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El ex ministro fue convocado por Boris Yeltsin para que resuelva la crisis
Moscú ahora sólo cree en Cavallo

Llegó a Córdoba para la reunión anual de la Mediterránea, y cuando estaba dando una conferencia le informaron del convite.

Cavallo quiere el guiño del Fondo Monetario y del Tesoro americano antes de aceptar la invitación.
Funcionarios del gobierno ruso estuvieron tanteando a los mediterráneos sobre el Plan Bonex.

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Por Julio Nudler  desde Ascochinga, Córdoba

t.gif (67 bytes) Y Domingo Cavallo vuelve a galopar. Ayer, cuando llegó a Córdoba capital a las 8.45 todos sabían que le esperaba un día agitado. Pero nadie imaginó cuánto. La historia dio un vuelco para el hombre más odiado por Carlos Menem (que ahora tendrá además motivos para envidiarlo insoportablemente) cuando osaron interrumpir la conferencia (segunda de la jornada) que estaba pronunciando ante hombres de negocios y ejecutivos en la Universidad Empresarial Siglo XXI para entregarle un papelito con un mensaje urgente. Al leer el recado, Cavallo frunció el ceño. Pero no era de aflicción por alguna mala noticia, sino por desconfianza. Temía ser el blanco de una cachada. Porque lo que el papel le comunicaba era que un emisario ruso venía en vuelo hacia la Argentina para reunirse con él y proponerle que estudiase la posibilidad de establecer la Convertibilidad en las tierras de Pushkin, Chaicovsky, Trotsky y la araña Yasim.
Desde ese momento, Cavallo se desenchufó de todo lo que lo rodeaba. “Para él, esto es como una inyección de cocaína en las venas”, le describió a este enviado, a risotadas, uno de sus íntimos. El conferenciante ex ministro intentó retomar su exposición, mientras detrás de su frente se agitarían rublos, yacimientos de oro y ojivas atómicas. En eso estaba cuando lo interrumpieron por segunda vez: en este papelito venía un mensaje del Fondo Monetario, que le confirmaba el acuerdo alcanzado con Moscú para sondear la factibilidad de exportarle tecnología argentina en materia de remedios heroicos para colapsos económicos. Cavallo aceptaría el trabajo si tiene el guiño del FMI y del Tesoro americano para apoyar financieramente el salvataje
Entre los empresarios cordobeses más próximos a Cavallo empezó a correrse la voz: “Al Mingo lo llaman de Rusia”, decían con indisimulable vanidad. Y él lo confirmó escuetamente: “Creí que era una broma, pero es cierto. Alguien me viene a ver”. Y abordó un avión rumbo a Buenos Aires. De hecho, en las últimas semanas varios bancos de inversión habían tomado contacto con la Mediterránea, y específicamente con Guillermo Mondino, para ver si se podía aplicarles a los rusos un Plan Bonex. En una palabra: cómo hacer para que el público raso pagara los platos rotos de la fallida transición de los Soviets a la economía de mercado. Mondino estaba ya meditando algo por el estilo para Brasil, como modo de evitar el derrumbe de los bancos, grandes acreedores del fisco, si éste debe repudiar su deuda.
Pero los acontecimientos se precipitaron. El Kremlin comprendió que no tenía escapatoria frente a la montaña de deuda a corto plazo: 40 mil millones de dólares. Para colocar nuevos títulos debía pagar tasas superiores al 100 por ciento, porque los existentes se cotizaban a un quinto de su valor nominal. Frente a la inminente explosión, se le abrían tres posibilidades desesperadas. Y las aplicó todas juntas. Devaluó drásticamente el rublo para que así las exportaciones de petróleo (26% del total), que se cobran en dólares, valieran mucho más en términos de la moneda local. Adicionalmente, puso en un cepo a los capitales, cortándoles la salida, lo que causó tremendas pérdidas sobre todo a estadounidenses y alemanes, que habían irrumpido en manada cuando creyeron que la antigua URSS era un gran filón. En tercer lugar, se decretó una moratoria unilateral de la deuda.
Nada de esto podía resultarle ajeno a Cavallo. Hay que tener en cuenta que sus amigos del First Boston (David Mulford) perdieron 1500 millones de dólares por timbear en Rusia. Por lo que respecta a la Convertibilidad, lo que ésta necesita es la previa licuación de la moneda local, condición que reunía la Argentina de comienzos de esta década después de haber sufrido dos hiperinflaciones seguidas. Como el secreto de la Convertibilidadreside en que existan reservas en oro y divisas equivalentes al dinero en circulación (más exactamente, los pasivos monetarios de la banca central), cuando la moneda local no vale casi nada en términos del dólar, poca cantidad de éstos alcanzan para dar pleno respaldo al circulante y asumir el compromiso formal de entregar billetes verdes a cambio de –en este caso– rublos a un predeterminado tipo de cambio. En otras palabras: a Occidente le resultará barato poner orden en la casa de su otrora archienemigo, que si vale muy poco en dimensión económica (apenas una Argentina y media), sigue armado hasta los dientes con cabezas nucleares.
En el último panorama internacional que elaboró la Fundación Mediterránea, la sección final se llama “Ensalada rusa”. Quizás estén arrepentidos de un título tan irreverente, ahora que Cavallo es llamado a aderezarla. Según el análisis que se efectúa en el documento, las recientes medidas extremas tomadas por Boris Yeltsin sólo pueden servirle para ganar algo de tiempo. Dice textualmente: “La tarea por delante es bien compleja. El nuevo gabinete representa fuertemente a las fuerzas que se oponen a las reformas pendientes, ya que afectarían los intereses de la llamada nueva oligarquía rusa. La pregunta que queda es cuánto tardará en llegar la próxima crisis si prevalecen los intereses del statu-quo....”
Algo es seguro: si Cavallo consiguiera frenar la debacle rusa, evitaría el peligro de un dominó que hiciera caer a Brasil, con lo que indirectamente estaría conjurando el mayor peligro que hoy se cierne sobre la Argentina. Sería, podrán decir los mediterráneos, casi como el general San Martín, que con la liberación de Chile y Perú reaseguró la independencia argentina. No es poca cosa.

