Un país como de ciencia ficción
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Por Máximo Eseverri Para el multipremiado escritor argentino Ricardo Piglia la autoría compartida del guión de La sonámbula, de Fernando Spiner, es parte de un largo proceso de vinculación con el cine. Piglia colaboró, si, en el argumento de Comodines, de la factoría de Adrián Suar; es el autor de Luba, novela que Alejandro Agresti llevó al cine; fue guionista de la última película de Héctor Babenco (de próximo estreno en Argentina) y cedió los derechos de Plata quemada a Marcelo Piñeyro, que se dispone a rodar su versión de la historia. La sonámbula, que tiene fecha de estreno para el 17 de setiembre, es una de las pocas películas argentinas de ciencia ficción que se inscribe en la tradición de relatos fantástica de Jorge Luis Borges o de Héctor G. Oesterheld. Piglia, que escribió el guión junto a Fabián Bielinski y Fernando Spiner, cuenta así esta nueva incursión suya en el terreno del séptimo arte.
--¿Cómo entró en contacto con el director? --Conocí a Spiner por medio del actor Lorenzo Quinteros, que es un amigo común. Yo ya había visto el corto Testigos en cadena, que me gustó mucho (un fotógrafo capta una detención, lo persiguen y detienen, otro fotógrafo capta el hecho) y vi que podía ser bueno trabajar con él.
--¿Cómo fue el proceso de escritura de La Sonámbula? --El vino con una primera redacción de la historia de una mujer. La trama estaba ligada a la incertidumbre de este personaje femenino en su realidad. Durante unos seis meses nos juntamos a conversar, cada uno escribía y nos íbamos pasando borradores, así definimos el desarrollo de la historia. --¿El guión es originalmente de ciencia-ficción? --Queríamos trabajar con un género y elegimos la ciencia-ficción, él por razones más cinematográficas, yo por tomar ciertos elementos del presente y ampliarlos, como el actual debate argentino sobre la memoria y el olvido. Queríamos hablar sobre la Argentina de hoy sin que el resultado final quedara demasiado manipulado. La película apunta a cómo queda el país tras la dictadura, los efectos de ese período y ciertas hipótesis de cómo se están desarrollando las cosas hoy.
--Como Metrópolis de Fritz Lang, ésta es la historia de una mujer y una megaciudad... --Spiner había leído La ciudad ausente, donde están presentes la metáfora política y el universo de la ciencia-ficción. Ambos teníamos interés en la ciudad como ámbito en el que comulgan varias realidades a la vez y la mujer como centro de una historia de una realidad paralela que combina elementos de la nuestra. La mujer es un héroe que cambia el enfoque sobre el hecho histórico. Falta una historia argentina de la mujer y la política, y las Madres de Plaza de Mayo podrían servirnos de referencia: ellas lucharon por una realidad que nadie quería ver y terminaron imponiéndola. Las que eran las locas terminaron por ser las únicas que tenían razón. Esta idea de negación y de crítica asociada a la posición de la mujer frente a la política es clave en el argumento de La sonámbula.
--En muchos elemento de la película parece haber una búsqueda de la argentinidad, ¿es esto así? --No hubo una búsqueda consciente de argentinidad, pero el resultado ha sido una película muy argentina: la propia historia iba transformándose y localizando con los elementos que le sumábamos. El espacio pampeano, por ejemplo: queríamos incluir dramáticamente el paisaje de la llanura, tan presente en nuestra literatura. La ciudad es la metáfora del poder político, la libertad más allá de esa planicie.
--Usted ha expresado que La sonámbula responde a la tradición de literatura fantástica de Borges, Sabato o Cortázar... --A pesar de que tenemos una fuerte tradición en ese sentido, la ciencia ficción suele asociarse con otro tipo de tradiciones narrativas, como la norteamericana. Es cierto que en la película están presentes elementos de Phillip K. Dick o Brian Gibson, pero aun en ellos está compenetrada la idea borgeana de que hay realidades paralelas, de que hay mundos posibles y que no están lejos sino a nuestro lado: esa clave de la literatura borgeana es retomada por estos escritores americanos. Textos de Borges como La lotería en Babilonia, en que todos cambian su destino en base a un sorteo o Tlön Uqbar Orbis Tertius, tienen contacto fuerte con la CF. También teníamos presente El eternauta, de Oesterheld, algunas cosas de Bioy: la CF argentina tiene una tradición y es muy buena, así que nos decidimos a utilizarla.
--¿Y a nivel cinematográfico? --Pensábamos en Stalker, Alphaville o La Jetée, películas por fuera de la tradición americana. Spiner tenía muy presente la historia de Laura, la película de Otto Premingher (una mujer que todos piensan que está muerta) e Invasión de Hugo Santiago.
--También sumaron elementos policiales, ¿por qué? --Kluge (Eusebio Poncela) es un detective, un agente doble, es un elemento del policial. Recurro mucho a estas estructuras de género que permiten trabajar historias muy complejas como si fueran muy simples: la historia lineal queda cruzada de sentidos. Para trabajar en varios niveles de lectura en forma convincente hace falta una estructura fuerte, y estos géneros la brindan. En Spiner estaba la intención de hacer una película atractiva que contara lo que le pasa a la gente, pero sin recurrir al naturalismo ni a lo explícito.
--¿Se abre un camino para el cine argentino a partir de esta película? --La sonámbula es uno de los caminos: está el camino Agresti, el camino Aristarain, el camino Favio. Todos están buscando una salida para el cine argentino, y cada uno tiene su técnica y su poesía. Esta es una, pero no la única de hacer cine nacional. Pizza, Birra, Faso de Stagnaro y Caetano es otra igualmente válida y valiosa. Y eso es lo bueno: creo que el cine argentino funcionará en la medida en que haya muchas poéticas, muchas perspectivas distintas de realización. Desde el punto de vista artístico, atravesamos un buen momento.
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