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Por Ariel Greco Ay, éstos nos vuelven a embocar sobre la hora y me muero. Cuando Sanguinetti bajó al pibe Giménez en el borde del área, a un plateísta canoso, como al resto de los hinchas de Gimnasia, se le cruzó por la cabeza aquel gol de Palermo del famoso beso a los botines. El peruano Pereda tiró el centro, Yllana pifió el rechazo y al canoso se le cortó la respiración. La pelota picó, los sobró a todos y, cuando parecía que entraba, rebotó en el palo izquierdo de Noce. El mismo arco, la misma punta, pero diferente destino. Un minuto después, el cuestionadísimo Lamolina marcó el final de un partidito que se jugó más afuera que adentro. Por lo que se había visto en los 89 minutos restantes, no cabía otra cosa que el 0-0 final. La previa pintaba para otra cosa. El sol a pleno, la cancha repleta y dos equipos que se jugaban la punta. El bonus track era la presencia de Alberto Márcico, que se llevó la ovación de las dos hinchadas y las plaquetas recordatorias ¿las recordará más que los aplausos que recibió? de los dos clubes. Además, la Doce le dedicó dos banderas. Una con un simple Gracias Beto y la otra con La magia nunca se acaba. Gracias Beto. Muy prolijita, con fondo amarillo y letras azul. Y lo más importante, de un metro cuadrado, para que el juez Perrotta no se enoje. Precisamente, los de Gimnasia no se olvidaron de la amistad que une al magistrado con la gente de Boca, desde aquel encuentro en la Bombonera. Con el hit Boca, no rompas las pelotas/la tuya es la banda/la banda de Perrotta, recibieron a la barra boquense, que llegó cinco minutos tarde. Para contestar la ofensa, los visitantes apelaron a su mayor número con el clásico somos locales otra vez. Los insultos iniciales y previsibles a Palermo fueron cambiando de destinatario a medida que transcurría el juego. La tribuna local cuestionó cada uno de los fallos de Lamolina hasta rozar lo cómico. Amonestalo, no ves que estuvo más de seis segundos para patear el tiro libre, reclamaba un cuarentón por la supuesta falta de Samuel, mientras le explicaba la nueva regla a su hijo. Lo paradójico (o no tanto) es que los dos pelados, Carlos Bianchi y Carlos Griguol, también se enojaron con el árbitro. Como rezaba la bandera, la poca magia de la tarde la aportó el Beto. Un sombrero a Serna, que derivó en una volea desde 30 metros de Sava al travesaño, provocó el delirio. Así viejo y en una pierna como está, es el único que la pisa, susurraba un vitalicio. Ni hablar cuando hizo una pisada de fútbol 5 y su derechazo se fue apenas arriba. A los de Boca les tardó en pasar el susto. Menos mal que no entró la de Sava, porque si no, iban a hablar toda la semana de Córdoba, aseguraba un pibe en el entretiempo. El predominio de Boca levantó a su gente, que por lo hecho en la tribuna ya merecía el gol. Sin embargo, en el arranque del segundo gracias a los toques de Márcico y a la dinámica del Yagui Fernández los del Lobo emparejaron a fuerza de gritos. Mientras en el césped el cero parecía cantado, los de afuera no se conformaban y pretendían más. Aunque los de Boca equivocaron el camino. Luego de un centro del intrascendente Barijho que se fue por atrás del arco, corearon el nombre del nuevo salvador: Cristian Giménez. Por más que el pibe tiene condiciones, no está para ser guardavidas y no fue la solución que esperaban. Con el empate se fueron los cuatro (los dos equipos y las dos hinchadas) conformes, aunque a los de La Plata les quedó la imagen del tiro en el palo que podía haber repetido la historia. No pudo ser, y no estuvo mal.
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