 

“Buena señal”

El equipo económico vislumbraba ayer que Rusia podría adoptar la convertibilidad para encauzar su desquiciada economía. La versión fue cobrando fuerza durante el día y entusiasmó a los Roque boys, quienes entienden que la crisis financiera internacional podría controlarse si Boris Yeltsin adopta esa decisión. “Es una alternativa muy interesante, que no hay que descartar”, indicó a este diario el secretario de Programación Económica y Regional, Rogelio Frigerio. Aunque no tenía confirmada la noticia de que Domingo Cavallo sería convocado por Yeltsin, consideró “posible” que Rusia se adhiriera a la convertibilidad. “Sería una muy buena señal para los inversores internacionales”, interpretó el funcionario.


Recuerdo del Plan Bonex

Los argentinos terminaron mal el año ‘89. El Día de los Inocentes, 28 de diciembre, se lanzó el Plan Bonex. Los ahorristas en plazo fijo con saldos mayores a un millón de australes –equivalentes a 555 dólares–, colocados a siete días, recibieron en canje de sus depósitos Bonex ‘89. Por este mecanismo, el Estado pretendió congelar compulsivamente el equivalente a 2600 millones de dólares que integraban el sistema de depósitos. Sin embargo, luego accedió a dejar fuera del rescate, además de las colocaciones inferiores al millón de australes, a aquellos fondos destinados a pagar salarios, impuestos y a los pertenecientes a diversos organismos estatales y privados. De ese modo, el Gobierno congeló sólo 1100 millones.
La medida quiso cortar de cuajo la bicicleta financiera. Por un lado, sacó del mercado al denominado “festival de bonos”. Con esto, transformó una deuda de corto plazo en australes por otra a largo plazo en dólares.
Por el otro, secó el mercado de australes, para evitar que la moneda se siguiera depreciando. La población reaccionó indignada. Los bonos pasaron a cotizar en bolsa, aunque su valor era la tercera parte de los depósitos expropiados. El Plan Bonex provocó la hiperinflación de 1990, asegura Domingo Cavallo cada vez que se le pregunta sobre el tema. La economía recién encontró su cauce en 1991, cuando se lanzó la convertibilidad.

 


 

Una carta al zar argentino

Para el gobierno ruso, Cavallo es el “zar económico argentino”. Historia de una convocatoria para apagar un incendio.

Boris Yeltsin con el primer ministro Viktor Chernomyrdin.
Cavallo viaja hoy, y en San Pablo se entrevistará con Pedro Malán.

