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EN UN RANCHO SE FABRICABAN MEDICAMENTOS TRUCHOS
Los remedios de agua sucia

Los frascos decían Ventolín o Factor AG  pero eran llenados con un líquido sucio.  Un detenido era candidato a concejal.

El fiscal Munilla Lacasa durante el allanamiento en José C. Paz.
La organización tenía una imprenta para reproducir las etiquetas.

Prospectos: Cuando el grupo allanó el galpón de Villa Ballester, descubrió otro sector del laboratorio y una imprenta con la que reproducían prospectos, etiquetas y folletería.

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Por Horacio Cecchi

t.gif (67 bytes) Ocho allanamientos simultáneos en Villa Ballester, San Miguel, José C. Paz, y en la ciudad de Buenos Aires, dejaron al descubierto una organización dedicada a la producción de medicamentos truchos, entre ellos Ventolín, un producto utilizado en inhaladores por los asmáticos. Durante el operativo se produjeron diez detenciones y fueron secuestradas 5 mil unidades de diferentes marcas falsificadas, y bidones que contenían líquidos en muy mal estado, con los que rellenaban los frascos. La organización también contaba con una imprenta para reproducir la folletería y el packaging de los remedios. Entre los detenidos figura un candidato a concejal por el Frepaso de José C. Paz. El operativo fue encabezado por el fiscal federal Norberto Quantín, al frente de un grupo de fiscales que lleva un año elaborando un banco de datos sobre las redes de la adulteración de medicamentos, y que ya detectó 80 casos semejantes en todo el país.
En julio del ‘97, después del descubrimiento de una impresionante red de distribución de medicamentos adulterados en la provincia de Corrientes, el procurador general de la Nación, Nicolás Becerra, dictó la resolución 54/97, creando un cuerpo de fiscales dedicados a investigar las redes de los medicamentos truchos. El grupo quedó a cargo del fiscal 3 de la Cámara Nacional de Apelaciones, Norberto Quantín, y lo integran los fiscales Adrián Giménez, Marcelo Munilla Lacasa, José María Campagnoli, Ana Yacobucci y Pablo Lanusse, conocidos como Los Centauros en sus investigaciones contra la corrupción.
En diciembre del año pasado, el equipo tuvo su bautismo de fuego en casos resonantes: recuperaron mil cajas de Taxotere –un producto oncológico de 1.800 dólares de costo por unidad–, que al cortarse la cadena de frío se había transformado en mil cajas que literalmente contenían veneno (ver recuadro).
En colaboración directa con el Instituto Nacional de Medicamentos (INAME), y la División de Delitos Económicos de la Policía Federal, hace cinco meses llegó a manos de los fiscales un frasquito de Factor AG Pediátrico falso, obtenido en Salta. Consignaron el caso en la base de datos y comenzaron un seguimiento sobre el medicamento en diferentes puntos del país. Finalmente, lograron descubrir las puntas del hilo que los llevó hasta una organización con sede en Villa Ballester.
Durante varios meses esperaron el momento, hasta que, el jueves 20 de agosto, a las 4 de la mañana, Quantín reunió al equipo de colaboradores de las seis fiscalías, un plantel de integrantes del INAME y policías de Delitos Económicos. “Sólo unos pocos conocíamos el objetivo –dijo Quantín a Página/12–. Las filtraciones nos habían volteado varios casos. Coordinamos las acciones y, a las 6.15, iniciamos los ocho allanamientos simultáneos.” En uno de ellos, en Sarmiento 5834, de José C. Paz, los investigadores se encontraron con un rancho, en cuyo frente el dueño de casa, Antonio Quiroz, había colgado un cartel postulándose como candidato a concejal por el Frepaso. El laboratorio que esperaban encontrar los fiscales era, en realidad, el mismo rancho: paredes de ladrillo sin revoque y tres metros cuadrados de piso de tierra, sobre el que se encontraba, dispersa, la materia prima: cantidades de frascos de Ventolín, Factor AG Pediátrico, Dazolín gotas, prospectos de Buscapina, y unos cuantos bidones con un líquido con el que, mediante jeringas, rellenaban los frascos. “Poniendo a trasluz los frascos –relataron Giménez y Munilla Lacasa–, y agitándolos un poco, se podían ver cosas flotando en el líquido. Parecían pescados.”
Cuando el grupo allanó el galpón de San Juan 3957, de Villa Ballester, descubrió otro sector del laboratorio y una imprenta con la que reproducían prospectos, etiquetas y folletería. “Este caso es muy importante porque es la primera vez que descubrimos una imprenta”, aseguró Quantín. En el lugar también hallaron una máquina para llenar frascos. “No se trata de alta tecnología. Es una máquina casera”, agregó. La banda venía funcionando desde varios meses antes de que se iniciara la investigación, y aún no se tiene una idea concreta sobre sus ganancias. Tampoco se sabe aún qué contenían los bidones, además de pescados. “Estamos esperando que nos lo revelen las pericias químicas.”
Este mismo año, Los Centauros descubrieron otras dos líneas de medicamentos falsificados: Cynamed y Madopac. “El Madopac adulterado provocó cuatro muertes y quedaban 1500 dosis repartidas en el mercado. Lo más difícil es encontrar la causalidad. Los médicos, de buena fe, prescriben un medicamento que creen bueno, y si un paciente muere, suelen suponer que fue por la evolución de la enfermedad.”

