Cuando llega la primavera
no sólo se escucha a los pajaritos. Hay otras vocecitas. Como por un milagro de la
naturaleza, esos azares de la diosa fortuna, se juntan un coro de personajes y entonan un
himno a la muerte del C.B.C. Esto dura hasta las fiestas, luego las vacaciones. Forma
parte de un ritual alegre de amenazas estivales. Se nos amenaza de muerte, luego se
suspende la ejecución hasta la próxima primavera. Hace 14 años que enseñamos en el
C.B.C. Entre 700.000 y 1.000.000 de estudiantes pasaron por las aulas. Casi tres
generaciones de estudiantes que se iniciaron en el C.B.C. terminaron sus estudios
universitarios y hoy son profesionales. Hace 14 años que nos hacemos cargo de jóvenes de
entre 17 y 19 años que egresan de una secundaria diezmada, jóvenes mal alfabetizados,
con problemas de lenguaje, problemas de concentración, sin disciplina de estudio, sin
ninguna práctica de lectura, con poco interés en general y desorientación vocacional.
Lo recién dicho no implica desprecio por los alumnos, por el contrario, lo tomamos como
un desafío que encaramos todos los años y que está dando buenos resultados. Una amplia
encuesta realizada el año pasado, con un importante muestreo de alumnos que podían
guardar el anonimato, muestra que los estudiantes del C.B.C. en sus tres cuartas partes
califican con más de siete puntos la calidad de la enseñanza recibida y la dedicación
de sus docentes. Esto se logra con el presupuesto más bajo del mundo en materia
universitaria. La partida destinada al C.B.C. es de 19.082.563 pesos, lo que da alrededor
de 180 pesos por alumno por año, presupuesto casi diez veces menor que la más pobre de
las facultades y treinta veces menor que tantas otras. Hace 14 años que los profesores
del C.B.C. soportamos el desprecio de la sociedad a través de académicos que falsean
datos, pedagogos que pretenden encumbrarse con un sueño con marca propia, medios de
comunicación que informan sin saber. Como si el deporte nacional fuera degradar el
trabajo actual en nombre de una grandeza futura que ningún esfuerzo da pronunciar. Hace
14 años que se pretende cerrar el C.B.C., anular los contratos, seguir postergando los
concursos y no darnos la autonomía académica que por hecho y derecho nos hemos ganado.
No se puede levantar una estructura académica que funciona por tres lustros, que se hizo
cargo de cientos de miles de adolescentes de Buenos Aires y sus alrededores, con docentes
casi impagos, con aulas de más de cien alumnos, con profesores que ya se jubilan,
mientras la sociedad y la Academia siguen discutiendo su derecho a la existencia. Como
crueldad es ridícula, como eutanasia, demasiado larga.
El C.B.C. debe funcionar mejor, hay muchas cosas que deberían funcionar mejor, pero de lo
que se trata es del reconocimiento legal e institucional de un trabajo pedagógico de
muchos años, del agradecimiento por la realización digna de una labor de estricta
necesidad social. Si las principales fuerzas sociales y políticas querían una
universidad democrática, con amplias oportunidades para todos, agradezcan que la tienen
funcionando, con docentes trabajando, alumnos estudiando, y agradezcan que la tienen tan
barata. |