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Un ejercicio reflexivo en torno de la universalidad del genocidio

El director y autor Omar Pacheco busca cerrar con "Cautiverio" una trilogía teatral que indaga sobre la vinculación de los años de plomo en la Argentina con la experiencia del nazismo.

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El título original de la obra, "Gefangenschaft", busca un juego con la sonoridad del idioma alemán

Por Hilda Cabrera

t.gif (67 bytes)  Con Cinco puertas en cartel, el inminente reestreno de Memoria --imágenes de "la vida de un represor en su intimidad"-- y la preparación de Gefangenschaft (Cautiverio), el autor y director Omar Pacheco aspira, junto a su Grupo Teatro Libre, a conformar una trilogía sobre el genocidio, apelando, entre otros recursos, a fonemas elaborados a partir del alemán. El porqué de esta incorporación se debe en principio "a una posibilidad de gira en Alemania", y a que "la textura de este fonema se ajusta a la estética de algunas escenas". Tras 15 años de experimentación y participación en festivales nacionales e internacionales (entre éstos el Eurokaz, de Zagreb, Croacia), el GTL tiene desde hace tres años un lugar donde expresarse: el Teatro La Otra Orilla, de Tucumán 3527. Pacheco integró en 1978 el grupo Exilio Hoy, organización interdisciplinaria creada en Connecticut (EE.UU.) con profesionales latinoamericanos, realizó tareas de investigación junto a Augusto Boal y dictó cátedra de Teatro en la Universidad de Yale (Estados Unidos).

Productor de un teatro basado en la imagen y la energía corporal de los actores, Pacheco, tal como lo expuso en Sueños y ceremonias --una performance de ritos anterior a Memoria (de 1993)--, elaboró sus últimos espectáculos partiendo de la historia argentina reciente, sin que esto implique calificar a su teatro de político. "Mis obras son el resultado de mis obsesiones, asuntos que me han quedado pendientes y se relacionan con un pasado doloroso", dice en una entrevista con Página/12. "Mi intención con Cautiverio es completar una línea de trabajo, reivindicar a la gente que ya no tengo y generar un hecho estético que, más allá de que guste o no, tiene un valor profesional".

 

--¿Por qué utiliza para Cautiverio un metalenguaje del idioma alemán?

--Hay obras cuya textura exige la utilización de determinados objetos, y también de sonidos bien definidos. Es probable que esta obra la trabaje con Pedro Aznar. Me interesa su música, pero también el fonema del alemán, que sugiere un clima muy particular.

--¿Por qué no un metalenguaje del castellano?

--Ya lo trabajamos en Memoria, y ahí --creo-- tenía sentido. Aquí, en cambio, se despega. Lo comprobé. La tensión del actor es otra. Por más poético y metafórico que sea, el fonema del castellano aparece como demasiado "material" y comprensible.

--¿Este tratamiento del lenguaje refuerza la posibilidad de presentar la obra fuera del país?

--Cuando viajamos invitados a Croacia, estuvimos una semana en Frankfurt y tiramos algunas líneas, pero no utilizamos este metalenguaje para especular. Simplemente, creemos que el espectáculo puede funcionar muy bien así. Como los otros trabajos, éste no se basa en el texto sino en las imágenes y la sonoridad. Estamos incluso elaborando otros fonemas. El personaje que en Cinco puertas habla en español y aparece en Cautiverio va a remitirse a este idioma. Lo que no vamos a dejar son los signos, las señales que dan, por ejemplo, las monjas que aparecen en escena. Ahí, sin irme al idioma francés, busco un signo sonoro que nos acerque a las monjas francesas asesinadas en la Escuela de Mecánica de la Armada.

--O sea, una manera de despegarse de una realidad concreta...

--Mi tarea es generar un espectáculo "inmaterial", provocando la "dilatación" de las tensiones del actor y relacionando campo y contracampo, como en el cine. Me importa la esencia de los contenidos y no la descripción temporal. Mis espectáculos muestran algo que ha pasado, sin precisar cuándo. Por ahí es más importante para mí transmitir la universalidad del genocidio que un hecho puntual.

--¿Plantea alguna salida en Cautiverio?

--No, ninguna. Creo que la cuestión central es hallar los mecanismos estéticos que nos permitan contar una situación de horror. El público sabe, por ejemplo, que Cinco puertas es una obra dura, contundente, y cuando finaliza la función se queda en silencio. No aplaude. Tampoco buscamos el aplauso. Quisimos modificar esa convención y no salimos a saludar. Nuestra intención es que el mensaje se entienda.

--¿Se preguntó alguna vez sobre el porqué de esta insistencia por llevar a escena imágenes del genocidio?

--¿Para qué tanto dolor, no? Creo que hay cuestiones que no están cerradas desde el plano artístico. Cuando volví del exilio, sentí que no podía estrenar obras como éstas. Hubiera parecido oportunista. Memoria, por ejemplo, la estrené recién en 1993. Ahora, en cambio, quiero agotar el tema del genocidio. En nuestro grupo hay dos actrices hijas de desaparecidos. Menciono esto porque el elenco está muy comprometido con lo que ponemos en escena. Mi sensación es que los mecanismos estéticos despiertan en la gente reacciones muy diferentes a las que provocan los discursos políticos. Comprobé que el público entiende las obras desde la emoción, antes que desde la decodificación intelectual. Ahora, insistir en este tipo de obras no significa que, después de Cautiverio, no nos dediquemos a otros temas. También nosotros necesitamos un respiro.

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