UN
CRIMEN PERFECTO |
(A Perfect Murder). Estados Unidos, 1998.
Dirección: Andrew Davis.
Guión: Patrick Smith Kelly, basado en la obra teatral Dial M for Murder, de Frederick
Knott.
Fotografía: Dariusz Wolski.
Música: James Newton Howard.
Intérpretes: Michael Douglas, Gwyneth Paltrow, Viggo Mortensen, David Suchet.
Estreno de hoy en el Ocean, Grand Splendid, Patio Bullrich, Cinemark. |
Por Guillermo Ravaschino
Impulsada por el mismo
equipo que estuvo detrás de El fugitivo, y basada en una famosa obra de teatro que Alfred
Hitchcock llevó al cine en 1954, llega Un crimen perfecto. Que no es tan redonda como El
fugitivo (por lejos la mejor versión de los seriales de TV que el cine ha dado en mucho
tiempo), pero se beneficia de un criterio más abierto que el que manejó Sir Alfred a la
hora de la adaptación. En efecto, Dial M For Murder no figura entre las grandes gemas del
Maestro, seguramente porque nunca despegó del todo de la teatralidad de la pieza de
Frederick Knott. Policial de intriga, celos y codicia, el de Hitchcock crecía al ritmo de
las especulaciones verbales y hasta el clímax era resuelto mediante la pura, o casi pura,
charla entre los involucrados. Eso sí: los actores estaban deliciosamente conducidos.
Grace Kelly como la inocente millonaria adúltera y Ray Milland como su marido gélido,
dispuesto a cualquier cosa para vengarse y heredarla al mismo tiempo.
Los temas y el planteo argumental de base son iguales en el film de Andrew Davis. También
el acento del suspense, que no está puesto en quién lo hizo como en
qué pasará de ahora en más con todo esto. El drama está capitaneado por la
sólida máscara de Michael Douglas, quien combina la perfidia de su Gordon Gekko (el
financista de Wall Street) con la exasperación que dominaba a William Foster a medida que
Un día de furia lo sacaba de quicio. Steven Taylor también es financista, y no le va
nada bien. Cuando descubre que su hermosa acaudalada esposa Emily (Gwyneth Paltrow) le
está metiendo los cuernos con un pintor, decide hacerla asesinar... por su propio amante.
Este se hace llamar David Shaw y aprendió el arte del pincel durante una temporada en la
prisión. También es veterano de otro arte: seducir a millonarias ingenuas, desplumarlas
y huir con el botín. Viggo Mortensen se luce en este rol, aunque al principio y con
el fin de contrastar después las malas artes del guión lo obligan a transpirar
excesivas dosis de caballerosidad y ternura. El hecho es que Steven saca a relucir medio
millón de dólares y la amenaza de enviarlo nuevamente tras las rejas. Y David acepta el
encargo.
Pero el verdadero drama empezará cuando el criminal fracase y Emily sobreviva. Un amplio
abanico de suspensos a futuro se despliega entonces. Las sospechas de la damisela
recaerán primeramente en su marido y después, mucho después, en David. Steven deberá
ingeniárselas por partida triple: para imponer su coartada, castigar a David que
cobró y no ejecutó y zafar de la bancarrota sin los dólares de su mujer. Y el
pintor levantará cabeza para chantajearlo. A diferencia del film de Hichtcock, que lo
resolvía todo en una habitación, en éste opera un interesante juego escenográfico: del
despampanante piso de los Taylor en la 5ta. Avenida al modesto estudio-loft de David en
Brooklyn. Y la puesta de cámaras y los ritmos de montaje vuelven a confirmar a Andrew
Davis como uno de los pocos artesanos de Hollywood que gozan de cierta
personalidad.
Lo que hay que lamentar son unos cuantos condimentos de la gran industria que aquí se han
ensañado con la ex novia de Brad Pitt. No deja de ser bello verla ingenuamente enamorada.
Pero Emily también es la reserva moral del film, y por eso hay un marcado fastidioso halo
de santidad revoloteándola. Su trabajo de traductora de la delegaciónestadounidense en
las Naciones Unidas está retratado como la más noble militancia. Y su consiguiente
poliglotismo no sólo es pasaporte en la comisaría (al detective en jefe, Mohamed
Karaman, le da conversa en árabe) sino para atravesar el más oscuro barrio de latinos
con un boinas tardes... y un vestuario que, por esos lares, sólo puede usar
Gwyneth Paltrow.
|