DELINCUENTE
Apenas subió al auto sintió algo frío en la nuca.
"Vi muchas películas", pensó. Pero no se había equivocado: era el caño de un
revólver. "No te calentés, te doy todo", dijo mientras manoteaba su
tradicional carterita y trataba de mirar por el rabillo del ojo. Y así, por el rabillo
del ojo, cruzó la mirada con la del asaltante. "Pero cómo, vos sos Ubaldini...
mirá que yo no soy delincuente... pero estoy sin laburo", se justificó el
delincuente que decía no serlo y que para demostrarlo no se llevó nada. Ni la carterita,
ni el dinero, ni los documentos. Lo único que se llevó fue un consejo. "Aunque seas
desocupado --dice que le dijo Ubaldini-- no tenés que robar."
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