Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

 

De visita guiada al mundo privado de una gnomo

La islandesa Bjork, que hoy y mañana actúa aquí, mostró en Chile un show delicado, en que conviven canciones de toda su historia.

La islandesa actúa hoy en el Luna Park y mañana en un teatro.
En Santiago, el show fue hermoso y constó de 18 canciones.

na28fo01.jpg (8908 bytes)


Por Martín Pérez  desde Santiago de Chile

t.gif (67 bytes) Sutileza, embrujo y deleite. Esas son tres de las palabras con que los diarios chilenos eligieron titular sus crónicas del show que la cantante islandesa dio aquí, en la escala previa a sus actuaciones de hoy en el Luna Park y mañana en el Teatro Opera. Acompañada por un octeto de cuerdas y un rack electrónico comandado por su productor Mark Bell, Bjork entregó su voz y su música a un público que la aplaudió a rabiar apenas apareció sobre el escenario. Que la ovacionó cuando dio sus primeros saltitos acompañando la música. Y que estalló en gritos cuando cantó los primeros versos de "Hunter", con el que abrió el recital. Tanta excitación, sin embargo, no estaba a tono con las características del show. Que, en rigor de verdad, arrancó con un instrumental ("The Road") sólo interpretado por los tres violines, los dos cellos y las dos violas que se ocupan del aspecto unplugged del show. De una hora y media de duración, el espectáculo recorre hits y rarezas de toda la carrera solista de la islandesa más famosa, venerada hasta la Bjorkmanía por los más de seis mil fans que llenaron el estadio Monumental, en que el día anterior Prodigy había desplegado toda su furia electropunk. Lo de Bjork, en cambio, es un cuidado trabajo de destreza emocional y vocal.

A fuerza de mohínes y sonrisas, Bjork logró domar el martes aquí el entusiasmo de su público. Antes de ella, el sorprendente solista U-ziq desplegó su drum'n'bass (que por momentos sonó como una suerte de enloquecido bebop industrial) por espacio de media hora, una sorpresa festejada por educados aplausos por el público de su generosa anfitriona. Luego, sí, llegó su turno. De riguroso blanco y con un peinado lleno de bucles, suerte de Shirley Temple morena, la cantante islandesa se ocupó de recorrer los hits de sus dos primeros discos como solista --"Venus as a Boy" y "Human Behaviour", de Debut; y "Possibly Maybe" e "Isobel", de Post, entre otros-- que intercaló con siete de los nueve temas de su último álbum: Homogenic. Son éstos los ideales para el lucimiento de las cuerdas, en particular "Pluto" y el emocionante "Joga", que ocupa el lugar del primer bis. En todos ellos, Bjork encontró momentos para correr hacia sus saltos mortales vocales. El truco es así: cada vez que se esfuerza, Bjork mueve en círculos su brazo izquierdo como si se diera cuerda, mientras que con el derecho sostiene el micrófono. Con lo que, cuando la música es llevada por los tracks pregrabados comandados por Bell (en los que hay de todo: piano, percusión e incluso cuerdas), el resultado se asemeja al de un magistral karaoke.

El show de dieciocho temas que guarda un espacio entre tantos hits para un par de sorpresas como "I go humble" (un simple de la época Post), y el emocionante "Play Dead", que data de la época de debut y aquí sirvió para dar el punto final del show. Y que se reservó la explosión dance --que el público anticipó entusiasta apenas apareció la estrella-- para detonarla casi al final, cuando llegó el momento de interpretar la maravillosa "Hyperballad". Cuerdas y tecno amalgamándose a la perfección, invitando al baile sin abandonar el éxtasis emocional del verso que reza: "Yo atravieso todo esto/ antes de que te despiertes". Y entonces esta islandesa que interpreta a la perfección su personal "Sueño de una noche de invierno" baila y domina una escena de sutileza, embrujo y deleite. Tal como titularon ayer los diarios chilenos. Se sabe, a veces la prensa --como Fabio Zerpa-- tiene razón.

