Por Eduardo Videla desde Mar del Plata
Ni la familia
Pochat ni la defensa de Armando Andreo (69), homicida confeso del jefe de Investigaciones
de la ANSeS, quedaron conformes con la sentencia del Tribunal Oral Federal de Mar del
Plata, que anoche condenó a 17 años de prisión al autor del crimen por el delito de
homicidio simple. Violeta Carballo, la esposa de la víctima, se retiró de inmediato de
la sala apenas concluyó la lectura del veredicto, a las 22.45. El fallo no es
justo, pero me puedo bancar esto y mucho más, dijo. Mientras, uno de sus abogados,
Luis Moreno Ocampo, anunció que estudiará una posible apelación ante la Cámara de
Casación. Nos quedamos con hambre de justicia, se quejó. Lo que más ofuscó
a la querella fue que el tribunal desechara la posibilidad de investigar a Silvia Albanesi
como posible partícipe en la planificación del asesinato. Los jueces desestimaron
además el agravante de la alevosía, formulado por el fiscal y la propia querella.
También desechó que el homicidio se hubiera cometido bajo el estado de emoción
violenta, como argumentó la defensa del imputado.
En un fallo unánime, los jueces Roberto Falcone, Mario Portela y Néstor Parra pidieron
además que se inicie una causa por falso testimonio contra el gerente de la ANSeS, Juan
Antonio Tealdi, quien había contradicho la versión que dieron el imputado y su esposa.
Además, dispuso que se investigue a Albanesi y al psiquiatra Rubén Montes por el posible
delito de defraudación a la administración pública por la confección irregular de un
certificado médico.
Con la cabeza gacha, Andreo escuchó durante poco más de una hora los fundamentos, en los
que el tribunal consideró que había fingido un estado de amnesia para
justificar una actuación bajo emoción violenta. Los jueces consideraron que Andreo fue a
la ANSeS el día del crimen con la intención de matar a Pochat si éste no le aceptaba el
certificado médico que podía dilatar el despido de su esposa.
En el punto más discutible del fallo, el tribunal entendió que Andreo no actuó con
alevosía, figura que exige que el homicida actúe sobre seguro y sin riesgo,
aprovechando la indefensión de la víctima. No se comprende cómo el tribunal
pudo haber entendido que Pochat se pudo defender ante un agresor que estaba armado. Es una
decisión arbitraria, protestó Moreno Ocampo.
Pero el punto más criticable para la querella fue el rechazo a la posibilidad de
investigar a Albanesi. El tribunal no tiene facultades para absolverla sin que se la
investigue. Acá se quiere ocultar la responsabilidad de Albanesi en el hecho,
cuestionó.
Finalmente, el tribunal se refirió a la racionalidad de la violencia con la
que actuó Andreo, pero también a la racionalidad de la burocracia, pues
muchos empleados de la ANSeS sabían que se podía cometer el crimen pero nadie dio la voz
de alerta. Esta conducta no tiene un reproche penal sino de la conciencia, al punto
que muchos de los testigos están bajo tratamiento psicológico, dijeron.
Después de siete audiencias y tras la declaración de 34 testigos, los jueces
consideraron probado que el 4 de junio de 1997 Armando Andreo llegó a la sede de la ANSeS
a las 7.30 de la mañana, con un certificado médico con el que pretendía pedir una
licencia por enfermedad para su esposa. La mujer acababa de ser despedida por mal
gerenciamiento y la cesantía la había dado a conocer el propio Pochat un día
antes, en una reunión con todo el personal.
La llegada de Andreo a la ANSeS inquietó a toda la delegación: durante varios días,
pero en especial esa mañana, había corrido el rumor de que Andreo mataría a quien
despidiera a su esposa. La propia Silvia Albanesise lo había anunciado, un mes antes, a
Patricia Diarte, una empleada de confianza.
Andreo esperó a su víctima de pie, durante quince minutos. El gerente de Investigaciones
Especiales llegó pasadas las 8.30. Le dio la mano a Andreo y lo hizo pasar a su oficina.
