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LOS LADRONES NEGOCIARON SU RENDICION A TRAVES DE LA TELEVISION
Un asalto con buen rating

Asaltaban Cubana   de Aviación cuando llegó la policía. Los ladrones tomaron rehenes y llamaron a las cámaras. “Con esta propaganda nadie te va a tocar un pelo, viejo”, aseguró el comisario.

Una de las rehenes de la Compañía Cubana de Aviación sufrió una crisis de nervios y debió ser internada en el Hospital Argerich.
Los ladrones pidieron cámaras para “salir vivos de acá porque la policía nos va a sacar y nos va a mandar a una morgue”.


Por Alejandra Dandan

t.gif (67 bytes) “Miguel, soy Fernández, el comisario general que sale por televisión, soy el jefe de todas las comisarías y quedáte tranquilo que con toda la propaganda que te están haciendo, nadie te va tocar un pelo, viejo.” El insólito diálogo ocurrió ayer a través de un canal de televisión. De un lado, el jefe de superintendencia metropolitana Luis Fernández. Del otro, el tal Miguel. Junto a otros tres asaltantes –uno de ellos mujer–, Miguel mantenía a once rehenes en las oficinas de la compañía Cubana de Aviación. Cuando el jefe de la banda sintió el peso de los cien federales cercándolo tomó dos resoluciones: llamar a los medios y prender el celular. “Ya está –dijo a su familia–. Nos atraparon. Avisále al abogado.” Las cámaras estaban prendidas.
“Esta es un arma de verdad, abrí la caja. Abrí todo y dame la guita.” Roxana González no intentó probar la veracidad de la amenaza. A un flanco de las cajas de seguridad de la Cubana, la empleada sacó llaves y comenzó a abrir puertas. La agencia ocupa el piso once de Sarmiento 546. La torre de 19 pisos está pegada –y comunicada– al edificio de la Secretaría de Prevención de la Drogadicción. La torre no tiene seguridad propia ni –tal como se demostró ayer– apoyo cercano. Ese solar donde un 30 de marzo de 1793 –tal como indica un chapón– nacía Juan Manuel de Rosas está repleto de oficinas comerciales. “A los que entran con bolsos –dijo el portero–, les pedimos que lo dejen. Si no, no entran.”
Los cuatro hombres ayer no entraron con un bolso, sino con dos. Atravesaron el molinete de ingreso y tomaron uno de los tres ascensores hasta el piso doce. La escribanía Vila Sánchez de Elías –con dos asaltos anteriores– habría sido el destino fallido de la banda. “Tocaron la puerta pero, después de mirar, la gente de la escribanía no les abrió”, contó a este medio Raimundo Aragón, ayudante de portería. Minutos más tarde dos empleadas del 12 llamaban por teléfono al piso 11 intuyendo que algo sucedía. Constatadas las sospechas, se comunicaron con la policía. Pero sobre cómo fue alertada la policía, el Departamento Central tiene su versión propia: dijeron que los cuatro asaltantes fueron descubiertos por guardias de seguridad del edificio lindante.
El promocionado operativo Espiral Urbana debía aprovechar el estrado mediático para lucirse desde el inicio. El mismo Fernández insistió en que “yo estaba recorriendo la zona en fiscalización del operativo espiral y en cuestión de minutos llegué al lugar”. Lo cierto es que en minutos y ante las cámaras se desplegó una veintena de patrulleros que rodearon la manzana sobrevolada por un helicóptero.
“El que parecía el cabecilla de la banda empezó a sacar la plata de la caja –dijo Roxana a Página/12– y pedía más.” Los asaltantes llevaban juntados 25 mil dólares. Todavía restaban por abrir dos cajas fuertes. Las llaves no estaban en la agencia. “Esas llaves las tienen sólo dos compañeras que faltaron.” Con lo recaudado a resguardo, los hombres encerraron a todos en una oficina. El pescuezo de Roxana probaba, en ese momento, la dulce caricia de un arma. “Ahí pensé –cuenta reconcentrada– que a la chica se le escapaba un tiro y me mataba porque se puso muy nerviosa.”
Las guías telefónicas estaban a mano. Gastón Luz entró en el piso once con el inoportuno almuerzo del bar Crocant. “Quedáte tranquilo y entrá que esto es un asalto”, lo previno con diplomacia un grandote por la espalda. No había retorno: traspasado el ingreso vidriado de la Cubana se trancaron puertas y a Gastón le anunciaron que era el rehén número once. Faltaban pocos minutos para que la tropería federal alcanzara el edificio. Ese sería el instante en que el mozo cambiaría su papel por el de operador telefónico. “A ver pibe, buscá algún canal”, ordenaba uno de los cuatro asaltantes mientras el cadete pasaba el dedo por la guía intentando controlar su propio sudor, a ese punto involuntario. El número del canal 13 fue el primero en aparecer, Todo Noticias daba así aire a la exclusiva y a los bandidos, que a través de la emisión obtenían la protección necesaria para llegar a salvo a Tribunales.
–Hola, habla con Miguel, uno de los delincuentes –se presentó Miguel en TN.
El hombre pedía cámara para “salir vivo de acá porque la policía nos va a sacar y nos va a mandar a una morgue”. Con Miguel conectado, la producción del noticiero desesperó y buscó poner en línea a Fernández. Para serenar, mientras tanto, a su interlocutor, el conductor Mario Mazzone le aseguraba frente a cámaras que una cronista subía hasta el piso 11 con el juez.
–Comisario –dijo por fin Mazzone–, estoy dialogando con uno de los delincuentes.
–Quedáte tranquilo viejo, que con la publicidad que estás haciendo ahora nadie te va a tocar ni un pelo –volvió a decir Fernández después de su primera y taquillera alocución.
Inmediatamente, el buen Miguel tuteó al superintendente y dijo “te doy con una de las personas que están acá de rehén”. La voz de Vladimir, un empleado, documentaba el clima tranquilo. Luego de Vladimir, Miguel volvió al teléfono para insistir con la exigencia del juez y la tele.
Las cámaras llegaron al piso once. También subió Ignacio Belderaín, secretario del juez de instrucción Héctor Yrimia y el comisario mayor Carlos Navedo. Ambos ofrecieron tomar el puesto de los rehenes. Se negoció durante una hora. Los asaltantes exigían traslado a la Alcaldía de Tribunales. Una hora más tarde obtenían garantías suficientes para dejarse llevar. El final lo contó Gastón: “Y se fueron tranquilamente, si hasta nos saludaron”.