 

Convertido en veneno

En diciembre pasado, las investigaciones de la Fiscalía llevaron hasta un depósito donde se guardaban mil cajas de Taxotere, producidas por el laboratorio Rhone Purin. El cargamento, valuado en 1.800.000 pesos, había sido robado por una banda de piratas del asfalto y estaba a punto de ser incorporado a la cadena de distribución legal. El Taxotere es un producto oncológico importado de Francia, cuyo precio de venta al público oscila entre 1.700 y 1.800 pesos por unidad. El laboratorio lo produce en Inglaterra, extrayendo el veneno de las espinas de un cactus, que luego son procesadas hasta derivar en el medicamento.
El producto debe conservarse bajo ciertas condiciones. “Ellos sabían que debía conservarlo en frío, porque las cajas estaban cubiertas de Rolitos –explica Quantín–. Lo que quiere decir que estaban enterados del daño que podían provocar”. El Taxotere hallado, fuera de sus condiciones de conservación, de remedio trastocó en veneno. Los mil pacientes hubieran muerto al consumirlo. “Fueron 15 AMIA que evitamos”, dice con orgullo Quantín. Durante el operativo, los fiscales sufrieron varias filtraciones. Luego descubrieron que un ex miembro de la Side, hoy detenido, conformaba la banda. El del Taxotere será el primer caso ventilado en juicio oral y público por robo de medicamentos.


Caminos usados para el blanqueo

“El mercado de medicamentos está muy distorsionado –dice Norberto Quantín– y eso facilita enormemente la introducción de adulteraciones y productos robados.” Los mecanismos de incorporación a la red de comercialización legal son, básicamente, tres. Uno es el camino de los llamados “valijeros”, que recorren farmacias y droguerías ofreciendo partidas de medicamentos a precios muy por debajo del valor real. “Sin dudarlo, son adulterados. Algunos farmacéuticos, no todos, los compran sabiendo de qué se trata pero cerrando los ojos.”
“El otro mecanismo es el robo. Siempre hay alguien dentro del laboratorio que canta cuándo sale el camión, y siempre hay alguien que encarga el robo. Nadie va a asaltar un transporte de medicamentos sin tener asegurada antes su colocación. ¿Quiénes hacen el encargo? En general, se trata de una gran farmacia, una farmacia sindical que nadie va a controlar, o una droguería. El tercer camino es el de las licitaciones: geriátricos, psiquiátricos, hospitales públicos o privados. ¿Cómo hacen? Se presentan en una licitación legal. Quienes la convocan no tienen forma de comprobar si el producto es robado o no. Meten el producto a precios muy bajos, pasando desapercibidos porque entre los laboratorios, la misma droga puede tener una diferencia brutal de precios. El público tiene que estar enterado, y debe desconfiar de las farmacias no conocidas y que hacen grandes descuentos.”

 

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