Los dos quedaron frente a frente, escritorio de por medio. La entrevista no duró más de
cinco minutos. Andreo sacó el revólver Pehuén calibre 22 que llevaba en la cintura y le
disparó a quemarropa. El primer tiro impactó en el cuello de Pochat. El segundo, en el
pecho, cerca del corazón.
Hubo un desbande general de empleados y de público, pero algunos vieron a Pochat bajando
los trece escalones de madera a grandes zancadas. Andreo quedó arriba y desde allí
apretó de nuevo el gatillo. La bala impactó en la espalda de la víctima, que cayó en
los brazos de una empleada. Los médicos del servicio de emergencia trabajaron durante
media hora pero todo fue inútil. Pochat había muerto a las 8.55 por una hemorragia
masiva.
¿Por qué no me avisaron que había un loco ahí arriba?, gritó el policía
de custodia, en la planta baja. Muchos presentían la tragedia pero nadie dijo nada.
Quedate tranquilo, no voy a hacer nada más, le dijo el homicida antes de
entregar el arma.
El cadáver de Pochat todavía estaba tibio cuando Silvia Albanesi llamó al directo de
secretaría, preguntando por su esposo. Cómo, ¿lo mató?, dijo la mujer, al
conocer la noticia.
El único objetivo del crimen fue detener la investigación que había iniciado
Pochat, dijo Luis Moreno Ocampo en su alegato. El tribunal no pensó lo mismo.
EN SU DISCURSO FINAL, EL ASESINO FUSTIGO A SU
VICTIMA
Un héroe de barro que yo formé
Por E.V.
Si acusan a
mi mujer, van a cometer un crimen como el que yo cometí. Van a convertir en fieras a los
que están al lado de mi mujer. Armando Andreo, el asesino de Alfredo Pochat, no
pudo con su (mal) genio y volvió a formular una amenaza velada al final de su discurso,
cuando el tribunal le concedió el derecho a la última palabra, antes de escuchar la
sentencia. Antes les había pedido perdón a los padres y a los hijos del hombre que
mató, pero no a su esposa, Violeta Carballo, a la que acusó de soberbia.
También calificó a la víctima como un cobarde, un héroe de barro que yo
formé. Y le reprochó al presidente Carlos Menem que hubiera premiado a la mujer de
Pochat después del crimen. Lo han engañado, dijo.
Igual que el día anterior, Andreo fue vestido con una campera de algodón marrón clara,
pantalón al tono y zapatos de gamuza. Es la campera de mi hijo, la puedo usar ahora
que adelgacé, pero no es la ropa que llevaba el día de mi desgraciado accidente, como
dijo (en su alegato) el doctor Wortman Jofré, abogado de la querella, explicó
Andreo. Eran las 10.30 y en la sala, por primera vez, no estaban los familiares de Pochat,
ni sus abogados, Luis Moreno Ocampo y Hugo Wortman Jofré.
Andreo volvió a referirse al homicidio que cometió como un desgraciado
accidente. Aunque luego dijo: Nadie justifica mi crimen, pero tampoco las
mentiras que se están diciendo sobre la corrupción en la ANSeS marplatense, donde
su esposa fue jefa y resultó despedida.
Es fácil presidir una comisión investigadora con el dinero que él ganaba
siguió Andreo, en su ataque a la víctima y si no hay corrupción, hay que
inventarla. También atacó a Moreno Ocampo. Todo el mundo le teme, porque
tiene poder económico, político, y en la prensa. Pero ya se le va a terminar: como el
pescado, va a morir por la boca.
Quiso contradecir los testimonios que lo describieron como un hombre violento y agresivo:
Es que soy un hombre que usó los pantalones como corresponde. Hoy hay muchos a los
que les quedaría bien una pollera, argumentó.
Cometí un error, pero no fui a matarlo. Si lo hubiera programado, como dicen,
habría llevado el 32, agregó. Andreo mató a Pochat con un revólver 22 que solía
llevar en su cintura, pero en su casa tenía un arma de mayor calibre.