 

Travolta en Buenos Aires
Por Andrés Osojnik

Dustin Hoffman es un periodista que quedó relegado en su canal tras una interna que perdió. Las notas sin mayor trascendencia son para él. Así termina en un museo venido a menos, donde está a punto de entrevistar a su directora. Cuando entra, un empleado despedido exige ser reincorporado, escopeta en mano. Es John Travolta. Hoffman convierte una nota de castigo en el suceso del año, que va a tener a todo el país en vilo durante varios días: hace transmitir la situación en directo. Y el bueno de John, para que no lo despanzurre la policía, toma de rehenes a la directora y el grupo de chicos que justo visitaba el museo. En Cuarto poder, del griego Costa Gavras, Travolta hizo lo que ayer también entendieron los ladrones de Cubana de Aviación: tomó a la opinión pública de testigo. En Sarmiento al 500, un jefe policial adhirió: “Con toda la publicidad que hicieron ahora, nadie les va a tocar un pelo”, garantizó en directo por tevé a quienes tenían a los rehenes. Hoffman fuerza la situación y se convierte en lo que ayer hubiera querido ser cada uno de los cronistas que cubrió el hecho: el canal de negociación entre policías y delincuente. La historia para Travolta no termina muy bien. Pese a que nadie resultó lastimado, ayer la toma de rehenes en Cubana de Aviación tampoco tuvo un final feliz. Demostró que en la percepción de los ladrones –y en la de mucha otra gente honesta que siguió el show por tevé– los medios son la mejor garantía para evitar los abusos policiales. No por nada los delincuentes llamaron primero a los canales y recién después al juez. Por cierto no es el lugar ideal que los medios debieran ocupar. Travolta y los ladrones de Cubana creyeron que sí.

