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Política y ecnomía


Por Pablo Rodríguez


t.gif (67 bytes)  Una de las formas más extendidas para criticar la hegemonía del modelo neoliberal es la de la "subordinación de la política a la economía", como si ambos conceptos pudieran, no sólo permanecer perfectamente escindidos, sino también determinarse el uno al otro. En la Introducción general a la crítica de la economía política de 1857, Marx fue uno de los primeros en señalar el mito que opera detrás de esta división. Otra de las formas de reproducir esta distinción es señalar que la crisis rusa es un hecho originalmente político.

Esta última interpretación reproduce la que parece haber hecho el presidente ruso Boris Yeltsin cuando tomó el poder, y la que está en el origen de los problemas actuales de su país. Yeltsin, que tanto combatió al célebre Mijail Gorbachov para acelerar las reformas hacia una economía de libre mercado, se ocupó de construir su propia imagen de político "decidido" --gritón, gesticulador, capaz de tomar cualquier decisión-- pero sin ninguna idea clara de lo que sería una Rusia capitalista.

En lugar de transformar ese "capitalismo de Estado" deficiente que caracterizó a la supuestamente "socialista" Unión Soviética, Yeltsin mantuvo las estructuras económicas clave tal como estaban --como las empresas energéticas-- y, mientras tanto, dejó que entraran las inversiones extranjeras más volátiles: la de los mercados financieros y de bienes de consumo. En el engendro resultante, los dólares iban y venían mientras Gazprom y Rosneft, empresas gigantescas de gas y petróleo, seguían actuando más que deficitariamente por años de inversión nula.

Estas empresas se transformaron en gigantes políticos detrás del presidente narcisista. Gazprom, por ejemplo, tiene gente en los ministerios de Interior, Defensa, Economía, dentro de la burocracia estatal y, fundamentalmente, tuvo durante mucho tiempo a quien fuera su propio presidente, Viktor Chernomyrdin, como premier. Los gigantes estatales soviéticos se convirtieron de esta manera en una mafia, un Estado dentro del Estado cuyo único interés es la preservación.

Pero el que no pudo perpetuar su imagen fue Yeltsin. Trató de recuperarse con uno de sus golpes, la destitución de todo un gabinete, pero la caída de la economía era inevitable. Y cuando huyeron las inversiones extranjeras, el rublo se hundió y la hiperinflación parece a las puertas, mientras debajo de la evanescente imagen del Narciso postsoviético aparece la verdadera alma de este Estado: Chernomyrdin.

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