Por Martín Pérez desde Santiago de Chile Sutileza, embrujo y deleite.
Esas son tres de las palabras con que los diarios chilenos eligieron titular sus crónicas
del show que la cantante islandesa dio aquí, en la escala previa a sus actuaciones de hoy
en el Luna Park y mañana en el Teatro Opera. Acompañada por un octeto de cuerdas y un
rack electrónico comandado por su productor Mark Bell, Bjork entregó su voz y su música
a un público que la aplaudió a rabiar apenas apareció sobre el escenario. Que la
ovacionó cuando dio sus primeros saltitos acompañando la música. Y que estalló en
gritos cuando cantó los primeros versos de "Hunter", con el que abrió el
recital. Tanta excitación, sin embargo, no estaba a tono con las características del
show. Que, en rigor de verdad, arrancó con un instrumental ("The Road") sólo
interpretado por los tres violines, los dos cellos y las dos violas que se ocupan del
aspecto unplugged del show. De una hora y media de duración, el espectáculo recorre hits
y rarezas de toda la carrera solista de la islandesa más famosa, venerada hasta la
Bjorkmanía por los más de seis mil fans que llenaron el estadio Monumental, en que el
día anterior Prodigy había desplegado toda su furia electropunk. Lo de Bjork, en cambio,
es un cuidado trabajo de destreza emocional y vocal.
A fuerza de mohínes y sonrisas, Bjork logró domar el martes aquí el
entusiasmo de su público. Antes de ella, el sorprendente solista U-ziq desplegó su
drum'n'bass (que por momentos sonó como una suerte de enloquecido bebop industrial) por
espacio de media hora, una sorpresa festejada por educados aplausos por el público de su
generosa anfitriona. Luego, sí, llegó su turno. De riguroso blanco y con un peinado
lleno de bucles, suerte de Shirley Temple morena, la cantante islandesa se ocupó de
recorrer los hits de sus dos primeros discos como solista --"Venus as a Boy" y
"Human Behaviour", de Debut; y "Possibly Maybe" e "Isobel",
de Post, entre otros-- que intercaló con siete de los nueve temas de su último álbum:
Homogenic. Son éstos los ideales para el lucimiento de las cuerdas, en particular
"Pluto" y el emocionante "Joga", que ocupa el lugar del primer bis. En
todos ellos, Bjork encontró momentos para correr hacia sus saltos mortales vocales. El
truco es así: cada vez que se esfuerza, Bjork mueve en círculos su brazo izquierdo como
si se diera cuerda, mientras que con el derecho sostiene el micrófono. Con lo que, cuando
la música es llevada por los tracks pregrabados comandados por Bell (en los que hay de
todo: piano, percusión e incluso cuerdas), el resultado se asemeja al de un magistral
karaoke.
El show de dieciocho temas que guarda un espacio entre tantos hits para
un par de sorpresas como "I go humble" (un simple de la época Post), y el
emocionante "Play Dead", que data de la época de debut y aquí sirvió para dar
el punto final del show. Y que se reservó la explosión dance --que el público anticipó
entusiasta apenas apareció la estrella-- para detonarla casi al final, cuando llegó el
momento de interpretar la maravillosa "Hyperballad". Cuerdas y tecno
amalgamándose a la perfección, invitando al baile sin abandonar el éxtasis emocional
del verso que reza: "Yo atravieso todo esto/ antes de que te despiertes". Y
entonces esta islandesa que interpreta a la perfección su personal "Sueño de una
noche de invierno" baila y domina una escena de sutileza, embrujo y deleite. Tal como
titularon ayer los diarios chilenos. Se sabe, a veces la prensa --como Fabio Zerpa-- tiene
razón.
