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Más de 200 muertos en un avión de Swissair que acabó en el mar

No hubo sobrevivientes en el vuelo que iba de Nueva York a Zurich. El piloto había intentado aterrizar de emergencia.

Personal del rescate revisa elementos encontrados en la costa canadiense.
Entre tripulantes y pasajeros eran 229 los que murieron en el accidente.

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t.gif (67 bytes)  Ninguno de los 229 pasajeros y tripulantes que viajaban con destino a Zurich logró sobrevivir al accidente del avión MD-11 de la aerolínea Swissair que, 45 minutos después de despegar del aeropuerto Kennedy de Nueva York, ayer a la madrugada, desapareció de las pantallas de los radares y cayó al mar en la costa oriental de Canadá mientras el piloto intentaba un aterrizaje de emergencia. Complicados por el mal tiempo y la proximidad de una tormenta, más de 1000 socorristas intentan rescatar los restos de los cadáveres de las víctimas, entre las cuales figuran varios funcionarios de las Naciones Unidas. Si bien los investigadores descartan la hipótesis de un atentado, buscan la "caja negra" que podría explicar las causas del accidente.

El hecho es considerado la peor catástrofe aérea de la historia de Suiza y provocó una brusca caída de las acciones de la Swissair en la Bolsa de Zurich. Ayer por la tarde Philippe Bruggisser, uno de los directores de la aerolínea Swissair, confirmó que no había supervivientes en el contingente de los 215 pasajeros y 14 tripulantes que viajaban en la aeronave, compuesto en su mayoría por suizos y franceses. Sin embargo, se negó a publicar el listado completo de las víctimas hasta tanto los familiares estuvieran notificados. Según se pudo saber, también había 53 pasajeros y una asistente de la empresa estadounidense Delta Air Lines, que tenía un convenio con la compañía suiza para transportar personas.

En el poblado de Peggy's Cove, cerca de donde cayó el avión, la escena era "desgarradora", según relataron los testigos. Hasta allí llegaron más de 1000 personas con aviones, helicópteros militares y barcos de guerra para recuperar los restos de cadáveres dispersos en el mar y en la tierra. Pero debido al mal tiempo las tareas se complicaban y sólo se pudieron rescatar 44 cadáveres, la cola del avión y partes del fuselaje. Por la noche, los responsables de la búsqueda anunciaron que dejarían de contabilizarse los cadáveres hallados porque se estaban encontrando miembros humanos de los que es imposible determinar a qué cuerpos pertenecen.

El aparato había despegado ayer a la madrugada del aeropuerto Kennedy de Nueva York rumbo a Zurich, con escala en Ginebra. Pero a los 45 minutos de vuelo el piloto anunció que había humo en la cabina y que había vaciado las reservas de combustible antes de intentar un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Halifax. Sin embargo no consiguió descender y se precipitó al Océano Atlántico.

En tanto, los investigadores intentan dar con la denominada "caja negra" del avión, según explicó el portavoz de la armada canadiense Andre Ereault, "para registrar el diálogo de los ocupantes de la cabina de vuelo y detectar posibles fallas de la aeronave". Algunos testigos dijeron sentir "un ruido atronador" y otros mencionaron una explosión, pero hasta el momento no pudieron establecerse las causas del accidente. El director de Finanzas de la Swissair, Georges Schorderet, descartó la hipótesis de un atentado. "No hay señales de un ataque terrorista", dijo, aunque aseguró que tampoco tenía información de ningún problema operativo cuando el avión partió. En los últimos cuatro años, la empresa no había tenido ningún problema con los aviones MD-11, considerados uno de los más seguros.

 

Muchos hombres de la ONU

Hasta ayer seis funcionarios de la ONU fueron identificados entre las víctimas del accidente del avión Swissair, pero podría subir la cifra de fallecidos a diez cuando finalice el reconocimiento de los cadáveres. Entre los muertos figura un ex director del programa contra el sida de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el experto estadounidense Jonathan Mann, quien viajaba con su esposa. También dos de los 30 directores de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual, ambos de nacionalidad alemana, Joaquim Bilger y Ludwiq Beaumler.

Los otros colaboradores de Naciones Unidas que perdieron la vida el miércoles por la noche son el canadiense Yves de Roussan, consejero de Unicef, el norteamericano Pierre Gerety, director para los Grandes Lagos del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados (ACNUR) y la francesa Kathryn Calvert-Mazy, también miembro del ACNUR.

"Siento su pérdida no sólo a nivel personal sino también en el ámbito profesional", expresó ayer el secretario general de la organización internacional, Kofi Annan, al confirmarse la presencia de los integrantes de la ONU entre los pasajeros del trágico vuelo. En señal de duelo, tanto en la sede de Nueva York como en la de Ginebra --centro europeo de la organización-- las banderas fueron puestas a media asta.


El caos en Peggy's Cove

El pequeño y pintoresco poblado canadiense de Peggy's Cove, en Nueva Escocia, perdió ayer su habitual tranquilidad. Camiones de bomberos, policías y ambulancias ocuparon todas sus calles mientras que la playa de estacionamiento de un hotel fue convertida en el cuartel general del operativo de rescate. "Es tan extraño, nunca pasa nada aquí. Es sólo una comunidad de artistas y pescadores", contó Eleanor McMahon, de vacaciones en el lugar.

Con su faro de tarjeta postal, Peggy's Cove fue fundado hace 200 años a orillas de la bahía de St. Margaret's. Ayer, antes del alba, el pueblo cambió su fisonomía: la calle principal fue cerrada por la policía y se cerró el acceso de aviones y barcos por tres días. A orillas del mar, munido de una enorme lámpara de gran potencia, un helicóptero sobrevolaba el sector en busca de sobrevivientes. Pero la esperanza de encontrar gente con vida fue descartada con el correr de las horas. "Es realmente horrible, hay pedazos de madera y cuerpos flotando aquí y allá", describió Craig Sanford, un marino que generalmente acompaña a los turistas en el avistaje de ballenas.

 

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