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Por Kelly Velázquez desde Venecia El director de cine más popular de Estados Unidos, Steven Spielberg, y uno de los actores más taquilleros, Tom Hanks, inaugurarán hoy con un film sobre la Segunda Guerra Mundial, la 55 edición del Festival de Venecia, que este año incluye en su programación a buena parte de los grandes del cine contemporáneo y a un sinnúmero de estrellas internacionales. El llamado maestro del espectáculo desembarcó ayer en un avión privado en el Lido veneciano, en medio de una impresionante dispositivo de seguridad. Junto al director, que cuenta con cuatro films entre los diez más vistos de la historia, desfilará hoy por la pasarela de divos instalada frente al Palacio del Cine, su alter ego, amigo íntimo y protagonista, Tom Hanks, ganador de dos Oscar consecutivos por Philadelphia y Forrest Gump. Salvar al soldado Ryan, una cruda reconstrucción del desembarco en Normandía durante la Segunda Guerra, es visto en Europa como una muestra de que Venecia se reconcilia con el Hollywood y con uno de sus autores más innovadores, que incursionó tanto en la ciencia ficción con E.T. como en la historia con La lista de Schindler. Por la vía de fuego iluminada con efectos especiales y columnas de luces, desfilarán hoy muchas estrellas, de países y generaciones distintas, como Catherine Deneuve, Michael Douglas, Warren Beatty, Meryl Streep, Melanie Griffith, Antonio Banderas. Dos grandes personajes, uno legendario y otro efímero, brillarán por su ausencia: la actriz italiana Sofía Loren, quien no podrá recibir por motivos de salud el León de Oro a la carrera, y el actor norteamericano Leonardo DiCaprio, que no acompañará la presentación del nuevo film de Woody Allen, Celebrity. El regreso de la mundanidad a Venecia, después de 20 años de lento desgaste, provoca una suerte de agitación en los antiguos palacios de la nobleza, en donde se desempolvan smokings obligatorio para algunas recepciones y se preparan lujosas cenas para recuperar la elegancia de la otrora ciudad de Casanova. Este año el abanico de películas invitadas y en concurso es notable, rico y estimulante. En total serán proyectadas 80 de las cuales fueron seleccionados 20 para la competición, entre ellas La nube, del argentino Pino Solanas (ver crítica en página 29). Con cuatro películas en concurso, los cineastas estadounidenses Warren Beatty, Abel Ferrara, Tony Drazan y John Dhal se lanzan a la carrera del prestigioso León de Oro, mientras los europeos ofrecen un variado menú de gustos y estilos, que van del mágico yugoslavo Emir Kusturica, con leyendas de gitanos, al rumano Lucien Pintile, con Terminus paradis. Tres films franceses y cuatro italianos forman parte también de los platos fuertes de la competición. La contundente presencia del cine italiano, fuera y en concurso, con 16 films, demuestra el buen estado de salud del séptimo arte en Italia, donde apareció una nueva generación de directores que no temen el enfrentamiento con un pasado glorioso, al que siguen rindiendo homenaje. Serán homenajeados Michelangelo Antonioni y el popular actor Alberto Sordi, y presentadas las nuevas versiones restauradas de Una giornata particolare, legendario film interpretado por Marcello Mastroianni y Sofía Loren y dirigido por Ettore Scola, presidente del jurado, y de Paisá, con los episodios sobre la Segunda Guerra Mundial narrados por Roberto Rossellini. Con la voluntad de conciliar con el mundo del espectáculo y convertirse en un símbolo de la cinematografía de calidad, la muestra, que concluirá el 13 de setiembre, creó este año el Venice script and film market, una zona para el mercado de películas. Una carpa de mil metros cuadrados hospedará a partir del sábado a distribuidores y productores de cine de 26 países, la primera experiencia en ese sector del Festival.
LA LARGA HISTORIA DE LA MOSTRA El
Festival de Venecia, pionero de todos los certámenes de cine, nació el 6 de agosto de
1932 como una rama de la Bienal de Arte, cuya primera edición se había celebrado en
1895. El primer Festival tuvo su gran éxito entre los jóvenes, pero chocó en cierto
modo con el conservadurismo de la crítica tradicional. A la mayoría de los jóvenes
críticos y directores de la época, el Festival les permitía contemplar, en la Italia
fascista, películas que no hubieran podido ver de otra manera. El poder, a su vez,
descubrió una buena ocasión para favorecer al mismo tiempo su propaganda y la afluencia
de divisas extranjeras.
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