La memoria y algo
más
Por Rodolfo Hermida *
El histórico Juicio a las Juntas se mantenía bajo un manto de
silencio televisivo hasta esta semana. Dado que la emisión original --en 1985, por el
canal oficial ATC-- no incluyó el audio de los testimonios, está claro que en el
inconsciente colectivo argentino había quedado un aspecto informativo disociado. Los que
veíamos por entonces a jueces, acusados o testigos, en diálogos gestuales, recordamos la
ausencia de sus voces. Y quienes tuvimos la oportunidad de escuchar los relatos de las
víctimas o en las palabras de los acusados, nos dábamos cuenta de la diferencia de la
emoción que estos sonidos provocaban. La televisión no se había dado un lugar para
reflexionar sobre lo que pasó en ese juicio y en los años de horror en la Argentina. El
cine argentino también tiene su asignatura pendiente: si bien hay films como La noche de
los lápices, La historia oficial y Cazadores de utopías, todavía faltan obras
definitivas. Por eso emocionó tanto que, en una sociedad que cultiva tan poco la memoria,
un documental como "E.S.M.A., el día del juicio" haya originado tal interés en
su primera emisión (más de 23 puntos de rating rozan el milagro), incentivando a Canal
13 a repetirlo esta noche. Esto significa que la gente está interesada en revisar el
pasado, con lo que eso traiga, porque es un tema recurrente: por la acción de los
H.I.J.O.S., por la reciente detención de Videla, porque las Abuelas de Plaza de Mayo aún
continúan buscando a los hijos de su hijos. Es un tema candente. E irresuelto,
fundamentalmente por la sanción de las leyes de punto final y obediencia debida, y por
los indultos. Cuando transmitimos el primer capítulo de "El Galpón de la
Memoria" (en Canal 13), tuvimos 50 puntos de rating. Al día siguiente, se levantó
el segundo programa, en el que estaban incluidos fragmentos del juicio con el audio.
Apareció un cartel explicando que por razones de pacificación nacional se esperaría a
una fecha mejor para emitirlo. Nunca se dio. Lo reemplazaron por "Matrimonios y algo
más", aunque ahora parezca joda. Por eso felicito a Magdalena Ruiz Guiñazú por
haber defendido el documental, y a la gerencia del canal por animarse a emitirlo. Aunque
lo que se vio haya sido una muestra, demasiado sintética tal vez, de lo que puede ser el
inicio de una serie temática que ilumine los años oscuros. Mostrar la perversidad y la
muerte es una forma de elaborarlas, de superarlas. Acaso, de consolidar la función social
de la televisión: ser un medio de comunicación, no un canal para enriquecimientos
personales amparados en el bullicioso mundo del entretenimiento.
* Director de TV.
Fuerza, Alberto, te necesitamos
Por Eduardo Pavlovsky
En este país del olvido quiero que sepas, Alberto Ure, que hoy
te recuerdo mucho. En este momento de estallido de las vanguardias teatrales, es bueno
hacerlo. Porque sos el gran precursor. Un adelantado. Lo que hoy se hace fácil, alguna
vez fue dificilísimo. Tu lenguaje era demasiado transgresor y demasiado culto. Cuando
asomaste con Palos y piedras y con Atendiendo al Sr. Sloane en el '68 eras sólo un buen
alumno de Gandolfo. Tuve la inmensa fortuna de ser dirigido por vos en Sloane y en
Telarañas y siempre recuerdo tus lúcidas marcaciones, tus comprometidas marcaciones.
Alguna vez lo escribí, me enseñaste el ritmo de la singularidad de los personajes. La
subjetividad rítmica. Sus estados. Aprendí como actor pero también como autor. Tu
teatro siempre fue transgresor y violento. Excepcionalmente lúcido y creativo. Teatro de
riesgo. Experimentación pura. Nunca uno salía de los ensayos igual. La experiencia con
Telarañas fue demasiado costosa para ambos. En lo político y en lo personal. Pero el
trayecto, el proceso de ensayos, tuvo el esplendor de lo maravilloso, del talento de tu
genialidad y también de tu cultura puesta al servicio de los personajes de la obra. Así
piensan también Arturo Mally y Tina Serrano.
Parecíamos embriagados de tanta creatividad. De lo insólito. De lo
intempestivo. Yo a veces hablo de teatro de estados o de intensidades. Si hubo un
precursor de esa línea de investigación fuiste vos. Preguntale si no a Griselda Gambaro
y a Pavlovsky, a quienes se nos definía como vanguardistas. Los dos pensamos que tus
puestas arriesgaron nuestros textos y los embellecieron en sus límites. Eso digo,
arriesgar los textos, porque los exploraste en todos los sentidos e intensidades posibles.
Nunca hiciste teatro como en el teatro. Fuiste también transgresor con Ibsen y de
Strindberg. Cosechaste resistencias porque a veces sin saberlo atacás el centro del
criterio de la "representatividad" del teatro argentino y de sus puestas
costumbristas. Pero quienes te conocemos de cerca, quienes tenemos la maravillosa
oportunidad de aprender de vos --somos muchos--, te decimos: gracias Alberto, de vos es
imposible olvidarse. Tenés demasiado talento. Sos un adelantado a tu época y estás
dejando en nosotros la marca de tu genio y eso es mucho. ¡Fuerza, Alberto que te
necesitamos!
Nota: El director Alberto Ure atraviesa por un delicado momento de
salud. |
|