Dicen que prefirió no menearlo porque, por más que le dio vueltas, no pudo descifrar si se trataba de una advertencia, una casualidad o una broma de mal gusto. Ocurrió un mediodía, el mismo en que se supo de la extraña muerte del capitán de navío Horacio Estrada. El teléfono sonó en su despacho. Carlos Stornelli, fiscal de la causa que investiga la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia atendió distraído. Del otro lado de la línea, la voz se limitó a hacer una pregunta breve y cortó la comunicación sin esperar respuesta: "Hola --fue lo que escuchó el fiscal--. ¿Hablo con funeraria?"
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