Juez de relaciones non sanctas
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Por Susana Viau El 18 de octubre de 1997, vestido de punta en blanco, Norberto Oyarbide se dirigió a la basílica de María Auxiliadora y San Carlos, en la calle Quintino Bocayuva 144, de la tranquila barriada de Boedo. Tenía una cita ineludible: convertirse en padrino del hijo de Carlos Perciavalle. La escena que luego se desarrolló ante los ojos del padre Victorio Lauro, que ofició el bautismo, fue absolutamente normal. El sacerdote sabía que el hombre de baja estatura que asumía el compromiso de velar por el pequeño y ocuparse de su educación cristiana era una persona influyente. Lo que el párroco ignoraba era que el nuevo "compadre" del juez federal, el padre del niño, estaba acusado de ser el regente de los prostíbulos Partenaire y La Saison. De acuerdo a los datos que circulan en los juzgados correccionales y al informe rendido por el fiscal José María Campagnoli ante la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados, Perciavalle, un homónimo sin ningún parentesco con el actor, comparte con Raúl Luis Martins el liderazgo en el negocio de la prostitución femenina. El acta bautismal, asentada en el folio 308 del libro 211 del archivo parroquial, corrobora el testimonio de taxi boy Luciano Garbellano y la estrecha vinculación de Oyarbide con el mundo del proxenetismo. Esos lazos fueron expuestos ante el juez Fernando Rodríguez Lubary por un testigo reservado, por el secretario de Martins e incluso, autoincriminándose, por el propio Garbellano. Mañana a las 11 de la mañana está prevista una presentación espontánea de Oyarbide en el juzgado de instrucción 7, donde se sustancia la causa iniciada a raíz de las amenazas de muerte proferidas por el juez federal contra el argelino Zinnedine Rachem, recepcionista del restaurante El Mirasol. Si Oyarbide se hace presente en el tribunal no se le podrán formular preguntas, puesto que aún conserva sus fueros. Consultado por este diario, el fiscal de Cámara Norberto Quantín informó que no piensa concurrir a la audiencia porque "no me interesa escuchar pasivamente una versión edulcorada de hechos gravísimos". A Quantín y sus fiscales el nombre de Perciavalle no debe resultarles desconocido: en marzo de 1994 habían allanado Partenaire y La Saison, ubicados uno en la galería Rustique, de avenida Santa Fe 1130, y el otro en la avenida Pueyrredón al 1000. La causa iniciada por prostitución pasó luego al fuero correccional. Volverían a toparse con Perciavalle en junio de este año, cuando un testigo reservado relató al fiscal Campagnoli y a su secretario, Ignacio Rodríguez Varela, que los principales contactos que Oyarbide tenía en ese ambiente eran Perciavalle y Martins, dueño a su vez de The One, de la calle Chacabuco 160, muy cercano a la Plaza de Mayo, y también de Top Secret, hoy transformado en Artigas, de Artigas y Juan B. Justo. Los servicios de estos locales eran promocionados mediante espacios de publicidad contratados en los diarios. El testigo reservado había señalado que Oyarbide trabó relación con estos personajes cuando se desempeñaba en la secretaría 60 del Juzgado Correccional "I". Es obvio que por la propia tarea que le correspondía desarrollar el entonces secretario no podía ignorar cuáles eran las andanzas de quienes, con el tiempo, se convertirían en sus amigos y "compadres". Con Martins, se franqueó el testigo, el juez en uso de licencia mantenía un trato que calificó de "habitual", como habituales eran los pedidos de dinero que hacía aprovechando esos encuentros. Tanta insistencia acabó cansando al propio Martins, a quien se le escuchaba protestar: "Cada vez que llama es para pedir plata". Por esas fechas el propio juez les habría anunciado con alborozo su ascenso, una noticia que Martins comentó con una frase despectiva: "Es increíble que este trolo pueda llegar a ser juez". El testigo contó, además, que en ciertas ocasiones y para vencer las resistencias de Perciavalle y Martins a entregarle dinero, el magistrado los habría forzado a comprarle a precios mayúsculos objetos de decoración, alfombras, estatuas, cuadros. Los nexos de Oyarbide con los locales de prostitución masculina tenían una doble vía: Garbellano y Antonio Soldano, relacionado también con Spartacus y Relax, este último ubicado en la calle Scalabrini Ortiz, el lugar al que fueron trasladados algunos enseres de Spartacus antes del allanamiento ordenado por Rodríguez Lubary y donde los vecinos afirmaron haber visto entrar y salir al juez en más de una oportunidad. Según relataron a este diario personas vinculadas al universo de restaurantes de moda, clubes nocturnos y discotecas, Oyarbide solía encontrarse en las tardes de verano en la piscina de Sunset con un grupo que, entre otros, integraban Martins y Soldano. El grupo, rememoran esas fuentes, se entretenía jugando a las cartas y tomando champagne mientras el resto de los clientes aplacaba en la pileta los rigores de febrero. Habría sido en un restaurante del barrio de Belgrano al que Soldano estaba ligado donde se celebró el ascenso del fiscal federal Norberto Oyarbide a juez federal. En la parroquia San Carlos quedaron registrados los datos del padre del niño a bautizar. Entre ellos dos teléfonos, el que corresponde al domicilio familiar de los Perciavalle y un celular, el mismo celular al que se habían efectuado dos llamadas desde el número 445-3410, el teléfono móvil del magistrado que mañana, en el Palacio de Tribunales, intentará su descargo. "Hasta consiguió su rosa"
Por Carlos Rodríguez "Los magistrados, funcionarios y empleados deberán observar una conducta irreprochable." La sola mención del reglamento para el personal del Poder Judicial, dictado allá por diciembre de 1952, deja claramente en offside al juez federal Norberto Oyarbide, un tigre a la hora de sumar manchas. La larga noche negra del magistrado, quien está suspendido en sus funciones, comenzó a mediados de mayo pasado, a partir de la impensada difusión pública que tuvo una noche de color rosa. El juez habría sido filmado, en calidad de cliente, en el prostíbulo gay Spartacus, propiedad del florentino Luciano Garbellano, quien admitió haber tenido un fuerte vínculo con el juez. "Fuimos más que buenos amigos. Fuimos amigos íntimos." Sin embargo, Garbellano está sospechado de ser el responsable de la difusión pública que tuvo el affaire. Para evitar el escándalo, Oyarbide terminó por cavar más hondo su propia fosa. Lo que podría haber sido un caso que transita por el delicado equilibrio entre el derecho a la privacidad y a la elección sexual, con esa "conducta irreprochable" de la que hablan los reglamentos, se complicó. El juez fue acusado por el argelino Zinnedine Raschen, recepcionista del restaurante Mirasol de la Recova, de haberlo amenazado de muerte ante siete testigos, presuntamente para evitar la difusión. El mismo fin habría tenido un ataque que sufrió, en Zárate, el propio Garbellano, agredido y malherido en un confuso ataque a balazos. En el escándalo terció un comisario de la Federal, amigo de Oyarbide, que era jefe de la división Seguridad Personal. Para colmo, al oficial no lo ayudaban ni su pasado de represor en centros clandestinos de la dictadura militar ni su nombre, tan ligado al affaire: Roberto Rosa. Desde su caída, Oyarbide ha venido sumando pedidos de juicio político y sospechas de parcialidad en el juzgamiento de varias causas donde fueron sobreseídos funcionarios acusados de los más variados delitos. Hasta el ex jefe de "Los Intocables" de la DGI, Luis María Peña lo acusó de apañar a policías implicados en destrucción de pruebas en varias causas por delitos federales.
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