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EL ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE DIANA SPENCER

Recuerdos sin tanta pasión

El primer aniversario estuvo muy lejos de aquella congoja colectiva que invadió Gran Bretaña un año atrás. Para la monarquía hubo paradójicamente una mejoría en la imagen.

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El monumento en honor a Diana y Dodi, que se inauguró en Harrods, propiedad del padre de Dodi

Por Marcelo Justo
Desde Londres

Página/12

en Gran Bretaña

t.gif (67 bytes)  Las millones de personas que inundaron las calles, las infinitas ofrendas florales, la expresión colectiva y aparentemente imborrable de dolor que atrapó por una semana a todo el país un año atrás brillaron ayer por su ausencia. En el primer aniversario de la trágica muerte de Diana hubo discretas misas conmemorativas en distintos puntos del país, y quizás unas cinco mil personas se acercaron a lo largo del día al inevitable punto de peregrinaje del año pasado: el palacio de Kensington, residencia oficial de la princesa de Gales. Ni siquiera la presunta e irreversible decadencia de la monarquía británica, vaticinada como resultado de su muerte, parece resistir el paso del tiempo. La última encuesta revela que la desaparición de la princesa ha tenido un efecto exactamente opuesto: la institución sigue tan sólida como siempre y el entonces menospreciado príncipe Carlos es más popular que nunca.

El contraste entre aquella semana que conmovió Gran Bretaña y el presente es tal que muchos británicos se preguntan qué sucedió exactamente en esos días. ¿Se trató de una histeria de masas, de un delirio colectivo inducido por el poder hipnótico de los medios, de una legítima expresión del sentimiento popular? A falta de respuesta precisa un editorial del conservador The Times ensayó ayer una explicación en clave mística. Según el matutino se trató de "un hecho misterioso, inexplicable, por momentos vergonzante y, sin embargo, a pesar de eso mismo, majestuoso". El impacto de los interminables siete días que transcurrieron entre la noticia de su muerte, el domingo 31 de agosto, y su entierro, el 6 de setiembre, ha sido tal que los observadores de fenómenos sociales llegaron a hablar de un cambio fundamental en la tradicional psicología británica. Según esta teoría la tragedia de la "princesa del pueblo" --carismática, sensible, bella, espontánea-- había arrancado esa impasible máscara que escondía todo sentimiento, la flema británica.

El primer aniversario de su muerte está planteando los límites de esta interpretación. Unos 25 millones de británicos siguieron el funeral de Diana por televisión. Un documental transmitido la semana pasada por Channel 4, el canal alternativo de la televisión británica, recuerda que Gran Bretaña tiene 55 millones de habitantes y se preocupa en averiguar qué pasó con algunas de esas voces. Entre los testimonios recogidos figura el de una mujer que se pregunta por qué la gente llora la muerte de una persona que no conoce y que en su testamento no había dejado ni un centavo a las organizaciones caritativas que la habían convertido en una glamorosa madre Teresa.

El documental registra también el estado virtualmente represivo que se vivió en esos días. Muchos kioscos se negaron a vender el semanario satírico Private Eye porque en la tapa se burlaba de la caza de brujas que se había desatado sobre el periodismo a raíz de la presunta responsabilidad de los paparazzi en su muerte. Una cadena de espectáculos teatrales advirtió a sus cómicos que bromas sobre la muerte de la princesa podrían causar reacciones violentas del público.

Mientras tanto los 25 millones de británicos que sí manifestaron su pesar en las calles parecen haber dado una vuelta de página. El pasado 23 de agosto una procesión por la ruta que siguió el funeral de Diana, que según sus organizadores iba a reunir unas 15 mil personas, apenas convocó a unas 300. Algo similar ocurrió con las expresiones masivas que iban a ocurrir a partir del fin de semana. La popularidad de Diana se mantiene en un aspecto: las donaciones al fondo que lleva su nombre. El Diana, Princess of Wales Memorial Fund, creado después de su muerte para centralizar el dinero que se quería donar a las causas que ella había promovido durante su vida, recaudó más de 80 millones de libras (120 millones de dólares), de los cuales 20 son parte del tema más vendido de la historia, el "Candle in the wind" de Elton John.

Curiosamente uno de los beneficiarios directos de su muerte parece ser la misma familia real que ella combatió hasta su muerte. Asesorada por el primer ministro Tony Blair la monarca Isabel decidió tomar a Diana como modelo y acercarse al pueblo. Uno de sus gestos más publicitados fue un reciente paseo por McDonald's. Mostrando que es una británica más, la reina llegó en su Rolls Royce e ingresó a dialogar con la gente. Hamburguesas no probó pero la táctica populista parece estar rindiendo dividendos. Una reciente encuesta revela que sólo un 15% de los británicos quiere deshacerse de la monarquía. El mismo príncipe Carlos, cuyos devaneos matrimoniales generaron tanta simpatía por la princesa, ha dado un espectacular salto en sus índices de popularidad. Según Mori pasó de un 42 por ciento antes de la muerte de Diana a un 63% ahora. Lady Di debe estar retorciéndose en su tumba.

 


¿Cambiaron los medios?


Por M.J.


t.gif (862 bytes) Los medios son los únicos que parecen seguir tan interesados en Diana como siempre. Según el semanario The Economist, la cantidad de notas publicadas por la prensa desde su muerte duplica la que le dedicó en el año previo a su fallecimiento y eso sin contar los suplementos especiales de este fin de semana ni las extensas notas que le dedicó la prensa ayer. Por su parte la televisión ha aportado una interminable cantidad de programas y debates sobre su vida o sobre las teorías en torno de su muerte. A pesar de este interés los medios británicos aseguran que la muerte de la princesa provocó un definitivo cambio de rumbo. "Su muerte significó un cambio total en la actitud de la prensa y de los medios en general. Creo que dejamos atrás la actitud de conseguir la historia a cualquier precio. Ahora tenemos una actitud mucho más mesurada y responsable", señala Piers Morgan, editor del sensacionalista Daily Mail. No todos los observadores están convencidos de este cambio, pero lo cierto es que en el caso de la princesa la relación era lo suficientemente ambivalente como para ser comparada con uno de esos pactos fáusticos que las celebridades parecen firmar con los medios. Perseguida en vida por los paparazzi, explotada para sus ventas por los tabloides, Diana supo también manipular a la prensa en las dos batallas que marcaron los últimos diez años de su vida: la relación con el príncipe Carlos y la familia real, y la imagen caritativa que buscaba proyectar.



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