 

La memoria y algo más
Por Rodolfo Hermida *

El histórico Juicio a las Juntas se mantenía bajo un manto de silencio televisivo hasta esta semana. Dado que la emisión original --en 1985, por el canal oficial ATC-- no incluyó el audio de los testimonios, está claro que en el inconsciente colectivo argentino había quedado un aspecto informativo disociado. Los que veíamos por entonces a jueces, acusados o testigos, en diálogos gestuales, recordamos la ausencia de sus voces. Y quienes tuvimos la oportunidad de escuchar los relatos de las víctimas o en las palabras de los acusados, nos dábamos cuenta de la diferencia de la emoción que estos sonidos provocaban. La televisión no se había dado un lugar para reflexionar sobre lo que pasó en ese juicio y en los años de horror en la Argentina. El cine argentino también tiene su asignatura pendiente: si bien hay films como La noche de los lápices, La historia oficial y Cazadores de utopías, todavía faltan obras definitivas. Por eso emocionó tanto que, en una sociedad que cultiva tan poco la memoria, un documental como "E.S.M.A., el día del juicio" haya originado tal interés en su primera emisión (más de 23 puntos de rating rozan el milagro), incentivando a Canal 13 a repetirlo esta noche. Esto significa que la gente está interesada en revisar el pasado, con lo que eso traiga, porque es un tema recurrente: por la acción de los H.I.J.O.S., por la reciente detención de Videla, porque las Abuelas de Plaza de Mayo aún continúan buscando a los hijos de su hijos. Es un tema candente. E irresuelto, fundamentalmente por la sanción de las leyes de punto final y obediencia debida, y por los indultos. Cuando transmitimos el primer capítulo de "El Galpón de la Memoria" (en Canal 13), tuvimos 50 puntos de rating. Al día siguiente, se levantó el segundo programa, en el que estaban incluidos fragmentos del juicio con el audio. Apareció un cartel explicando que por razones de pacificación nacional se esperaría a una fecha mejor para emitirlo. Nunca se dio. Lo reemplazaron por "Matrimonios y algo más", aunque ahora parezca joda. Por eso felicito a Magdalena Ruiz Guiñazú por haber defendido el documental, y a la gerencia del canal por animarse a emitirlo. Aunque lo que se vio haya sido una muestra, demasiado sintética tal vez, de lo que puede ser el inicio de una serie temática que ilumine los años oscuros. Mostrar la perversidad y la muerte es una forma de elaborarlas, de superarlas. Acaso, de consolidar la función social de la televisión: ser un medio de comunicación, no un canal para enriquecimientos personales amparados en el bullicioso mundo del entretenimiento.

* Director de TV.


Fuerza, Alberto, te necesitamos
Por Eduardo Pavlovsky

En este país del olvido quiero que sepas, Alberto Ure, que hoy te recuerdo mucho. En este momento de estallido de las vanguardias teatrales, es bueno hacerlo. Porque sos el gran precursor. Un adelantado. Lo que hoy se hace fácil, alguna vez fue dificilísimo. Tu lenguaje era demasiado transgresor y demasiado culto. Cuando asomaste con Palos y piedras y con Atendiendo al Sr. Sloane en el '68 eras sólo un buen alumno de Gandolfo. Tuve la inmensa fortuna de ser dirigido por vos en Sloane y en Telarañas y siempre recuerdo tus lúcidas marcaciones, tus comprometidas marcaciones. Alguna vez lo escribí, me enseñaste el ritmo de la singularidad de los personajes. La subjetividad rítmica. Sus estados. Aprendí como actor pero también como autor. Tu teatro siempre fue transgresor y violento. Excepcionalmente lúcido y creativo. Teatro de riesgo. Experimentación pura. Nunca uno salía de los ensayos igual. La experiencia con Telarañas fue demasiado costosa para ambos. En lo político y en lo personal. Pero el trayecto, el proceso de ensayos, tuvo el esplendor de lo maravilloso, del talento de tu genialidad y también de tu cultura puesta al servicio de los personajes de la obra. Así piensan también Arturo Mally y Tina Serrano.

Parecíamos embriagados de tanta creatividad. De lo insólito. De lo intempestivo. Yo a veces hablo de teatro de estados o de intensidades. Si hubo un precursor de esa línea de investigación fuiste vos. Preguntale si no a Griselda Gambaro y a Pavlovsky, a quienes se nos definía como vanguardistas. Los dos pensamos que tus puestas arriesgaron nuestros textos y los embellecieron en sus límites. Eso digo, arriesgar los textos, porque los exploraste en todos los sentidos e intensidades posibles. Nunca hiciste teatro como en el teatro. Fuiste también transgresor con Ibsen y de Strindberg. Cosechaste resistencias porque a veces sin saberlo atacás el centro del criterio de la "representatividad" del teatro argentino y de sus puestas costumbristas. Pero quienes te conocemos de cerca, quienes tenemos la maravillosa oportunidad de aprender de vos --somos muchos--, te decimos: gracias Alberto, de vos es imposible olvidarse. Tenés demasiado talento. Sos un adelantado a tu época y estás dejando en nosotros la marca de tu genio y eso es mucho. ¡Fuerza, Alberto que te necesitamos!

Nota: El director Alberto Ure atraviesa por un delicado momento de salud.

 

PRINCIPAL