HONDO |
Idea, concepción, coreografía e interpretación:
Gustavo Lesgart e Inés Sanguinetti
Música original: Diego Frenkel y Sebastián Schachtel
Escenografía y vestuario: Alberto Negrín
Iluminación: Gonzalo Córdova
Lugar: Espacio Escénico Contemporáneo, del Centro Cultural Recoleta
Fechas: Sábados y domingos de agosto; viernes, sábados y domingos de
setiembre.
Horario: 21 hs. |
Por Silvina Szperling
El dúo de
coreógrafos y bailarines que conforman Gustavo Lesgart e Inés Sanguinetti viene
trabajando desde hace cinco años en forma sostenida, luego de una etapa conjunta en el
grupo Nucleodanza. Y se nota. Sus cuerpos tienen una integración infrecuente en la danza
contemporánea, a la que sólo se arriba por medio de la continuidad, si se le suma
concentración y decisión. Gran parte de la fuerza expresiva de la pareja reside en
cualidades de entrega corporal y comprensión mutua, que suelen atrapar al espectador. Eso
es lo que se nota en Hondo, el espectáculo que presentan en el flamante Espacio Escénico
Contemporáneo del Centro Cultural Recoleta: el público se engancha con la propuesta a
partir del enganche con los artistas. En los distintos cuadros de Hondo hay textos
inspirados en Charles Bukowski, Paul Auster, Juan Gelman, Alejandra Pizarnik, Federico
García Lorca y J. G. Ballard.
Hondo (subsidiado en parte por una beca de la Fundación Antorchas) está pensado a partir
de un espacio delimitado por la escenografía de Alberto Negrín. Un espacio pequeño, que
da marco a una relación particular entre El y Ella. Esta
relación va cambiando desde la aparición de Ella hasta su desaparición, momentos de una
cualidad mágica inquietante. El permanece todo el tiempo en la escena, lo que
le da a la obra una línea narrativa interesante, en un recurso como sacado de las
técnicas narrativas del cine estadounidense, aunque curiosamente, o no, también el
espectáculo recuerde al film Sin salida del ruso Nikita Mijalkov. Lo cual es mucho decir
en danza contemporánea. Ese hilo conductor está marcado en forma interactiva por la
lanzada acción corporal, y la sobria iluminación de Gonzalo Córdova. La idea es que el
espectáculo resulte todo un viaje, aunque todo se desarrolle en aquel espacio pequeño.
Este se resignifica permanentemente: puede ser un cuarto de hotel (o tal vez de una
pensión a la que arribase una provinciana) en un comienzo, una selva poblada de animales
más tarde y, finalmente, un ring en que se desarrolla una angustiante pero maravillosa
lucha entre los sexos. En este punto debería aclarase que Hondo no es precisamente una
obra políticamente correcta: Ella es bastante bruja. O mejor dicho, una bruja hecha y
derecha, que lo atrapa a El desde una inocencia y fragilidad que, luego se verá, es sólo
una trampa. El personaje de El es menos arquetípico como hombre, lo cual establece una
cierta asimetría que, si bien tiene cierto interés, deja con la sensación de que
El sí que se jugó o un más barrial-años-50: Pobre muchacho, cómo lo
han engañado.
La música merece un capítulo aparte. Frenkel-Schachtel, quienes también tienen una
larga historia en común (Clap, La Portuaria, Bel Mondo), aportan un sabor tex-mex a la
banda de sonido, pasando por ecos de música contemporánea culta, hasta
desembocar en un blues con todas las de la ley. El uso de canciones con letra en un
espectáculo de danza contemporánea no es común por estas costas. Al escucharla en ese
contexto, el espectador se sorprende. El resultado, sin embargo, es óptimo. Yaliviante.
¿Por qué no podrían los bailarines pensar también con palabras, retrucando el
latiguillo los bailarines piensan con los pies?
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