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Por Irina Hauser Lunes a la noche. Eduardo Soto, el chofer de Esther Duhalde, la madre del gobernador bonaerense, había dejado a la pasajera de rutina en su casa de Lomas de Zamora. Manejó el Volkswagen Senda de color gris por la calle Olazábal. En la esquina que cruza con Caseros, en Lanús, se detuvo. Tres supuestos ladrones lo golpearon y le robaron el vehículo. Hubo tiros, pero ninguno afectó al conductor, de 64 años. Una versión oficial dice que Soto había parado para socorrer a una mujer mayor que estaba siendo asaltada y que los delincuentes no vacilaron en agredirlo y huir con su auto. Este es el cuarto ataque que sufre algún miembro de la legión de custodios de Duhalde en lo que va del año. Es pura mala suerte, es una gilada, no tiene importancia, insistieron dos voceros del mandatario. Sin embargo, fuentes policiales que participan en la investigación dijeron a Página/12 que no se atreven a afirmar que se trate de un hecho común. Les parece demasiada casualidad que haya tantos robos y hechos de violencia sobre quienes se encargan de resguardar a la familia del gobernador. La interna policial generada por la reestructuración de la Policía Bonaerense no estaría saldada. El episodio quedó caratulado como robo de automotor y lesiones leves. El Ministerio de Justicia bonaerense informó que cuando Soto detuvo la marcha (en teoría, para ayudar a una mujer que estaba siendo asaltada) los ladrones fuertemente armados lo golpearon, dispararon sin herirlo, le robaron el auto y huyeron hacia la avenida Garibaldi. Soto fue internado en el Hospital Gandulfo. Los hombres del entorno de Duhalde dijeron a este diario que probablemente el gobernador esté ante todo preocupado por la salud del chofer y que no hay una interpretación conspirativa sobre lo sucedido. Igual que en los atentados anteriores procuraron desvincular el hecho de alguna conspiración o posible represalia de sectores de la policía. Además, subrayaron, en el momento del ataque el conductor estaba fuera de servicio. Sin embargo, fuentes policiales que participan en la investigación no sostienen lo mismo. No descartan en absoluto que ex funcionarios policiales hayan contratado a delincuentes comunes para efectuar acciones que logren repercusión y que pongan en aprietos a la conducción responsable de la desarticulación de la Maldita Policía. Les llama la atención la seguidilla de robos, amenazas y hechos de violencia que recaen sobre la custodia de Duhalde. El último de los sucesos inquietantes se remonta al 29 de junio: enfrente del edificio donde vive Duhalde en la calle Colombres de Lomas de Zamora, dos custodios del gobernador y un grupo de supuestos delincuentes protagonizaron un tiroteo. Duhalde dijo que los custodios habían querido detener a unas personas que habían tomado rehenes. Un hecho de delincuencia común, calificó entonces. Menos de dos meses antes, dos custodios que vigilaban las espaldas de Analía Duhalde, una de las hijas del gobernador, fueron baleados en un presunto intento de robo cinco minutos después de dejarla en la casa de sus abuelas, en Lomas de Zamora y una hora antes de que el ministro de Seguridad y Justicia bonaerense, León Arsalanian, anunciara en una conferencia de prensa la disminución del delito en sus primeros 30 días de gestión. En tanto, el 8 de febrero de este año tres hombres entraron a la casa que Duhalde tiene en Pinamar y robaron tres armas largas y municiones mientras los custodios dormían. Igresaron sin romper puertas ni ventanas y, como señal de que no se trataba de un robo cualunque, abandonaron una de las armas por el camino. A estos se agregan otros casos similares que datan del año pasado (ver aparte) y el número creciente de muertes confusas de personas vinculadas con la Policía Bonaerense, situación que el propio gobernador se ha visto obligado a reconocer.
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