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Continúe o no como presidente de Rusia, Boris Yeltsin está dando los pasos finales de su retirada del poder en medio del caos económico. Su representante personal en la Duma (Parlamento ruso), Alexandr Kotenkov, acordó con el presidente de la Duma, Guennadi Selezniov, la elaboración de un plan político para este fin de semana que recorta las funciones del presidente y delega al Parlamento la responsabilidad de nombrar a todos los miembros del gobierno, según Kotenkov. El nuevo premier Viktor Chernomyrdin debería ser ratificado por la Duma en el transcurso de la semana próxima. El director del FMI, Michel Camdessus, dijo que el organismo sólo apoyará financieramente a Rusia si se insisten en las reformas hacia el libre mercado, pero el paquete que está negociando el premier con la Duma incluye control de precios, emisión de moneda y renacionalización de los bancos más importantes. Mientras Yeltsin permanecía recluido en su casa de verano en Rus, la Bolsa de Moscú terminaba de caer en picada y el Banco Central decidía la suspensión de las operaciones de cambio para que el rublo siga existiendo, las prensas local e internacional multiplicaron anteayer los rumores de renuncia inminente del presidente. Pero Yeltsin finalmente apareció ayer para concretar una reunión pactada con el presidente de Bulgaria, Petar Stoyanov, y para confirmar que, al menos físicamente, no se va. Es muy difícil removerme y, considerando mi carácter, es prácticamente imposible, declaró el presidente, que hasta se permitió una breve digresión filosófica. Todos saben que soy de naturaleza optimista, porque de lo contrario no sería interesante vivir. Aunque siga siendo presidente, Yeltsin está a punto de convertirse en una figura (poco) decorativa. Kotenkov dijo que el mandatario ruso accedió a cuatro concesiones claves para la Duma: la enmienda de la Constitución presidencialista de 1993, la designación de los ministros por parte del premier y no del presidente, el derecho de la Duma de revisar las designaciones presidenciales y, como telón de fondo, el compromiso de Yeltsin y de la Duma de no atacar al gabinete de Chernomyrdin durante por lo menos un año. El general nacionalista Alexandr Lebed, gobernador de la extensa provincia de Krasnoyark, dijo que Yeltsin se apartó por sí mismo de la dirección del país y que actualmente tiene lugar una toma del poder natural en el Parlamento. Pero la tranquilidad de Chernomyrdin, hombre de Gazprom la empresa energética más importante del mundo, un Estado dentro del Estado ruso depende del éxito de la negociación con los comunistas, que son mayoría en la Duma. En una entrevista con la agencia rusa Interfax, Selezniov rechazó los dictados de las organizaciones financieras internacionales y opinó que una emisión de moneda comedida y controlada, por un valor de 50.000 millones de rublos, permitiría estimular la actividad de la industria interna rusa, y la mitad de la suma regresaría a las arcas del Estado en forma de recaudación de tasas e impuestos. De no completarse esta serie de medidas, Selezniov dijo que Chernomyrdin no obtendrá el voto de confianza ni siquiera bajo la amenaza de una disolución. La presión en sentido contrario es igual de fuerte. Camdessus dijo ayer en Washington que Chernomyrdin no puede ni pensar en herramientas populistas cercanas a la ex política económica soviética. Los ministros de Finanzas de los países europeos pertenecientes al Grupo de los Siete enviaron una carta a Chernomyrdin pidiéndole que mantenga firme el programa de reformas liberales y sobre todo empiece a recaudar impuestos, y el consejero norteamericano para la Seguridad nacional, Samuel Berger, dijo que los cambios de rumbo que parece estar tomando Rusia son preocupantes para su país. Yeltsin destituyó ayer a los dos reformistas liberales que quedaban en el gobierno: Boris Nemtsov, primer viceministro, que ya había presentado la renuncia luego de la destitución de Serguei Kiriyenko como premier, y Anatoli Chubais, negociador oficial de Rusia ante los organismos financieros internacionales. Y mientras tanto,Chernomyrdin sigue negociando con los comunistas un programa que coincide con sus demandas. Si el gobierno ruso encara este segundo camino, le esperan dos problemas inmediatos. El primero es la interrupción del financiamiento externo, porque ni el FMI ni los gobiernos occidentales volverán a desembolsar dinero y así será muy difícil detener la caída definitiva del rublo. Y el segundo es que las medidas propuestas por los comunistas, pensadas para reactivar la industria rusa, interrumpirá el flujo de bienes extranjeros de manera inmediata, y actualmente Rusia importa el 35 por ciento de sus alimentos y el 60 por ciento de sus medicinas. En este contexto, es probable que vuelvan la falta de algunos productos y el racionamiento de otros, algo que recuerda a los últimos tiempos de la Unión Soviética. Por lo pronto, el gobierno municipal de Moscú está estudiando la posibilidad de ordenar a los comercios que marquen sus precios en dólares, un método similar que había sido aplicado a principios de la década del 90, cuando la hiperinflación hizo prácticamente imposible fijar los precios en rublos.
CLAMAN POR UNA BAJA DE LA TASA DE INTERES DE
EE.UU. La
presión aumentaba anoche en favor de recortes coordinados en las tasas de interés
norteamericanas y europeas a medida que los mercados financieros seguían cayendo a la
zaga de la crisis financiera rusa. Después del baño de sangre del jueves en los mercados
globales de capital, ayer se produjo un breve resurgimiento debido a rumores de que Alan
Greenspan, el presidente de la Reserva Federal, se había comunicado con sus colegas
europeos para proponerles un abaratamiento de los préstamos para evitar un colapso del
crédito.
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