Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


El espejismo del Bronx
Por Martín Granovsky

¿Se acuerda de Entel? Era la empresa estatal de teléfonos de la Argentina. Símbolo de ineficiencia, estandarte del Estado fofo y monumento a la corrupción, cuando María Julia la privatizó muy pocos se opusieron. Es que, en realidad, Entel ya había sido privatizada antes, y clandestinamente: el directorio no podía tomar decisiones sin la bendición de los proveedores. Entel gobernaba pero Siemens era reina. Los ciudadanos, bien gracias. Incomunicados.

Dentro de unos años habrá que preguntarse con el mismo tono melancólico por el Código de Convivencia Urbana. Va camino de ser una más de las profecías autocumplidas de la Argentina.

El gobierno nacional rechaza el Código. Es su forma de devolver gentilezas a la Capital Federal para no pagar en solitario el costo político de la percepción masiva de inseguridad.

La Policía Federal también lo critica. Argumenta que le ata las manos frente a los pistoleros. Sus cuestionamientos parecen indicar que el Código establece una suerte de impunidad preventiva. Y es verdad: los sospechosos son por definición impunes, aunque la palabra suene repugnante, porque lo contrario equivaldría a prejuzgar sobre los inocentes.

Para el gobierno autónomo de la ciudad, el Código es un brete difícil. A De la Rúa no le gustaba, o al menos no le gustaba el capítulo que dejó sin penalizar la oferta sexual, porque sabía que era el más criticado por los porteños e intuía que, por no vetarlo, pagaría un costo alto. Su temor era (es) que los votantes lo castiguen por el Código. Que el Código sea, en la percepción de la gente, lo que el ministro del Interior quiere que sea: la explicación última de por qué Buenos Aires, la ciudad de la Alianza, se ha convertido en el Bronx.

Si la mayoría no apuesta al Código y buena parte de los dirigentes quieren darlo por obsoleto, es obvio que el Código no funcionará.

Por un momento, los porteños tal vez se pongan contentos. Aunque ninguna cifra dice que tengan razón, están convencidos de que su ciudad es insegura como las peores del mundo. Entonces, tras la exageración, puede encandilarlos la promesa de mano dura y eficacia callejera. Detener vagos por sospechosos y distraídos por criminales, tomar atajos en vez de cumplir la ley, endurecer la ley en lugar de fortalecer la prevención y hasta pegar de cuando en cuando alguna trompada pedagógica. Un espejismo de seguridad compatible con otros dos espejismos: que Buenos Aires es más peligrosa que Washington, Caracas y San Pablo juntas. Y que se puede salir del miedo individual a través de la psicosis colectiva.

 

PRINCIPAL