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Por Martín Pérez Cuando a Andrea Echeverri, la cantante de Aterciopelados, se le pregunta como qué músico querría ser, responde Gustavo Cerati y Björk. La suerte (o la desgracia, en realidad) hizo que el viaje a la Argentina que los trajo brevemente para acompañar la edición de su cuarto disco, Caribe atómico, coincidiera con los shows porteños de la cantante islandesa. Entonces, además de no poder asistir a los shows de su ídola, Andrea terminó involuntariamente eclipsada por ella, cuando en la noche del jueves pasado los Aterciopelados tocaron gratis en el céntrico Teatro Santa María, un detalle que apenas si trascendió dado que a la misma hora Björk debutaba en el Luna Park. Acompañada por su ex pareja Héctor Buitrago bajista y el otro compositor del grupo, Andrea luce ahora el pelo lacio y moreno, lo que le da un aspecto más convencional. Estos dos colombianos que siguen el camino de relación musical que logra sobrevivir a una ruptura sentimental (semejante, a la distancia, a lo que vivieron Annie Lennox y Dave Stewart en Eurythmics, en los años ochenta), han decidido asumir definitivamente que son un dúo y como tal, por primera vez en una carrera que ya lleva más de un lustro y cuatro discos, aparecen retratados en la foto de rigor de su nuevo disco. Caribe atómico, además de ser el álbum que inicia esta nueva etapa y que concreta aquello que siempre habían querido hacer desde que conocieron el éxito continental con aquella canción titulada Bolero Falaz, muestra por fin a la voz de Andrea ocupando el lugar que siempre mereció, el de líder. Las ventajas se hacen evidentes al escucharse temas como el tanguero y sampleado Maligno, los irónicamente románticos Miénteme y Reacio, o el hit El Estuche, suerte de nota al pie de aquel Plástico de Rubén Blades. Asumirse como dúo representa un gran cambio ¿Cómo sucedió? Héctor Buitrago: En realidad siempre hemos sido un dúo. Pero también siempre tratamos de conservar la idea de banda. Hasta que cuando llegó el momento de grabar este disco nos dimos cuenta de que la banda, en vez de aportar, nos frenaba. Tuvimos una pequeña crisis con la salida del baterista, y eso terminó de decidirnos a irnos a grabar las canciones nosotros dos solos a Nueva York. Si uno recorre la carrera de Aterciopelados, usted aparece como una suerte de virus que ha ido tomando al grupo por asalto... Andrea Echeverri: Es cierto, porque yo en el primer disco cantaba apenas lo que Héctor decía. Es más: hay unas canciones de aquel primer disco, Con el corazón en la mano, que yo aborrezco. En cada uno, sin embargo, he ido participando cada vez más porque en un principio era apenas una ceramista que cantaba. Ahora, a partir del disco anterior, lo pasado cancelado, y nos planteamos tratar de ser músicos de verdad. Por lo menos este rato. Sin embargo es gracioso como, al recorrer las fotos del grupo en cada disco, se puede ver cómo sus integrantes van disminuyendo, casi como en un ejercicio stalinista. Ya en la foto de La Pipa de la Paz sólo aparecían tres integrantes... AE: (se ríe) Lo que sucedió aquella vez es que simplemente el guitarrista nunca llegó a la sesión de fotos porque la noche anterior había estado tocando con otra banda. Cosas como ésas fueron las que terminaron de decidirnos a aceptar el hecho de que Aterciopelados somos nosotros dos. ¿Con Andrés Levin como productor les fue mejor que con Phil Manzanera? HB:Manzanera nunca terminó de entender la idea de las programaciones y los samplers, así que La Pipa de la Paz es un disco que terminamos grabando muy rápido, registrando las canciones tal como sonaban en la sala de ensayo y sin trabajar sobre ellas. Con Levin fue otra cosa. Lo conocimos grabando el Red Hot & Latin, y resultó ser un programador violento. Con él pudimos experimentar todo lo que quisimos. Y después se fueron sumando los músicos: como él toca con Arto Lindsay, se aparecieron por el estudio el mismísimo Lindsay, Vinicius Cantuaria y hasta Marc Ribot. En Bogotá le agregamos las intervenciones de musicazos tropicales como el violinista Alfredo de la Fe o el pianista Eddy Martínez, así como el resto de los músicos de la banda. Eso dio como resultado un disco más sutil, con mucha atmósfera, en el que Andrea puede cantar de muchas maneras y con más matices. Igualmente, a pesar de tantos cambios, en el show del Santa María sonaron casi igual que cuando vinieron a fines del año pasado. Sólo cambiaron de baterista, pero siguen con la misma formación. HB: Teníamos la idea de cambiar de formación, incorporando un sampleador. Pero buscamos por todo Bogotá una persona que pudiera hacer eso y desafortunadamente no lo encontramos. Se aparecieron tecladistas virtuosos, eso sí, pero no es lo que necesitamos. Yo tengo las máquinas necesarias para hacer el cambio desde La Pipa de la Paz, pero vamos lento. Aún estamos a mitad de camino. Ya veremos cómo lo terminamos.
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