 


 

ROBARON OTRO BAR, EN CORRIENTES Y CALLAO
La sexta vez para el New Cherry

Por Horacio Cecchi

t.gif (862 bytes) Amaneció con problemas el tercer día de la Espiral Urbana. Pasadas las 4 de la mañana, un bar de Corrientes y Callao fue asaltado por un hombre armado con una escopeta de caño recortado. El recién llegado entró a los gritos al local, disparó al piso para amedrentar a los dos empleados y cinco clientes que se encontraban en el lugar y apuntó a la cabeza del encargado quien, sin más dilaciones, entregó los 800 pesos que había en la caja. El asaltante escapó a pie hasta Callao, donde tomó un taxi. Pese a las pinzas que cerró la policía, no hubo señales del delincuente.
El frente vidriado del New Cherry American Bar, frente al cine Los Angeles, pasa casi desapercibido, encerrado entre un local de la cadena Pumper Nic de persianas bajas y una playa de estacionamiento. Para mejorar su presencia, de sus vidrieras cuelgan carteles que ofrecen Cocina Libre y Arroz c/pollo a precios módicos. Para atraer más a la clientela, los dueños ubicaron bonitas señoritas atendiendo las mesas y decidieron mantener abiertas las puertas las 24 horas. Pero este año, en cinco ocasiones, los dueños del american bar habían tenido mala suerte.
Ayer, por la madrugada, fue la sexta: un hombre entró al local sin mostrarse tentado por señoritas, ni arroz c/pollo, ni precios módicos, sino más bien por el contenido de la caja. El hombre, de unos 35 a 40 años, sin inmutarse por la plena vigencia de la Espiral Urbana, entró al local como si fuera un saloon, desafiante y a los gritos, y blandiendo una escopeta de caño recortado. Recorrió los 15 metros que lo separaban de la caja y, como el encargado, Marcelo Sarmiento, se mostró dubitativo, bajó su arma y apretó el gatillo abriendo un hueco en las baldosas. Sin pretensiones de prócer, el cajero hizo clinc y entregó alrededor de 800 pesos. Pero el asaltante apuntó al cráneo de Sarmiento, gritó “¡si no me entregás todo te vuelo la cabeza!”. Uno de los clientes aprovechó la distracción para escapar. El asaltante descubrió la maniobra y por unos segundos todo apuntó hacia la masacre. Pero el tipo optó por lo más sano: salió como había entrado, a los gritos, blandiendo el arma y con 30 pesos más, birlados a uno de los parroquianos. A pie llegó hasta Callao, donde subió un taxi y desapareció camino al Bajo. Al rato, llegó la Espiral Urbana.

Las cifras de la espiral

Después del violento asalto a un bar de Corrientes y Callao, y en obligado quiebre de cintura, el jefe de la Policía Federal, Pablo Baltazar García, aclaró que el nuevo sistema de vigilancia “no va a hacer desaparecer el delito, pero lo va a llevar a niveles tolerables”. Acto seguido, presentó al periodismo los números del rastrillaje circular: en lo que va de la Espiral Urbana se produjeron 460 averiguaciones de antecedentes, de las cuales, el 44 por ciento derivó en detención. Baltazar García insistió en la necesidad de “erradicar a los merodeadores”. En contraste de voluntades, ayer la policía sólo levantó 4 actas de infracción al Código de Convivencia.
“La averiguación de antecedentes de tiempo y de lugar, de cómo actúa cada individuo. A estas personas (los detenidos) se los pone a disposición de un juez, y si no tiene pedido de captura, se lo libera. No se detiene por portación de cara”, aseguró Baltazar García. De todas formas, insistió con una gastada muletilla: “La policía actúa de manera de erradicar a ciertos merodeadores que están acechando a la población para cometer algún tipo de delito”.
El tercer día del Servicio Especial Metropolitano, más conocido como “La Espiral Urbana”, registró hechos de todo tipo, algunos resueltos y otros, no. En el microcentro, mientras se desarrollaba un impresionante operativo (ver aparte), fueron detenidos ocho arrebatadores, dos mujeres y seis hombres, que aprovechaban la aglomeración para robar a transeúntes o en los comercios.
En Villa Lugano, un oficial que se encontraba de guardia sobre la avenida Cruz fue herido de un balazo en la cabeza mientras intentaba evitar un robo en un comercio. Del otro lado de la General Paz, entre tanto, en Ciudad Evita, un hombre fue herido por disparos al resistirse a tres jóvenes que lo asaltaron. En Llavallol, dos integrantes de una banda de piratas del asfalto fueron atrapados mientras seguían un camión cargado de medicamentos. La banda llevaba robados 14 camiones de la misma empresa.

 

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