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Por Susana Viau

t.gif (862 bytes) El viceprimer ministro Boris Feddorov le envió una carta a Domingo Cavallo para invitarlo a colaborar “como consultor del equipo económico” ruso. “Usted es conocido mundialmente como el zar económico argentino, y nos gustaría contar con su colaboración”, le escribió el funcionario ruso a Cavallo. Luego los detalles del viaje se arreglaron vía fax. La embajada rusa insistió hasta tener la seguridad, de boca de los representantes de Acción Por la República que habían quedado en Buenos Aires, de que el ex ministro abordaría hoy a media tarde el avión que lo llevará a Moscú. Antes, Cavallo hará una escala de horas en Brasil para entrevistarse con el ministro de Hacienda, Pedro Malán. El objetivo final del viaje no estará ausente de la breve agenda.
Si bien la urgente invitación del premier ruso Viktor Chernomyrdin tomó por sorpresa a los colaboradores de Cavallo, no es la primera vez que lo requieren para que sugiera cómo apagar un incendio. Una preocupación en la que parecen coincidir George Soros, Steve Hanke, Steve Forbes y el propio Malán.
El año pasado, durante la conferencia de Davos, los representantes de Malasia buscaron al ex ministro. Quizás haya sido a instancia de Hanke, un hombre que siguió de cerca el desarrollo de esa crisis. En aquella ocasión Cavallo prefirió escuchar, aconsejar y no viajar. Ese puede ser, según su entorno una de las razones que inspiraron la demanda rusa de estos días. Pero no es la única. También se señala como significativo el hecho de que el primer número de la edición internacional de la revista Forbes incluya una columna del ex ministro argentino.
En esa nota Cavallo volvía a insistir en su idea de reformular el rol de los organismos financieros internacionales y a criticar sus políticas hasta ahora excesivamente intervencionistas. Y aquello venía a coincidir con la visión de no pocos observadores que insisten en que el Fondo Monetario Internacional no ha estado a la altura de los acontecimientos en el terremoto ruso, como tampoco fue acertada en el caso asiático.
El tercer factor que, de acuerdo a los asesores del vapuleado ex ministro, puede haber decidido a Chernomyrdin a llamarlo es un apoyo indirecto y poderoso. En una célebre carta al Financial Times el financista George Soros propuso hace diez días, antes de la catástrofe, que la mejor solución para Rusia sería “una caja de conversión luego de una modesta devaluación del 15 al 25 por ciento”. Soros dijo que la devaluación era necesaria para compensar los menores ingresos por la caída del precio del petróleo y “para reducir el monto de reservas necesarias para instituir la caja de conversión”. Según Soros, se requerirían 50 mil millones de dólares en reservas para respaldar el circulante y los vencimientos de la deuda interna para el año que viene.

 

Cómo nació el    uno por uno

El 1º de abril de 1991 entró en vigencia la ley 23.928 que dispuso la libre convertibilidad de la moneda. Desde entonces, el signo monetario volvió a denominarse “peso”, cuya unidad equivalía a lo que hasta entonces eran 10 mil australes, con la cualidad de ser intercambiable en bancos y casas de cambio por un dólar. Esa paridad, inamovible, quedó fijada por ley. Pero la historia del plan que logró congelar la inflación había empezado a gestarse dos años antes. Domingo Cavallo escuchó la idea por parte de Horacio Tomás Liendo, quien luego lo acompañaría como secretario Legal y Técnico en el Ministerio de Economía, en febrero de 1989. Pero quien ahora fue convocado por el gobierno ruso para asesorar en la instrumentación de un plan semejante, la desestimó. Entendía que era una propuesta anticuada. Estados Unidos había abandonado la convertibilidad dólar-oro en 1971. Sin embargo, meses más tarde, cuando Menem acababa de ganar las elecciones y la economía se debatía en la hiperinflación, Cavallo reconsideró la sugerencia. Pensó que sería una política de shock apropiada para encarrilar la situación.
Junto a su equipo de colaboradores de la Mediterránea empezó a elaborar el plan, esperanzado en ocupar el Ministerio de Economía. Pero Menem optó por entregar la cartera económica al grupo Bunge & Born. Cavallo esperó su oportunidad. Dos años más tarde, cuando el swiftgate volteó a Erman González, el hoy diputado se lanzó de llenó con el programa. Menem lo aceptó, consciente de que no tenía una alternativa mejor, y Cavallo lo puso en marcha.

 

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