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Domingo Cavallo se anotó ya dos logros, de gran impacto para su imagen política, en su excursión a Moscú. El primero se lo debe al viceprimer ministro Boris Fyodorov, quien públicamente se mostró favorable a implantar la convertibilidad en Rusia. El segundo, al premier ucraniano, Valery Pustovoytenko, quien le pidió al cordobés asesoramiento para la crítica situación de esa ex república soviética. Hoy mismo viaja Cavallo a Kiev para reunirse con el equipo económico ucraniano. El diario moscovita Komsomolskaia Pravda, en referencia al asesoramiento del mediterráneo, señaló que: "Desde las Pampas nos llegan las recetas del doctor Aybalit". Aybalit es una expresión rusa que se traduce "Ay... me duele". Dos datos pueden bastar para hacerse una idea del problema ruso. Uno es que la recaudación impositiva no llegó el mes pasado ni siquiera al equivalente de mil millones de dólares, es decir, apenas una quinta parte de la obtenida por la DGI argentina. Otro es que, de acuerdo a lo expresado por el propio Fyodorov, con 10.000 millones de dólares de reservas hay suficiente como para establecer una caja de conversión (currency board), gracias a la licuación del circulante. En sólo dos semanas el rublo perdió la mitad de su valor, y habrá que ver cómo sigue esta historia, ya que hoy entra en vigor un nuevo esquema, que le permitirá al mercado fijar el tipo de cambio. En la práctica, podría tratarse de un medio para facilitar aún más la adopción de la convertibilidad, pulverizando la moneda local. Pero el vicepremier admitió que harían falta reservas adicionales a los 10.000 millones que mencionó, con lo que está apelando a un paquete internacional de respaldo para Moscú. De hecho, sólo así podrían levantar la cesación de pagos (default) y empezar a cumplir con los acreedores externos. La forma normal de hacerlo, que es comprar divisas en el mercado con recursos fiscales, les está vedada a las autoridades rusas por su enorme déficit presupuestario. Aunque Fyodorov representa al bando "reformista", según la visión occidental, y por ende sintoniza mejor con las ideas de Cavallo, no será sencillo conseguir más respaldo de Estados Unidos, Alemania y otras potencias. Se sabe que esas ayudas constituyen en el fondo un salvavidas para los bancos y los fondos de inversión occidentales, que así eluden asumir las pérdidas de sus malos negocios. Entre los bancos más golpeados figura el First Boston, en cuyo puente de mando opera David Mulford, ex subsecretario del Tesoro estadounidense y estrechamente relacionado con Cavallo. Es improbable que Rusia pueda llegar a algún acuerdo con los banqueros si no pone sobre la mesa sus dos recursos más apreciados: petróleo-gas y oro. Desde Occidente se les exige a los gobernantes que se decidan a cobrar impuestos, ya que de ahí provendrá el dinero necesario para comprar dólares y pagar las deudas. En este sentido, la figura del primer ministro designado (sin ratificación de la Duma), Viktor Chernomyrdin, representa un factor adverso, no solamente por su pasado de aparatchik comunista, sino porque, luego de haber presidido la gigantesca empresa gasífera GasProm, se opone a endurecer la política impositiva respecto de las empresas privatizadas. Estas obtienen rentas monopólicas sin tributar casi nada por ellas. Por de pronto, el Fondo Monetario se sentó sobre los 4300 millones de dólares que había prometido remesar el 15 de setiembre, condicionando el desbloqueo de la plata a que los rusos instrumenten una reforma fiscal y apuntalen su sistema bancario, además de liberalizar el régimen cambiario. Todos tienden a coincidir en que la implantación de la convertibilidad no puede ser el primer paso del ordenamiento económico.
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