Cuando mis hijos sean más grandes, les van a pedir perdón a los hijos de
Pochat, prometió Andreo. Yo ahora les pido perdón de rodillas. Quisiera
reparar lo que hice pero no puedo, no tengo tiempo (sic). No le pido perdón a
la señora de Pochat aclaró, le aconsejo que no transite por los caminos del
odio.
También le pido perdón a mi familia, les arruiné la vida, agregó luego, y
se le quebró la voz. En la tercera fila, Silvana y Mónica Andreo, hijas de su primer
matrimonio, sollozaban. No estuvieron sus dos hijos adolescentes, del matrimonio con
Silvia Albanesi.
Como el primer día, Andreo defendió más a su mujer que a sí mismo. ¿Por qué la
persiguen?, preguntó. Ella ahora trabaja hasta las 4 de la mañana cosiendo
pulóveres para mantener a mi familia, exageró. El miércoles, la fiscal Liliana
Bustos y los abogados de la querella habían pedido que se investigue la participación de
Albanesi en el homicidio. Hasta ese momento, Andreo se había mostrado como un hombre
arrepentido. Pero se exaltó al defender a su familia: La basura que arma esta gente
jamás va a desunir a mi familia. Si la acusan a mi mujer, van a convertir en fieras a los
que están al lado de ella, advirtió.
UNA INVESTIGACION QUE TERMINO EN HOMICIDIO
La trama corrupta de la ANSeS
Por E.V. desde Mar del Plata
Alfredo Pochat llegó por
primera vez a Mar del Plata, como gerente de Investigaciones Especiales de la ANSeS, en
octubre de 1996. Hacía un año que se desempeñaba en el cargo y ya había detectado
casos de corrupción en las filiales de Viedma, Tucumán, Resistencia y La Plata. Regresó
varias veces hasta que, finalmente, se instaló el 5 de mayo en la delegación marplatense
para elaborar su informe.
Llegó con un equipo tipo SWAT, se encerró en una oficina para estudiar las
denuncias previas y después salía con su gente a tomarles declaraciones a los
testigos, recuerda el gestor David Foltram, quien en 1993 hizo una de las primeras
denuncias contra las autoridades de la ANSeS local en la Justicia federal.
Al cabo de un mes de trabajo, Pochat detectó más de cien casos de irregularidades y los
reunió en un informe que se disponía a presentar en la Justicia. Las maniobras que
detectó el auditor consistían, en su mayoría, en la demora deliberada de trámites
jubilatorios. Cuando el interesado iba a reclamar, primero le pedían que cambie de
gestor, y luego le hacían formar un documento por el que cedía las retroactividades que
debía cobrar, en concepto de coima. En una jubilación de 2000 pesos, el retroactivo
podría alcanzar los 50 o 60 mil pesos, relató Foltram.
Las demoras eran sistemáticas. Y cuando los titulares revocaban el poder otorgado a
los gestores, los expedientes eran resueltos favorablemente en muy corto plazo, dice
el informe de Pochat. La mayoría de las maniobras se registraban con trabajadores de los
gremios marítimos y portuarios de Mar del Plata, con los que Albanesi y Andreo tenían un
fluido contacto.
De los casos investigados por Pochat, la fiscal Liliana Bustos impulsó 52 y de ellos, en
el juzgado federal a cargo de Rubén Vázquez, sólo prosperaron 11. En esa causa, que ya
tiene 30 cuerpos, hay once procesados por defraudación a la administración pública, en
algunos casos en concurso con el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario
público y en otros, con el de exacciones ilegales. Entre los procesados está Silvia
Albanesi titular de la delegación de la ANSeS durante siete años, ocho
empleados de esa repartición y dos falsos gestores.
Pochat tenía 39 años al momento de su muerte. Había trabajado desde 1987 con el equipo
de fiscales que lideraba Luis Moreno Ocampo y que integraban Aníbal Ibarra y Mariano
Ciafardini. Con ellos investigó defraudaciones de bancos privados al Banco Central y
luego, ya en la actividad privada, fue contratado por el Correo Argentino para investigar
casos de corrupción. El ANSeS contribuyó a ahorrar en un año 250 millones de
pesos, dijo el ex asesor del organismo, Angel Perversi.
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