fondos para reconstruir la planta farmacéutica destruida. Algunos militantes hicieron un llamado al brazo armado de Hamas, Ezzedin al-Kassam, para perpetrar actos suicidas en Israel. El jeque había dicho que la respuesta a los ataques norteamericanos debía darse en Israel, ya que representa "la otra cara de Estados Unidos".
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